Dinero y crédito en poblados rurales de Las, Margaritas, Chiapas.
Money and credit in rural villages in Las, Margaritas, Chiapas.
Resumen: El artículo presenta la historia reciente de aparición y multiplicación de cajas y préstamos con intereses en un ejido del municipio de Las Margaritas, en el sureste de Chiapas, México. Se trata fundamentalmente de información de carácter etnográfico sobre el manejo del dinero, las tensiones que ello genera y su relación con la formación de diversas organizaciones en la región. El análisis, más que apuntar a la singularidad de los usos del dinero en este contexto, propone poner atención en la manera en que estas prácticas conducen a la participación de estas poblaciones en la esfera del dinero, y con ello en procesos de mercantilización y proletarización.
Palabras clave: crédito, Chiapas, organización, comunidad corporativa cerrada, mercantilización, proletarización.
Abstract: The article presents the recent history of appearance and multiplication of collective money boxes and credit at one ejido in the municipality of Las Margaritas, in the southeast of Chiapas, Mexico. It is based essentially on ethnographic information about money management, the tensions that it generates, and its relationship with the formation of various organizations in the region. Rather than pointing to the uniqueness of the uses of money in this context, the analysis proposes paying attention to the way in which these practices drive to the participation of these populations in the sphere of money, and with it in wider processes of commodification and proletarianization.
Keywords: credit, Chiapas, organization, closed corporate community, commodification, and proletarization.
Fecha de recepción: 29/01/2019, fecha de aceptación: 26/09/2019.
Introducción: Organización y dinero1
Fue hace poco más de 14 años. Las cajas estaban apiladas en una mesa asentada en un extremo del estrado, al fondo de la casa ejidal (un salón de ladrillo, cemento y techo de teja, de unos 12 x 20 metros). Se trataba de pequeños prismas rectangulares de madera de distintos tamaños, aunque fácilmente portables por una sola persona; todos tenían señales de un uso regular. Su tapa superior se cierra a manera de baúl y tienen un broche donde poner un candado. Una foto de ellas, de mala calidad, está guardada como parte del registro etnográfico realizado sobre los objetos localizados en el salón, que es el espacio público de las asambleas ejidales y reuniones de otros grupos del ejido Veracruz, municipio de Las Margaritas, Chiapas. También se consultó una libreta pequeña, facilitada por la autoridad ejidal en turno, con anotaciones tomadas en cada asamblea. No decían mucho. En cambio, las cajas tenían una vida social2 muy intensa. Se trata de contenedores de dinero y, a la vez, de engranes de una pequeña burocracia local. Condensan así una forma de organización y, al mismo tiempo, una forma de participación en la esfera del dinero.
Cuando están en uso, estas cajas contienen billetes y monedas de un grupo de familias (desde unas cuantas, hasta todas las de la localidad), además de los documentos con los que se administra ese dinero. Como explicaron varias veces, en encuentros con miembros de los comités, las cajas implican el nombramiento de tres personas para su cuidado: un tesorero, que guarda la caja, un secretario, que guarda la llave del candado, y un vocal, que es testigo y está presente cada vez que se abre la caja para hacer contabilidad y manejo de los recursos. Las personas son nombradas por turnos, entre los miembros de los colectivos en cuestión. Eso existe en muchos pueblos de la región de los municipios de Las Margaritas y Altamirano, así como en muchos otros pueblos de Chiapas, México (ver, por ejemplo: Aquino, 2009; Cancian, 1992; Palomo, 2009; Ruz, 1983; Wasserstrom, 1983). Lo relevante en el ejido Veracruz , es que hace años se inició una práctica de préstamo de dinero con intereses, que paulatinamente fue teniendo éxito.
Los préstamos permitieron que miembros del colectivo pudieran disponer del dinero que necesitaban para financiar diversos gastos, por ejemplo, aquellos generados en casos de enfermedad o muerte, por compromisos de matrimonio u otras obligaciones o (la mayoría de las veces) para financiar el viaje a los Estados Unidos de los jóvenes que van a trabajar como jornaleros4 . Las cajas en el ejido Veracruz cobraban intereses que oscilaban entre el 5 y el 10% mensual (tasas más bajas que las que cobran los agiotistas de la región). Al principio, algunos deudores llegaron a situaciones de imposibilidad de pago, lo que llevó a cada caja, y al ejido en general, a crear reglas para cruzar información de los distintos acreedores y evitar que las deudas se multiplicaran sin control. Por otro lado, las cantidades acumuladas en algunas cajas fueron tan grandes que los cooperantes temían un robo, así que se crearon ciclos de reparto de los fondos entre los miembros. Esta forma de manejar los fondos es llamada “poner a trabajar el dinero” o dar el dinero “al premio”.
Con base en los registros levantados entre 2000 y 2006 en dos pequeñas poblaciones del municipio de Las Margaritas (los ejidos Veracruz y Saltillo), se puede decir que en todo el municipio se conocen las cajas, aunque su manejo sea diferenciado. Es decir, en 2004, al preguntar por la existencia de estas cajas en Saltillo, lo que se dijo fue que se trata de algo muy común y que sirven para manejar dinero de la comunidad o de organizaciones con diversos propósitos. Sin embargo, mientras que había cajas colectivas en ambas poblaciones, hasta el año 2012 en Saltillo se usaban sólo para administrar contribuciones de las familias, y las aportaciones gubernamentales, para gastos comunes. Incluso, tal parece que este tipo de fondos comunes están también presente en las comunidades zapatistas de la región. Por lo menos se les menciona en algunos textos5 , aunque no hay descripciones a detalle de cómo se manejan. En cambio, en Veracruz se ha establecido paulatinamente un sistema de préstamos de dinero con interés. Fue a partir de 2012 que el manejo de préstamos de las cajas comunes, de ejidos, de organizaciones, e incluso de fondos personales, se extendió a varios ejidos, como el ejido Saltillo.
