Tierra de emigrantes, tierra de destino: algunas historias de la identidad italiana y sus representaciones
Land of emigrants, land of arrivals: stories of Italian identity and its representations
Resumen: En este artículo se analizan tres representaciones de fenómenos migratorios que conforman los fundamentos aparentemente fijos e inmóviles de la identidad italiana. La investigación se desarrolla dentro de la actual reflexión sobre su condición poscolonial. Cada estudio de caso es introducido por una breve contextualización histórica. En el primer caso se examina una viñeta publicada en el diario de New Orleans The Mascot (1888) donde se representan a los emigrantes italianos en Estados Unidos. El segundo caso es la historia oral de Aida, mujer migrante, quien de un pueblo del Sur de Italia se trasladó a la capital después de la Segunda Guerra Mundial. Al final, se analizan algunos regímenes de representación de Mario Balotelli, futbolista italiano de ascendencia africana integrante del equipo nacional, en la copa mundial de 2014. El artículo está colocado en el ámbito de los estudios culturales.
Palabras clave: emigrantes, identidad, representación, postcolonialidad italiana.
Abstract: This article analyses three representations of migratory phenomena that shape the seemingly fixed and immobile cornerstones of Italian identity. The research is informed by the current reflection on Italian postcolonial condition. Each case study is introduced by a brief historical contextualization. The first case includes the analysis of a vignette devoted to Italian emigrants in the United States and published in the New Orleans newspaper The Mascot (1888). The second consists of the oral history of Aida, a migrant woman, who moved from a village in Southern Italy to Rome after the Second World War. Finally, this paper examines some regimes of representation of Mario Balotelli, Italian soccer player of African descent who is a member of the national team as well (Soccer World Cup 2014). Hence, this article aims to give a contribution to the field of cultural studies.
Keywords: emigrants, identity, representation, italian postcolonial.
En este artículo se analizan tres representaciones de fenómenos migratorios que conforman los fundamentos aparentemente fijos e inmóviles de la identidad italiana. En efecto, la investigación se desarrolla dentro de la actual reflexión sobre su condición postcolonial. Partiendo de allí, se examinan tres casos por medio de una labor antropológica relacionada con los estudios culturales, de donde emerge una condición histórica ambigua: por un lado, los italianos han sido un pueblo de emigrantes, internacionales e intranacionales, quienes experimentaron sobre su propia piel la experiencia de la diferencia, es decir, la condición de subalternidad; por el otro, actualmente, Italia se ha convertido en un país de destino para miles de inmigrantes que llegan de todos los continentes.
Cada estudio de caso está introducido por una breve contextualización histórica cuyo objetivo es evidenciar las articulaciones de los fenómenos migratorios. Al principio, se analiza una viñeta publicada en el diario de New Orleans, The Mascot (1888), la cual representa a los emigrantes italianos en Estados Unidos. El segundo caso es la redacción de una entrevista etnográfica a Aida, emigrante intranacional, quien después de la Segunda Guerra Mundial dejó su pueblo situado en la cordillera de los Apeninos para trasladarse a la capital. Al final, se analizan algunos regímenes de representación del futbolista Mario Balotelli que circularon en las redes sociales durante el Mundial de Fútbol del 2014, los cuales introducen a un sujeto emergente en el imaginario contemporáneo; en efecto, Balotelli es un jugador italiano de ascendencia africana integrante del equipo nacional.
Este artículo se coloca en el actual debate sobre los estudios postcoloniales en Italia, espacio de producción de conocimiento que ahonda en las categorías de identidad y diferencia, temas centrales en el presente. Síntomas de esta urgencia son los varios ataques racistas que han afectado a la sociedad civil italiana en los últimos años y llevado a la senadora Liliana Segre, supérstite del Holocausto, a solicitar la institución de una comisión parlamentaria contra el racismo y el antisemitismo.