En este texto se muestra un seguimiento de estas cajas en un período reciente. La información fue producida como parte de una investigación etnográfica realizada de manera discontinua en el ejido Veracruz, principalmente, y en el ejido Saltillo, desde el año 2000. Para ello se consultó con las personas que ocuparon cargos en la organización ejidal en el período de 1985 a 2006 (período en el que apareció esta modalidad en el manejo del dinero en el ejido), así como con miembros de distintas organizaciones sociales e iglesias. El objetivo, a grandes rasgos, fue registrar información sobre las diversas formas de organización corporativa en estos ejidos y, al mismo tiempo, de las formas de manejo de recursos colectivos. Eso llevó por sí mismo al dinero. Como resultado se produjeron una serie de registros sobre el manejo de dinero, el crédito y el cobro de intereses. Lo que se quiere enfatizar en ese trabajo es la presencia prolongada del dinero, con diversos usos (muy consistentes con los usos del dinero en general), lo que a su vez coloca a estos pueblos dentro de la esfera del dinero, la mercantilización y la proletarización (independientemente de los usos y significados más específicos)6
Cajas generales en Veracruz.
A diferencia de algunas poblaciones del centro y sur de Chiapas identificadas como indígenas, en el ejido Veracruz (de no más de 1200 habitantes) la población está organizada en varias iglesias y colectivos que manejan separadamente recursos de diversa índole (molinos, tierras, camionetas, dinero). Sin embargo, de manera paralela, las familias también participan activamente en los asuntos comunes de todos los habitantes. La participación generalizada, es decir, de todas las familias del ejido, tiene su origen en la dotación ejidal que creó el poblado en los años treinta. Seguramente fue reforzada repetidamente en periodos en los que se hicieron obras y trámites que requerían de la contribución de todas las familias, ya sea en dinero, trabajo directo o en el desempeño de cargos públicos. Desde los setenta, por ejemplo, se habían abierto tiendas cooperativas y una casa de salud del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social), con una administración general (es decir, que involucraba a todas las familias). En los ochenta, esta última fue mejorada con la construcción de un nuevo recinto; también se instaló un baño para el ganado, para la aplicación de líquidos contra la garrapata; se hicieron nuevos arreglos a la carretera; además, con la ayuda de un profesor de la escuela primaria se empezó a construir un nuevo edificio escolar que abarcaría todo el ciclo de primaria (antes sólo llegaba hasta el 4° grado). También, se tramitó y consiguió el servicio de energía eléctrica, lo cual permitió instalar una bomba para surtir el sistema de agua (un depósito y tubos instalados en los setenta que transportaban el líquido desde el río hasta el pueblo -y que antes trabajaba con una bomba de diesel que frecuentemente se descomponía); esta misma energía también permitió operar un molino de nixtamal eléctrico. En estos dos últimos casos, las autoridades con quienes se habló identificaban las obras como un beneficio específicamente para las mujeres, quienes han sido las responsables del abasto de agua a las casas y de moler el nixtamal. Además, se sustituyó el recinto que servía de “cárcel” por una construcción de ladrillo y metal más resistente.
Todos estos trabajos requerían de viajes de las autoridades a las oficinas gubernamentales (municipales o estatales), así como de trabajo colectivo y asistencia a reuniones; igualmente, requerían de personas que se ocuparan no sólo de los cargos públicos, sino también de los comités (presidente, secretario y tesorero) que se formaban para cada asunto que implicaba manejo de dinero.
La gente recuerda que, durante años, los gastos de las obras públicas, de las comisiones que salían del pueblo para hacer trámites y de las contribuciones para las fiestas religiosas, eran manejados por la autoridad ejidal. Las aportaciones se realizaban por familia y por turnos cuando se trataba de trabajo. Los trámites para la ampliación de tierras en los ochenta, por ejemplo, fueron encargados a una persona del ejido, que solicitó se le pagaran sus gastos de transporte y estancia, además de que le ayudaran a atender sus tierras e incluso a hacer mejoras en su casa. El dinero y el trabajo se consiguieron por medio de contribuciones de la población. El cuidado del templo católico, el único en ese momento, estaba a cargo de los cuatro alféreces, con sus respectivas esposas (los cuales eran cambiados cada 6 meses, en ceremonias celebradas durante la semana santa y el día de muertos). Había también comisiones (“cuadrillas”) de familias que debían participar en las romerías o peregrinaciones (que implicaban viajes a pie de hasta 11 días, además de gastos en velas y aguardiente). Para esas compras también había contribuciones por familia, puesto que los que asistían lo hacían en nombre de la comunidad.
En resumen, hasta antes de los ochenta, las contribuciones en dinero y trabajo por parte de todas las familias eran la forma de financiar los gastos públicos (además de los aportes gubernamentales); igualmente, todo el manejo estaba en manos de las autoridades ejidales en conjunto con las autoridades religiosas (es decir, era de carácter general). Por la importancia de las obras y servicios implementados desde los años ochenta en adelante, las contribuciones por parte del padre de familia se fueron volviendo una carga cada vez más pesada. Sin embargo, esto fue cambiando a raíz de un conflicto acontecido en 1985.
Se trató de un enfrentamiento entre dos grupos locales que pertenecían a distintas uniones campesinas (afiliadas a distintos partidos políticos) y a dos grupos religiosos (los católicos tradicionalistas y los conversos a dos iglesias: la presbiteriana y la adventista). Como en varias localidades de la región central de Chiapas, se expulsó a algunas familias del pueblo7 , aunque en este caso sólo por unos días. Una de las medidas para solucionar el conflicto implicó implementar cambios en la organización del manejo de recursos colectivos.
Después de 1985, el financiamiento de las ceremonias religiosas siguió siendo sostenido por contribuciones generales. Los miembros de las iglesias adventista y de renovación recuerdan que les tocó ir a romerías, participar en fiestas e incluso ocupar el cargo de alférez, aunque fueran miembros de otras iglesias. Sin embargo, con los acuerdos alcanzados entre 1991 y 1992, se quitó esa obligación, manteniéndose sólo las obligaciones de los conversos para con los bienes y servicios públicos que no tenían que ver con la “costumbre”8 . Ese acuerdo implicó una descentralización en el manejo de algunos recursos. Eso se combinó con otros factores, pues al mismo tiempo hubo un incremento del circulante debido a la migración de trabajadores y a la inversión en gasto social del gobierno9 . En esas condiciones fue que se hizo una modificación a las formas de administración del dinero, la cual permitió a las autoridades financiar sus gastos y aportar recursos para las obras públicas sin que la población en su generalidad tuviera que hacer contribuciones muy grandes (aunque eso significó la sobrecarga de responsabilidades monetarias para familias deudoras de las cajas).
El nuevo método fue “poner a trabajar el dinero”, como ya se ha descrito. Las autoridades del ejido de los años inmediatamente posteriores al enfrentamiento por diferencias religiosas (1985-1991) aseguran que fue durante su administración que se introdujeron muchos de los servicios, se crearon dos asambleas separadas (una general y otra de ejidatarios) y se empezó a dar dinero “al premio” con fondos de una caja. Para 2005, cuando entraron las nuevas autoridades, existían ya más de 15 cajas trabajando así. En la actualidad (2019), las cajas con dinero al premio se han extendido también a otras poblaciones10 .
Cajas y colectivos específicos
Desde antes de la aparición de estas cajas han existido prestamistas particulares, tanto en los ejidos como en la cabecera municipal y en la ciudad de Comitán, los cuales acostumbraban prestar dinero a tasas más elevadas que las cajas del ejido (de entre el 10% y el 20% mensual). Uno de los que ocuparon cargo de autoridad después del conflicto explicó que ya se había dado también una experiencia de préstamo de dinero de cajas colectivas, con los ingresos de una tienda cooperativa del Consejo Nacional para la Subsistencia Popular (CONASUPO), que se había abierto en los años setenta. Mario Ruz, quien ha hecho intensivos estudios en la región, da información sobre préstamos en los ochenta del siglo XX:
El préstamo funciona especialmente en tiempos de carestía de maíz y frijol, por ejemplo, con motivo de una mala cosecha que termine con las reservas antes de una nueva tapisca. Los tojolabales acuden entonces con otros miembros del grupo solicitando un préstamo de granos que devolverán apenas levanten la cosecha. A veces la devolución se hace en cantidades algo mayores a las proporcionadas (“premio”), pero se aduce que esto no representa ningún pago o interés; es simplemente una forma de agradecimiento y evita el sentir “Vergüenza” cuando deba recurrirse a este tipo de ayuda otra vez (Ruz, 1983: 201).
También menciona que los préstamos de dinero “al premio” (al 5% mensual) se hacían en las tiendas cooperativas como una alternativa frente a los prestamistas ladinos, que pedían entre el 10 y el 20% de interés mensual (Ruz, 1983: 203). Según los registros de información de campo realizados más recientemente, también en esos años había ejidatarios que prestaban dinero a tasas altas, y se recurría a ellos en caso extremo11 . Sin embargo, entre el año del conflicto (1985) y el acuerdo de 1991-1992, que instauró en Veracruz la “libertad de religión”, el mecanismo de dinero “al premio” se estableció en la caja comunal12 .
La experiencia dio como resultado el aumento del dinero en caja, mismo que se utilizó para crear más cajas, cada una de las cuales era administrada por un comité. A decir de las autoridades de la época, no fue sencillo crear los mecanismos adecuados para el manejo del dinero. Al principio era sólo una persona la que llevaba la caja, pero ante algunos casos de mal manejo o de robo se acordó crear un comité de tres personas, uno que guarda la llave, otro la caja y otro que estuviera como testigo de las operaciones. Al principio las cajas eran manejadas con cierta autonomía cada una, hasta que se dieron casos de personas que tenían deudas en varias cajas al mismo tiempo, que pedían prestado dinero en unas para pagar en otras y terminaban con deudas impagables. Por eso se acordó que todos los préstamos deberían tener el conocimiento y visto bueno por parte del “Comisariado” (el presidente en turno del comisariado ejidal), quien además debía consultar con todas las cajas antes de aprobar un préstamo. Se estableció igualmente un monto de 5000 pesos como tope máximo de préstamo en la administración ejidal 2003-2006. Al principio se prestaba dinero con un 5% de interés mensual, que se aplicaba a los tres meses, tiempo en el cual se esperaba que el acreedor devolviera el dinero más los intereses. Si no era así la deuda incorporaba los intereses acumulados y se hacía un nuevo convenio, con un nuevo período de 3 meses. El acreedor empezó a firmar pagarés (en formatos que se venden en las papelerías de la cabecera municipal); además debía dejar facturas de ganado o garantías de otros bienes para recibir el préstamo. Alrededor de los años 2000 y 2001 el interés había subido al 10% mensual; pero más adelante volvió a bajar al 5% debido a que una caja de un grupo perteneciente a una organización regional, llamada Yajk’achil B’ej (Un solo camino)13 , empezó a prestar con ese interés y presionó a las demás cajas a la baja. Para ese momento las cajas no sólo eran operadas por las autoridades locales, sino que también había cajas de las dos organizaciones más grandes: Yajk’achil B’ej y la Triple S14 ,B’ej Ba Lekilaltik (Camino del bienestar)15 . De manera general, se prestaba a las personas de la localidad (o de la organización, según correspondiera); pero también se habla de préstamos que se hacían a personas que venían de otras poblaciones.