En las últimas décadas, la cuestión de la identidad nacional se está repensando en relación con la remoción de la memoria del pasado colonial y de historias que han sido invisibilizadas en nombre de una homogeneidad cultural de la nación (Sinopoli, 2013; Derobertis, 2013). De hecho, bajo la guía de su clase política, también Italia tuvo un imperio colonial, aunque nunca haya alcanzado la dimensión geográfica y temporal de los otros colonialismos europeos. Entre 1890 y 1943 Italia colonizó, formalmente, Eritrea, Somalia, Etiopía, algunas regiones de Libia, las Islas Dodecaneso y Albania. Luego de la Segunda Guerra Mundial, con el Tratado de París (1947), el país renunció a su imperio (Romeo y Lombardi-Diop, 2014: 11). Actualmente, escritoras e intelectuales procedentes de las excolonias italianas escriben memorias de un pasado del cual no se ha hablado y que raramente es abordado en el sistema escolar. Son las mujeres descendientes de los pueblos colonizados quienes comparten, por medio de la literatura, una memoria olvidada; sin embargo, no se trata sólo de una arqueología histórica igualmente necesaria, sino que el paradigma poscolonial ha producido nuevas epistemologías a partir de sujetos antes invisibilizados (ídem: 2). Al respecto, Derobertis subraya que ya en las primeras décadas de la fundación del estado-nación italiano empezó el proceso de marginalización de todos aquellos que hubieran podido poner en crisis la artificiosa estabilidad de la identidad nacional: los meridionales, los colonizados, los hebreos y las mujeres (2013: 9). La crítica literaria Caterina Romeo añade: “La condición post-colonial debe, además, ser pensada en relación con los fenómenos de la globalización, las nuevas lógicas económicas que ellos imponen y los movimientos diaspóricos que estas lógicas colocan en movimiento”1 (2017: 14).
En los años noventa, ante la emergencia de un nuevo sujeto poscolonial representado en la cinematografía caribeña en Inglaterra, los negros afrocaribeños de la diáspora, Stuart Hall se preguntaba acerca de su función: “¿Es una práctica bastante diferente que implica no el redescubrimiento sino la producción de identidad, no una identidad cimentada en la arqueología, sino en el acto de recontar el pasado?” (2014a: 386). En fin, los tres casos analizados en este artículo develan subjetividades diaspóricas que forman parte de la identidad italiana, la cual no es un objeto cristalizado, sino más bien cuerpo vivo.
En Italia, las expatriaciones transoceánicas masivas empezaron en los años ochenta del siglo XIX, hasta llegar al punto máximo en la etapa entre 1906 y 1910, cuando dejaron el país alrededor de 3,256,438 personas (Villari, 2001: 2). Esta fue la primera oleada de emigración italiana: en total diecisiete millones de personas se desplazaron en el mundo. De ahí, este fenómeno social se desarrolla en coordenadas históricas que se delinearán brevemente en las líneas siguientes.
En 1861 la unificación de Italia se iba desarrollando bajo la guía de Víctor Manuel II de Saboya, último Rey de Cerdeña y primer Rey de Italia. Por siglos la península había estado fragmentada en distintos estados, pero de ahora en adelante se convertiría en un único Estado-nación. En el proceso de unificación faltaba aún Roma, la región del Lacio y el Véneto que serían integradas más adelante. Los primeros años de vida del nuevo Estado fueron difíciles en todos los ámbitos. La población padecía de una tasa media de analfabetismo del 78% (Sabbatucci y Vidotto, 2004: 284). En los antiguos territorios del Estado pontificio, en las regiones meridionales y en las islas que habían sido gobernadas por la Casa de Borbón, el analfabetismo llegaba al pico máximo de 90% (ídem: 284). Los dialectos, a saber, las lenguas regionales, eran utilizadas en la vida cotidiana también por la minoría culta.
La mayoría de los italianos vivía en zonas rurales que configuraban el territorio en tres áreas socioeconómicas predominantes, pero no exclusivas. En el norte, y especialmente en el área de la Llanura Padana, se habían desarrollado, desde el final del siglo XVIII, empresas agrícolas modernas que seguían criterios capitalistas. En las regiones centrales todavía estaba vigente el sistema de aparcería: en cada hacienda de pequeña y media dimensión, los colonos cultivaban la tierra del dueño y, a cambio del alquiler, tenían que entregarle la mitad de la cosecha. En el sur de Italia y sus islas el sistema económico que prevalecía era el latifundio: inmensas extensiones de tierra en manos de pocos dueños, en aquellas áreas la relación económica se fundamentaba en el pago en especie (ídem: 285). En general, las condiciones de vida de los campesinos eran muy duras, vivían al límite de la subsistencia. Sus alimentos básicos eran pan y legumbres. Moraban en pequeñas casas precarias, muchas veces los hogares eran chozas y grutas que compartían con los animales.
Sin embargo, el mundo rural nunca fue inmóvil y cerrado, puesto que su economía no era autosuficiente, por lo tanto, los campesinos tenían diferentes oficios y se desplazaban de acuerdo con las estaciones dentro de los confines regionales y más allá; por ejemplo, los campesinos del Véneto se empleaban en el sector de la construcción del Reino de Austria (Bevilacqua, 2005:5-6). Los primeros políticos del nuevo estado, en su mayoría septentrionales, desconocían esta realidad (Sabbatucci y Vidotto, 2004: 286). Además, en las regiones del Sur la población guardaba un profundo malestar hacia “los conquistadores” de Piemonte y el nuevo orden político (ídem: 286) porque la condición de pobreza que les afectaba no había mejorado con la unificación. En efecto, en las regiones meridionales los problemas agrarios no se habían resuelto. No fueron entregadas a los campesinos las tierras prometidas, además de que fueron abolidas las tierras comunales que les proveían maderas y otros servicios básicos, tampoco benefició a las familias necesitadas la venta de propiedades de la Iglesia por parte del Estado, ya que estas tierras fueron englobadas en los inmensos latifundios de pocos dueños (ídem: 286).
La unificación de Italia fue un reto largo y doloroso. Los políticos impusieron una política fiscal que produjo aún más malestar en la población; entre todas las medidas, es necesario mencionar la tasa sobre la molienda (1868-1884), a saber, la tasa sobre el pan, alimento fundamental para la colectividad. Además, en las últimas décadas del siglo XIX, la crisis agraria afligió a todo el continente europeo por la llegada del trigo que procedía de las Américas, que tenía un precio más competitivo gracias a que las nuevas tecnologías habían reducido los costos de transporte. El mercado nacional entró en una profunda crisis. Asimismo, la agricultura del continente fue dañada por varias patologías, por ejemplo, la filoxera destruyó la viticultura en Francia y en varios países europeos. También el sector de la manufactura doméstica y el oficio de los artesanos vivieron una decadencia. Mientras tanto, el número de la población crecía en Italia, de 18 millones de personas en 1801 se pasó a más de 32 millones en 1901 (Bevilacqua, 2005:10). Estas son algunas de las condiciones regionales, nacionales y globales que impulsaron la primera emigración de masa italiana.
En el periódico de New Orleans, The Mascot, en la viñeta “Regarding the Italian Population” (1888), hay una representación de los emigrantes italianos en Estados Unidos. En esta fase histórica, los emigrantes llegaban primordialmente de las regiones meridionales, huían del empobrecimiento que había sido producido por la crisis agraria europea y las políticas fiscales del Estado italiano. Ellos tenían un objetivo concreto, ganar dinero para poder comprar una parcela de tierra o pagar deudas y rescatar el propio terreno expropiado (De Clementi, 2005: 37). La experiencia de emigración trajo también una transformación cultural en la sociedad de procedencia: hubo una mejora en la tasa de alfabetización. De hecho, la población quería aprender a escribir y leer para poder entrar a Estados Unidos, puesto que, según las leyes americanas (Literacy Test, 1917), ser alfabetizado era un requisito indispensable (Bevilacqua, 2005:18-19).