Las cajas generales, que maneja el comisariado ejidal, han incrementado sus recursos de manera importante y han servido para financiar los gastos de la autoridad cuando hacía salidas en comisión a la cabecera municipal o a las oficinas del gobierno estatal. Pero los recursos también sirvieron para contribuir con los gastos de obras y servicios públicos. Cuando los recursos se incrementaron lo suficiente, se crearon dos cajas de una o se ha fundado nuevas. Se llegó a un punto en el 2006, en el que, a diferencia de los pueblos vecinos, en el ejido Veracruz ya no se daban cooperaciones ni para asuntos religiosos (para los que sólo cooperan los miembros de las iglesias) ni para civiles, pues para ellos todos los gastos salían de las cajas.
“Crió el dinero” (1985-2006)
Como ya se mencionó, entre 1985 y 1991 se dieron las expresiones más fuertes del conflicto abierto entre iglesias y organizaciones campesinas en el ejido; pero, al mismo tiempo, se alcanzaron los acuerdos para coexistir. Paralelamente, el dinero de la caja del tesorero se dio por primera vez “al premio”. El dinero de esta caja empezó a multiplicarse porque a los que no asistían a las asambleas o a los trabajos comunales se les empezaron a imponer multas (cosa que no se hacía antes). Era un momento en que muchos adultos jóvenes empezaban a salir del pueblo por períodos largos para trabajar en otros lugares como jornaleros del campo, peones de construcción o “veladores”. Así que muchos pagaban multas porque no estaban en la localidad para hacer faenas o para asistir a juntas.
Se fundó también una caja para el baño del ganado, conocida como “caja de la garrapata”. Se trata de unas instalaciones para bañar al ganado y aplicarle líquidos contra dicho parásito. Las obras ya existían desde años atrás, pero el comisariado debía comprar el líquido con dinero de la caja general. Sin embargo, se tomó la decisión de hacer pagos por cada cabeza de ganado que se llevaba a bañar, con una cuota para los socios y otra para los que no lo eran (los que tenían ganado se hicieron socios dando un pago único de 50 pesos). El dinero reunido alcanzaba para el líquido y sobraba, por lo que se empezó a dar “al premio”. En ese período también se hizo una “caja de la cárcel”. La cárcel había sido apenas reconstruida con un financiamiento por parte de la presidencia municipal; su caja reunía las multas que se cobraban “a los borrachos que se peleaban en la calle” y eran encerrados. También estaba la “caja de la carretera”, que consistía en cobrar 10 pesos a cada joven que se casaba para apoyar el mantenimiento de la carretera. El presidente del Comité de Vigilancia de ese período mencionaba que también se hizo una “caja de la escuela”: se tiró el viejo edificio y se vendió la teja, obteniendo poco más de 1000 pesos; con ese dinero se hizo una caja que sirvió para financiar la construcción del nuevo edificio. Finalmente estaba la “caja de la bocina”, un altavoz que funcionaba con acumulador (cuando no había aún energía eléctrica) y se utilizaba para dar mensajes y hacer llamados a las juntas. La gente solicitaba enviar mensajes y pagaba por ello; con ese dinero se formó la caja. Todas esas cajas empezaron a hacer préstamos al 5% y, como dice quien fue comisariado en ese entonces, Mario Álvarez: “crió el dinero, y crió el dinero”. Cuando él entró como presidente del consejo de vigilancia había como 20 pesos en la única “caja del tesorero”; cuando terminó su cargo tres años después, había 6000 pesos, aproximadamente, sólo en la “caja del tesorero” y 20,000 en la “caja de la escuela” (que fue cancelada después). De ese dinero se hizo una “caja de contribución” que era lo que sobraba del pago de impuestos del ejido (caja que también desapareció).
En los siguientes tres períodos (1991 2000) hubo dos comisariados que cumplieron con su período y uno que no lo terminó. En 1994 se hizo una nueva caja, la de “ladrón”, con una “multa” que se aplicó a unos compradores de ganado robado en varios pueblos de la región. Esa caja incrementó de 800 a 8000 pesos (se cerró en el 2004 para cubrir los gastos de un evento para inaugurar obras en la localidad). En el último período (1998-2000) se hizo la “caja de la bomba” con el dinero que resultó de la venta del motor de diesel para la bomba del agua entubada (sustituida por una bomba eléctrica). El dinero aumentó tanto (hasta 50,000 pesos) porque se cobraban contribuciones a las familias para el mantenimiento del servicio, por lo que se hicieron dos cajas (aunque para 2006 sólo quedaba una). En ese mismo período se formó la caja de “multa de animales”, con el dinero que se cobraba a los habitantes del ejido vecino (Jalisco) cuando sus animales eran encontrados en terrenos de Veracruz16 .