La viñeta se compone de tres imágenes acompañadas por descripciones didácticas (Ilustración 1). En la primera escena, el historietista dibuja a los emigrantes italianos que atestan las banquetas de la ciudad, dificultando el camino a los transeúntes: “A nuisance to pedestrians” (Una molestia para los viandantes). Los historiadores Stella y Franzina afirman que en muchos periódicos de aquella época a los italianos se les representaba como vendedores ambulantes que importunaban a los ciudadanos anglosajones laboriosos: en muchas viñetas de periódicos los emigrantes tocaban organillos acompañados por niños que pedían limosnas con un mono o un ratón amaestrado (Stella y Franzina, 2005: 223). En la segunda escena, el viñetista dibuja sus viviendas temporales, espacios hacinados: “Their sleeping apartments”. La prensa estadounidense, australiana y del norte Europa calificó aquellos lugares como “un vivero de enfermedades físicas y sociales” (ídem: 220). El estereotipo del deterioro higiénico, sanitario y moral de los italianos, subrayan los autores, ha sido uno de los más humillantes.
Ilustración 1. Algunas viñetas sobre emigrantes italianos
Fuente: https://www.ilpost.it/2015/06/15/la-vignetta-razzista-anti-italiana-del-1888/
En la última escena se representa a un grupo de italianos que pelean entre si con cuchillos y palos, la didascalia es muy irónica: “Afternoon’s pleasant diversions” (gratas diversiones de la tarde). El apodo más infamante era “dago” que según la tesis más acreditada sería la latinización del término inglés dagger, cuchillo o puñal (ídem: 225). En la sección anterior hay dos imágenes cuya finalidad es proponer formas con ellos: en la primera se sugiere encerrarlos en jaulas y luego tirarlos al mar. En la segunda viñeta, notamos unos policías que con palos en las manos arrestan a los italianos y los meten a un carro: “The way to arrest them” (La forma de arrestarlos). Este parece ser el final feliz para las sociedades de acogida frente a los italianos, quienes encarnan la condición de subalternidad.
Desde el final del siglo XIX se les representaba como violentos, demasiado pasionales, subversivos, delincuentes, personas de sangre impura, no blancos, eran “the olive-skinned people” (la gente de color aceitunada) (ídem: 219). Pertenecían al sur de Europa, además la mayoría de ellos eran campesinos, analfabetos y cuando se trasladaban a Alemania, Inglaterra o Estados Unidos, eran fácilmente discriminados por el mundo desarrollado, el norte de Europa y de América. Estas viñetas cargadas de estereotipos incitaban a una limpieza étnica.
A pesar de ser la imagen predominante, no fue la única. A San Francisco, los italianos llegaron durante la primera mitad del siglo XIX, atraídos por el descubrimiento de yacimientos de oro, luego decidieron quedarse y se insertaron en la sociedad. En el periódico San Francisco Chronicle se encuentra otra imagen de la comunidad italiana y de sus barrios, “Little Italy” (Pequeña Italia): estos eran considerados emprendedores y dedicados al trabajo honesto (Ðurić, 59: 2010). Sin embargo, es una imagen minoritaria, no olvidamos que, en 1924, con la ley Johnson Act, se reducía drásticamente la posibilidad de ingreso a tierra estadounidense, las cuotas mayoritarias eran para los emigrantes del norte de Europa.
Los emigrantes reaccionaron a su condición de subalternidad participando en múltiples movimientos sociales: socialistas, católicos, anárquicos, sindicales. Donna Gabaccia y Franca Iacovetta han evidenciado la agencia de las emigrantes italianas de primera y segunda generación en Estado Unidos, que rompen el estereotipo femenino de pasividad. En varias ocasiones, por ejemplo, en 1919, en la industria de confección Waist and Dress Industry, las trabajadoras organizaron huelgas para exigir mejores condiciones laborales, se inspiraban en la legislación italiana para madres trabajadoras de 1912 (Vezzosi, 2005: 212).
Durante la Segunda Guerra Mundial, con la firma del Armisticio entre las fuerzas Aliadas y el gobierno italiano guiado por Pietro Badoglio, quien había sustituido a Benito Mussolini después de su derrota, Italia se encontraba dividida en dos áreas y a la merced de una guerra civil. En el norte, el Duce y los nazis habían constituido la Repubblica Sociale Italiana. En el sur, se había refugiado la Casa Real y el nuevo gobierno. Este periodo fue uno de los más obscuros: la población padeció la venganza de los nazis y fascistas por el cambio de bando inesperado.
En 1943 las fuerzas partisanas antifascistas constituyeron el Comité de Liberación Nacional (CLN), órgano provisorio cuyo objetivo era coordinar las acciones de los grupos partisanos que se habían formado para liberar el territorio de los nazi-fascistas. La partisana romana Luciana Romoli (2010) recuerda la participación de las mujeres en la Resistencia a nivel local y nacional; en su barrio, Casal Bertone, los nazi-fascistas habían confiscado los hornos, las madres, frente a la continua falta de harina y pan, tuvieron que organizar asaltos para acceder a ellos. Apoyadas por las fuerzas partisanas, las señoras lograron varias veces tomar estos alimentos básicos, que luego dividirían entre todas las familias, sin olvidar aquellas más necesitadas. Lamentablemente, diez integrantes del grupo fueron capturadas y fusiladas. El evento histórico se recuerda como La masacre del Puente de la Industria (Romoli, 2010). Mientras tanto, los Aliados habían llegado a Sicilia, la operación fue exitosa y comenzaron a avanzar en la península hasta alcanzar las regiones centrales y liberar Roma en junio de 1944.
Las consecuencias de la guerra fueron dramáticas: la muerte, el hambre, el genocidio perpetrado contra el pueblo judío, la destrucción de las urbes, la desocupación, la inflación galopante, entre otros tantos padecimientos. En el norte, después de la caída de Mussolini, algunos expartisanos no querían dejar las armas y se hacían justicia por ellos mismos; en el centro-sur los campesinos invadían latifundios y, a pesar de la voluntad del Estado de reglamentar la situación, fue muy difícil regresar a un orden social (Sabbatucci y Vidotto, 2004: 253). En el referéndum del 2 de junio de 1946 la población eligió su forma de gobierno entre la monarquía y la república. Por primera vez las mujeres pudieron ejercer su derecho al voto. En esta ocasión, la población eligió también a los miembros de la Asamblea Constituyente, quienes redactaron una nueva constitución. Luciana Romoli recuerda aquellos días: “[...] era necesario dar un nuevo rostro a Italia, para hacerlo era necesario dar vida a una nueva ley compartida por todos, todos aquellos que habían participado en la Resistencia”2 (2010: 9).
En el período de la posguerra, la fuerza política predominante fue la Democracia Cristiana, que optó por seguir la línea filo-estadounidense. De hecho, el país pudo reconstruirse gracias al apoyo económico del Plan Marshall. Luciana Romoli narra que con el principio de la guerra fría llegó la excomunión para los comunistas (1949), quienes no podían acceder a la iglesia católica; esta medida afectaba, mayormente, a las mujeres. Sin embargo, la partisana testimonia la solidaridad que hubo entre las militantes de la Federación Juvenil Comunista Italiana (FGCI) y las chicas de la Acción Católica. Juntas superaron los muros ideológicos y sentadas en los peldaños de la iglesia, cantaron los himnos sagrados y las canciones partisanas (2010: 10-11).
Entre los años 1950 y 1960 el país vivió una fase de desarrollo sin precedentes, denominada “El boom económico”. En este periodo, cerca de siete millones de italianos se marcharon al extranjero, las metas eran predominantemente países europeos, en particular Alemania y Suiza (Villari, 2011: 2). Al mismo tiempo que se daban las migraciones internacionales, entre 1955 y 1975 miles de personas dejaron las zonas rurales del sur de Italia para trasladarse en las ciudades del centro y del norte. Más de cuatro millones de personas, principalmente meridionales y originarios de pueblos rurales, decidieron buscar fortuna en las ciudades septentrionales, donde se empleaban en las fábricas del triángulo industrial (Padua, Milán y Génova). Fue un éxodo rural, los trabajadores eran atraídos por sueldos más altos en la nueva sociedad de consumo. La población de Turín, ciudad natal de la fábrica de la FIAT, marca italiana de automóviles, creció en 40%. El crecimiento de las urbes sin control del Estado provocó especulación inmobiliaria y desorden urbano.