En el período del 2000 al 2006 siguieron operando varias de las cajas y se crearon otras. Desde 1977, aproximadamente, funciona en el pueblo una “caja de salud” y un comité que se encarga de ella, pero es una actividad que genera muchos gastos en medicamentos y material de curación. Con el dinero de una farmacia cooperativa que se cerró en los ochenta se financió por un tiempo a la casa de salud. En 1999, aproximadamente, se hizo una caja con las contribuciones que pagaba la gente por el servicio y las medicinas que recibía en la casa de salud (que oficialmente debían ser gratuitos). En el 2003, las autoridades recibieron dinero del programa “Vida mejor” para apoyar a los enfermos que necesitaban traslado a un hospital. Sin embargo, con ese dinero las autoridades crearon una caja de salud, que serviría para apoyar los gastos del comité y la casa de salud. A decir del comisariado, en 2006, esta caja generaba más gastos que las otras y casi no había dinero para prestar.
Entre el año 2000 y el 2003 se manejaban cerca de 13 cajas. Al entrar en su puesto, quien fuera el comisariado en este período dijo que había en la caja de tesorería 11,800 pesos, y que al salir había ya 53,000; además, el dinero de todas las cajas sumaba la cantidad de 303,000 pesos. El comisariado siguiente (que fue parte del consejo de vigilancia en los períodos de 1985 a 1991) dice que en el corte de caja del 7 de diciembre del 2004 había 341,000 pesos, de los cuales se usaron 80,000 en algunas obras y otra parte se repartió entre la población (cancelando varias cajas). Se considera que no es bueno dejar que las cantidades sean muy altas y por ello se gasta, se divide o se reparte el dinero (para evitar que sea robado)17 .
Además de estas cajas generales, en 2006 había también otras de las organizaciones más grandes en la localidad. Yajk’achil b’ej tenía cajas para su molino de nixtamal, una camioneta de carga y una vagoneta para transporte de personas en la ruta a la cabecera municipal; B’ej Ba Lekilaltik tenía una caja de tesorería, una de su camioneta y dos de su tienda cooperativa. En estos casos también se prestaba dinero con el mismo interés (5% al mes).
Un aspecto interesante de esta forma de financiamiento es que, en el 2006, la gente decía que ya no tenía que dar tantas contribuciones para gastos de viajes de comisiones a Tuxtla o para obras de la comunidad. Las autoridades decían que, conversando con sus homólogos de los ejidos colindantes, había constantemente quejas de que no tenían dinero para las comisiones, o que la gente no quería cooperar para las obras. Además, se decía que la gente de otras poblaciones acudía a las cajas de Veracruz para pedir dinero, puesto que tiene intereses más bajos que los prestamistas particulares y en sus pueblos no había cajas con dinero “al premio”. Los préstamos eran tan solicitados que las cajas en Veracruz regularmente no tenían dinero, todo estaba “trabajando”.
Orígenes ambiguos y trayectorias diferenciadas
En una presentación de avances de esta investigación, en la que se mostraban estas cajas como una especie de objeto burocrático18 (y a las personas involucradas en ciertas actividades colectivas como burócratas locales) una distinguida antropóloga con larga trayectoria de investigación en Chiapas señaló que eso no era nada nuevo. Las cajas de comunidad han existido en la historia de los pueblos indígenas desde el tiempo de la colonia -argumentaba. Eran depósitos en los que se guardaban recursos para el pago de tributos, para actos ceremoniales y otro tipo de gastos. Eso no sólo implicaba dinero, sino, como en el caso que aquí se analiza, otros recursos, principalmente materiales y trabajo vivo. Igualmente, no se trataba sólo de cajas generales (de la comunidad como un todo), sino que había grupos parciales o asociaciones de grupos de varias localidades que administraban sus propias cajas, como las cofradías, que administraban junto con sus cajas también tierras, ganado, e incluso el cuidado de enfermos y las exequias y novenarios de miembros fallecidos (Obara-Saeki y Viqueira, 2017; Palomo, 2009; Viqueira, 1995).
El problema, en el caso de los ejidos de Las Margaritas, es que no hay registros de cajas ni cofradías coloniales, pues todos los asentamientos son posteriores al siglo XIX. Posiblemente existieron en los grandes asentamientos de las cercanías, como en el pueblo de Zapaluta/La Trinitaria o la ciudad de Comitán, de donde algunos investigadores suponen que salieron parte de los habitantes de Las Margaritas (Ruz, 1983)19 . En sus estudios en Chiapas, Dolores Palomo habla de la administración de los bienes de las cofradías y menciona expresamente la práctica del crédito, considerándolo como una forma de “crédito popular”, propio de los principios mutualistas de este tipo de instituciones. Además, agrega, el crédito se daba especialmente en cajas con fondos significativos, lo que raramente pasaba en las cofradías de los pueblos de indios (Palomo, 2009: 161-169). Igualmente, al hablar de cofradías en Comitán, señala que sólo hay menciones de su presencia, pero no se han encontrado libros que consignen el manejo de sus fondos. Sólo hay un libro, de 1774, de una cofradía de ladinos, además de la mención de 2 cofradías de indios en esa misma época (lo cual, junto con la existencia de un ayuntamiento indio hasta 1821, indica la presencia de población india en Comitán); estos libros muestran que todas las cofradías estaban sufriendo apuros económicos en esos tiempos por epidemias y escasez (Palomo, 2009: 103-107).
Podemos suponer que muchos aspectos de la administración de recursos (como las cajas) existían en los pueblos y en las fincas de esa época. Las fiestas y las peregrinaciones, por ejemplo, ocurrían en ese entonces (antes de la formación de los ejidos) con la participación de habitantes tanto de los pueblos como de las fincas (ver Gómez y Ruz, 1992). Pero no se sabe mucho de cómo se organizaban los gastos. El hecho es que los ejidos de Las Margaritas aparecieron en el siglo XX, precedidos de un siglo o más de existencia de fincas o ranchos de diversos tamaños en donde vivían los ancestros de los actuales ejidatarios.
Hasta donde se ha podido averiguar, la aparición de las cajas en los ejidos aquí referidos tiene más que ver con políticas de colectivización de inspiración reciente: desde la misma creación de ejidos (a partir de los años veinte del siglo XX) hasta el impulso a las cooperativas. Es decir, su origen está vinculado a varias políticas sociales, en especial el indigenismo, que se estableció formalmente como política nacional en los años cincuenta, y en el municipio hasta mediados de los setentas. Pero también, parece tener su origen en cierta forma de pastoral social de la iglesia católica20 , que se expandió por la región en los mismos años (como una especie de indigenismo religioso con técnicas “mutualistas”, como las cajas populares), en un momento de expansión de diversas iglesias no católicas en todo Chiapas (desde las presbiterianas y bautistas, pasando por adventistas del séptimo día, hasta pentecostales). Muchas organizaciones han adoptado ciertos formatos de asociación, administración de recursos y financiamiento que son producto de esta historia de política social de la segunda mitad del siglo XX. Además, en las últimas 3 décadas las organizaciones locales han ajustado sus estrategias de organización a otros formatos y esquemas de financiamiento y de manejo de recursos (cajas de ahorro, microcréditos, programas sociales contra la pobreza y el hambre e incluso sistemas de venta multinivel) que impulsan otras burocracias gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales, públicas y privadas, con lenguajes de corresponsabilidad y de autogestión21 .
Conclusión
En 2006, el ejido Veracruz aparecía como una excepción entre los varios ejidos de la región. Sin embargo, estas formas de “poner a trabajar el dinero” ya se han extendido a los ejidos vecinos. En Saltillo, donde se había rechazado esta práctica de crédito, han ido apareciendo varias cajas de colectivos a partir de 2012, y los préstamos con intereses no sólo se dan en algunas de ellas, sino también en cajas particulares.
Un aspecto significativo es que mucho del dinero de los préstamos en las cajas en Veracruz es usado para financiar viajes de jornaleros a los Estados Unidos, que después alimentan con dinero a las cajas. Hay una relación entre esta expansión del préstamo y la relevancia creciente de la migración en distintas poblaciones indígenas de Chiapas, registrada en diversas investigaciones recientes (Cancian, 1992; Rus y Collier, 2002; Aquino, 2009; Escalona, 2009; Porraz, 2015). Es decir, además de las políticas sociales y los mecanismos de inversión social, el dinero está relacionado con procesos locales de mercantilización y con formas particulares de proletarización.
En un estudio sobre el dinero realizado en un pueblo de Oaxaca, James Greenberg argumentaba que, en poblaciones mixes, su presencia era reinterpretada dentro de ciertas formas “morales” de intercambio y reciprocidad preexistentes, volviéndose así “dinero bueno” (cuando corresponde a ciertas formas ritualizadas de intercambio y regalo) o “malo” (cuando no lo hace). Greenberg abrió nuevamente un debate en torno a ciertas tesis sobre la llamada “comunidad corporativa cerrada”. Dice: el “buen dinero” contribuye a regenerar relaciones equitativas e impedir la desigualdad creciente; al mismo tiempo permite reproducir las fronteras del grupo. Por ello, estas formas de entender el dinero podrían ser interpretadas como estrategias de resistencia al capitalismo. Sin embargo, de manera más interesante, termina reconociendo que en realidad también se trata de la forma que asume el capitalismo localmente22 .
La presencia del dinero es dual, agrega Greenberg (2002: 146). Esta forma dual del dinero es semejante a la forma ambigua del semiproletario de la que habla Cancian, cuando se refiere a nuevas generaciones de habitantes de Zinacantán, por el hecho de estar al mismo tiempo en dos mundos (Cancian, 1992: 77). Me parece que estas interpretaciones de lo dual y lo ambiguo surgen justo porque parten de un marco de interpretación dual, por ello los objetos (como el dinero o el semiproletario) son concebidos como mediadores. Es decir: son ambiguos porque los pensamos como objetos de frontera23 , a cierta escala de interacciones. Lo que se propone el presente artículo, en cambio, es repensar esa forma dual de entender estos objetos y estas condiciones sociales.
Por un lado, la migración laboral, el dinero, el crédito y las mercancías tienen una historia larga en la región, a pesar de, o quizás justamente debido a la separación que implicaba la organización en repúblicas de españoles y de indios en el período colonial. De alguna forma volvemos a la idea de Wolf acerca de la comunidad corporativa cerrada. Cómo él había indicado, esta forma de organización no es una entidad cultural en sí misma, sino el producto de una historia de conexiones y de intercambios24 , que implicaban la transferencia de recursos de las comunidades corporativas a otras instancias políticas y económicas, por la vía del tributo, las mercancías y el trabajo. La dualidad que emergía en el orden económico y social más amplio era resultado de estas formas coloniales de transferencias de autoridad y riqueza, lo mismo que las formas de gasto ritual y de ayuda mutua, que repercutían en ciertos límites a la diferenciación local, alimentando a la vez otras diferenciaciones y conexiones. Es decir, todo ello tiene un carácter más estructural que cultural, en palabras de Wolf (2001: 147-148), y por ello, cambian con la configuración de relaciones sociales.