Villari subraya que estos desplazamientos de población impulsaron procesos de urbanizacion e industrialización, favoreciendo un desarrollo económico en el país (2011). La migración interna de aquel periodo tenía una característica, “Se trataba, en la mayoría de los casos, de proyectos migratorios a largo plazo: muchos de los emigrantes meridionales que se establecieron en el norte de Italia no regresaron nunca más a vivir en su lugar de origen, excepto para visitar a sus familiares y transcurrir breves periodos de vacaciones”3 (Villari, 2011: 2). Además, la integración de los emigrantes internos no fue fácil: “[…] muchos de los estereotipos que, hoy en día, se atribuyen a los inmigrantes extranjeros (desde primitivismo y falta de educación, hasta suciedad, violencia y propensión a delinquir) eran, en aquellos años, atribuidos a los meridionales”4 (Pugliese, 2010: 55).
En seguida se presenta la historia oral de Aida, que se coloca en la emigración intranacional. La señora teje un testimonio cuyos acentos memoriales evocan el sabor de una carta personal. Por medio de entrevistas etnográficas, efectuadas durante un año, emerge una experiencia de emigración que atraviesa y conforma la historia italiana.
Aida participa en el proceso de investigación, sus palabras tienen un fin, conservar la memoria y transmitirla a las nuevas generaciones; su narración tiene oyentes, los familiares, en particular su hija adoptiva. Aida es una migrante interna que en los años sesenta del siglo pasado, de un pueblo rural del sur de Italia, se trasladó a la capital; la señora es también una migrante lingüística, su lengua materna no es el italiano, la lengua nacional, más bien ella aprendió a nombrar el mundo en una lengua oral que no tuvo lugar en el proceso educativo formal.
Emigrar de la Italia meridional significaba cargar con todos los estigmas de la tierra, entre ellos ser pobre y analfabeta. Estas son representaciones que se diluyeron con el pasar de los años, pero no desaparecieron totalmente: los meridionales eran considerados italianos, pero de segunda clase. Se necesitaba de ellos como mano de obra para las fábricas. La historia nacional se veía como una línea progresiva: del campo a la ciudad, del subdesarrollo del sur al desarrollo del centro y del norte de Italia, de los dialectos orales a la lengua nacional escrita; había que despojarse de la tierra y del pueblo, había que convertirse en ciudadano urbano.
En aquella foto, fijada bien en la pared, estábamos nosotras hace más de treinta años. Yo vestía de negro porque tu abuela ya no estaba en este mundo. Tú tenías un año y unos meses. Caminábamos en el bosque de Montemarano, te cargaba para que conocieras mi tierra. En primavera, el aire es cristalino en el pueblo. Montemarano está rodeado por bosques. La aldea se erige en la cumbre de un monte que pertenece a la cordillera de los Apeninos. Estamos en la región de Campania. Estamos en el sur de Italia. No sé en qué año se fundó el pueblo y cómo llegamos hasta la cumbre. Lo siento. Seguramente, su historia está escrita en algún libro.
Nací en el año 1940. Soy la penúltima de siete hijos. Algunos años después de mi nacimiento empezó la Segunda Guerra Mundial. No tengo recuerdos de aquel periodo, pero mi familia me contó algunas cosas. Había tanto miedo de alguna invasión y de bombardeos que mi padre decidió que saliéramos del pueblo y nos escondió en el bosque, ahí nos quedamos por un tiempo. Un día, unos carros extranjeros subieron al pueblo, manejados por hombres de ojos azules.
Mi madre me contó que, cuando llegaron los alemanes, aquel día los paisanos asustados les dieron de comer y ellos se robaron unas gallinas y otra comida. Todo el mundo tenía miedo. Los hombres de ojos claros se quedaron un rato más y se marcharon. La vida siguió como siempre. Nadie ocupa un pueblo como el nuestro, olvidado entre las montañas, ciertamente a causa de la guerra no había productos en las tiendas. En aquel periodo aprendimos a comer “soricignoli”, así le decimos en dialecto, el nombre en italiano sería “puerquitos de la India”. Los teníamos en unas cajas de madera. Estos animalitos se reproducían con rapidez y tenían el mismo sabor de la carne de conejo. La vida siguió, tu abuela Inmaculada se dedicaba a la casa, nos cuidaba, y tu abuelo iba a trabajar la tierra con nosotros. A los cincos años yo cargaba a mi primo en la espalda.