Por otro lado, la dualidad se ha replicado en los estudios antropológicos cuando se buscan específicamente las formas locales de uso del dinero, como el estudio de Greenberg ya referido (aun cuando, como ya se mencionó, apunta también en otro sentido: es la manera local del capitalismo). En realidad, como lo advierte Appadurai (1991), el dinero siempre tiene formas diversas de uso. En el caso aquí presentado se enfatizan aquellas formas mucho más generales y explícitas: representación de valor, medio de intercambio y, sobre todo crédito25 . Es decir, más que enfocarnos solamente en las prácticas particulares, resaltando o analizando la singularidad del uso y significado del dinero, se propone que estas prácticas de manejo de recursos son expresión de la manera en que estas poblaciones participan en la amplia esfera del dinero, y por ello de la mercantilización y la proletarización.26 .
Adicionalmente, esta historia de las cajas y el dinero “al premio” nos hablan de una fase de transformación de estos procesos de mercantilización y proletarización, con características nuevas y diversificadas en el presente. En última instancia, lo que se busca mostrar en este texto sobre cajas es esa ambigüedad apuntada por Greenberg, pero en otro sentido, en aquel que ya tiene el dinero como medio de cambio, y en los efectos que eso puede tener. Siguiendo etnográficamente a las cajas es posible hacer preguntas sobre las formas en que la organización local (que nunca es otra, ni totalmente local, ni aislada) se transforma por los flujos provenientes del mercado de trabajadores, mercancías y símbolos (que no son del todo externos, ni otros), y al mismo tiempo, a las formas en que se produce y transforma localmente ese mercado (y a través de éste, el capitalismo contemporáneo)27 .
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Notas
* Doctor en Antropología social. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Sureste, México. Tema de especialización: antropología del poder. Correo electrónico: joseluisescalona@prodigy.net.mx
1 La información etnográfica aquí analizada alcanza hasta el año 2006 y fue producida en dos ejidos del municipio de Las Margaritas, en Chiapas, México. Un segundo artículo sobre el tema ofrecerá datos sobre los siguientes años.
2 La vida social en el sentido planteado por Appadurai (1991) aunque en este caso poniendo atención también en las semejanzas entre el uso específico y el uso más general o trascendente del dinero (lo que se discutirá al final de este artículo).
3 Es posible también que exista esta práctica en otras localidades de Las Margaritas y los municipios cercanos, y que no haya registros de ella en la literatura antropológica.
4 Al respecto, se puede mencionar nuevos “enganchadores”, que ofrecen llevar a los jóvenes directamente a un rancho en los Estados Unidos para trabajar. Desde el primer registro de ello, en el 2006, el pago ha fluctuado de 20 mil a 120 mil pesos (en 2018). Los contratistas son regularmente personas de la región que ya han ido y regresado, y por tanto conocen rutas y personas dedicadas al tráfico y contratación de jornaleros; o quienes tienen familiares o conocidos trabajando en los Estados Unidos. Por su parte, muchos de los trabajadores son jóvenes solteros, y algunos buscan ganar dinero para financiar los gastos que implica una petición de esposa (que incluye entrega de regalos y, desde hace algunas décadas, un pago en efectivo -ver Gómez, 2000).
5 Se habla, por ejemplo, del manejo de fondos de un comedor colectivo en Guadalupe Tepeyac (Estrada, 2007), de una caja para los fondos de apoyos de organizaciones internacionales (Barmeyer, 2009) y del manejo de las remesas de jóvenes que migran a los Estados Unidos, en un arreglo que les permitió viajar a cambio de hacer pagos para cubrir sus obligaciones en la comunidad (Aquino, 2009).
6 Para explicar esta distinción se hace, en las conclusiones, un contraste con el interés de otros estudios antropológicos en los significados locales del dinero (Greenberg, 2002).
7 Sobre este tema ver en especial un estudio comparativo en Rivera et. al. (2005), que incluye un capítulo sobre el ejido Saltillo, en Las Margaritas.
8 Un habitante de este ejido, que trabajó en ese tiempo en la recién creada oficina municipal de Asuntos Religiosos, detalló que el acuerdo escrito y firmado incluyó la renuncia expresa por parte de los conversos a cualquier pretensión de propiedad sobre el templo católico, así como sobre los objetos de la parafernalia ritual allí guardados (banderas, tambores, imágenes religiosas, bancas, etc.); al mismo tiempo, los obligaba a seguir contribuyendo con los demás compromisos con la comunidad.
9 En particular después de 1994, los programas de combate a la pobreza han llegado de manera regular, beneficiando a algunas familias de varios ejidos de la región. El municipio en su conjunto y la mayor parte de los municipios con población clasificada como indígena en Chiapas están catalogados como municipios de alta marginación. Según el Consejo Nacional de Población (un organismo del gobierno federal), en el 2000 Chiapas era el estado con el índice de marginación más alto del país (CONAPO 2001).
10 En Saltillo, por ejemplo, también se vivió una conversión religiosa entre algunas familias, más o menos al mismo tiempo que en Veracruz; sin embargo, los conversos fueron expulsados y sólo regresaron a vivir en un anexo del ejido, ubicado a varios kilómetros del asentamiento original. La administración comunitaria decidió mantener centralizado el manejo de las cajas y sólo con base en aportaciones por familias. Fue hasta 2012 que se flexibilizaron estas medidas y se aceptó paulatinamente la presencia de otros grupos religiosos. Poco después aparecerían las cajas con dinero “al premio”.
11 Antonio Gómez, quien también ha hecho etnografía en esta población, al leer el borrador de este texto me hizo una aclaración: En tojolabal existen dos términos: majan vs jel. Para el caso del maíz que refiere Ruz se aplica majan, y cuando deben de aplicarse intereses (oj a‘tijuk, ja‘ yuj oj alinuk), entonces es jel. En español la palabra “préstamo” se usa cuando se da dinero sin que genere intereses (mi oj a‘tijuk), “y supongo que cuando es con una tasa de..., se dice a ‘crédito’ pero no estoy seguro…”. Antonio Gómez agrega: “Actualmente, los que tienen paga, incluso dan dinero jel por hora/día/días (creo no debe pasar la semana) con algo así de $50.00 por mil” (Antonio Gómez, comunicación personal, enero 2019).
12 Para hacer una relación de la aparición de las cajas y su operación se consultó principalmente a quienes ocuparon cargos (a veces en más de un período) en el comisariado ejidal entre 1985 y 2006, principalmente Marcelino López y Mario Álvarez.
13 La unión de ejidos Yajk’achil B’ej era parte de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, en su fracción histórica, que a su vez apoyaba al Partido de la Revolución Democrática, que gobernaba el municipio en la primera década del siglo.
14 Sociedad de Solidaridad Social, que es un formato de organización para la operación de fondos de políticas públicas del gobierno federal de la época.
15 Sus miembros estaban más bien ligados a organizaciones del Partido Revolucionario Institucional.
16 Lo cual sólo ocurre con esos vecinos porque, a decir de los entrevistados, son los únicos que hacen lo mismo con los dueños de animales de otros pueblos.
17 En una ocasión se mencionó un caso en que se habían robado el dinero de una caja. El encargado de ella la encontró rota y vacía. Al final descubrieron que eran los mismos miembros del comité los que la habían robado. Un relato dice que, en asamblea, las autoridades dijeron que iban a descubrir fácilmente al ladrón y a enviarlo a la cárcel consultando en las computadoras de Zedillo (en ese momento era Ernesto Zedillo el presidente del país), pues allí se encontraba la información de todo. Fue entonces que el encargado de la caja confesó el auto robo.
18 Sobre este aspecto aparecerá un artículo próximamente.
19 Sobre este origen incierto de los pueblos llamados tojolabales de Las Margaritas, ver el estudio de Mario Ruz, En torno a los orígenes (1983: 23-60).
20 En un estudio reciente (Matus, 2018), se habla de cajas y créditos muy similares, pero con otra trayectoria, en una comunidad transnacional mixteca extendida en la ciudad de México, Veracruz y los Estados Unidos. Las cajas aparecieron ligadas a la celebración de santos católicos (San Juan y San Miguel). Para más detalles de estas cajas, consultar Matus (2018: 139-140).
21 Tema que será materia de otro artículo.
22 En un estudio entre campesinos paraguayos, por ejemplo, se analiza cómo las decisiones económicas no ignoran aspectos como la inversión y la renta, y cómo la intervención de aspectos como la solidaridad y moralidad supuestamente intrínseca a las relaciones de parentesco no tiene un peso tan definitivo, aunque entran en juego, con sus propios ritmos y ciclos (Ortiz, 2007).
23 Boundary objects son un tipo de objetos que están en los márgenes de dos o más mundos, y por ello tienen distintas interpretaciones y significados, sin embargo, aún con ello, permiten la cooperación entre personas ubicadas en distintos “mundos sociales” (Star y Griesemer, 1989; Star, 2010). La revisión a detalle de este argumento se realizará en otro artículo en preparación.
24 Viqueira lo señala así, para el caso de Chiapas: “Las autoridades coloniales dotaron a estos asentamientos de tierras y de instituciones territoriales (los barrios, parcialidades o calpules), políticas (el cabildo), religiosas (un santo patrón y varias cofradías) y económicas (la caja de comunidad) trasplantadas de la península ibérica, pero que los indios habrían de transformar para adecuarlas a su situación y a sus necesidades y para construir a partir de ellas nuevas formas de autogobierno, de jerarquía social, de solidaridad, de ayuda mutua y finalmente de identidad. No está de más señalar que en la región de Los Altos, los sujetos colectivos indígenas sobre los que se pretende legislar (chamulas, zinacantecos, cancuqueros, tumbaltecos, etcétera) son una creación de dicha política colonial. De igual forma, muchos de los “usos y costumbres” derivan directamente de las instituciones que fueron impuestas por los españoles” (Viqueira, 1999).
25 Para el tema de los usos del dinero, aparte del texto de Appadurai ya referido, se puede consultar también Marx (1976: 227-244) y Maurer (2006).
26 Maurer cuestiona directamente esta tendencia en la antropología de enfocarse en la búsqueda de diferencias entre el regalo y la mercancía, o en los usos y significados locales del dinero antes que en los efectos mismos del uso del dinero, no sólo por sus usos más generales, sino también por otros, como la cuantificación por precio y sus efectos en la vida cotidiana (Maurer, 2006).
27 Eso llevaría a preguntas sobre, por ejemplo, cómo se relacionan estos eventos con las formas actuales de flexibilización laboral y de compresión del tiempo-espacio del capitalismo apuntadas por Harvey (1990).