Trabajar la tierra es fatigoso. Éramos aparceros, lo que significa que la tierra no era nuestra. Pertenecía a un dueño, nosotros la trabajábamos y teníamos que pagarle el alquiler con los productos que cultivábamos o con dinero. Salíamos en la mañana temprano y regresábamos en la tarde. Todos los hijos íbamos, menos mi madre que se quedaba en la casa. Te repito, trabajar la tierra es fatigoso. A mí, me hacían recoger leña en el bosque. Y a la hora de la comida, tu abuela llegaba con el almuerzo: frijoles, patatas, pasta. Comíamos lo que producíamos. Ella desplegaba una tela bien gruesa en el suelo, sacaba dos platos y ahí comíamos todos en el mismo plato.
En aquel tiempo, en el pueblo no existía la política. Se empezó a hablar de política después de la guerra, cuando nació la República y las mujeres pudieron votar por primera vez. Tu abuela no sabía escribir, por este motivo puso un signo en la ficha electoral. Pero nuestra política era sencilla. En Montemarano teníamos solamente dos partidos dirigidos por las dos familias ricas: la familia Orologio y la familia Gallo. La primera era comunista y la segunda apoyaba a la Democracia Cristiana. Nosotros siempre votábamos por la Democracia Cristiana.
A los quince años conocí el mar. Fuimos a Nápoles con el grupo de la Acción Católica. El mar era una mancha azul infinita, no podía alcanzar a ver sus límites. La primera cosa que hice fue acercarme a la orilla, meter las manos en el agua y beber un tantito. El agua era cristalina. Quería saborearla y probar si de veras era salada como me habían contado.
La mayoría de los paisanos emigró a la capital, algunos se fueron a Alemania, otros a Inglaterra y América. Mi hermano Alberico, el mayor, decidió partir para la “América piccirilla”, así le dicen en dialecto, es la “América pequeña”, la América del Sur. Pues la América grande es la del Norte, los Estados Unidos y Canadá. Después de la guerra, Tío Alberico tomó la nave trasatlántica en el golfo de Nápoles y llegó a Uruguay después de dos meses de viaje. No se enriqueció, trabajaba como albañil, se construyó una casa humilde y se casó con una muchacha de ascendencia italiana.
Nosotros emigramos a la capital para estar mejor, para tener más posibilidades de trabajo. Queríamos tener una casa en propiedad. En el pueblo no había futuro. Antes se fue mi padre con mi hermano, se emplearon como jornaleros en el campo que forma la orilla de Roma. Cuando ellos se acomodaron, emigramos nosotras, tu abuela y yo. Roma no es como la ciudad de Milano o Torino. A la gente del norte nunca le cayó bien la gente del sur, pero somos nosotros los que, con nuestro trabajo, hicimos ricas aquellas regiones. Tampoco en Roma fue tan fácil, no hablábamos el italiano y nadie nos entendía. Llegábamos del pueblo, éramos paisanos.
Yo terminé los estudios en una escuela nocturna para adultos. Mis compañeros eran originarios de muchos pueblos del sur de Italia, tenía tres compañeras de Montemarano, algunos también habían nacido en Roma, pero no pudieron estudiar en su infancia y ahora entraban en el salón de clase por primera vez. Después del trabajo, a las siete de la noche, me iba a estudiar a la escuela. Era necesario sacar este papel, el título, para tener un mejor trabajo.
A los ochenta años tu abuela murió, vivíamos en una de las tantas periferias de la capital. Ya teníamos casa de nuestra propiedad. Yo recién te había traído de los Andes de Perú. Fui la primera mujer de mi familia en tomar el avión. Ella te pudo conocer antes que le crecieran las alas y se marchara para siempre. Tu abuela nos había dejado dicho que su cuerpo tenía que regresar al pueblo. Era una obligación. Cumplimos su último deseo. De la gran ciudad viajamos hacia las montañas de Irpinia, regresamos al sur, en aquel viaje de despedida a mi madre, tú también nos acompañaste.
“Vivir una sola vida / en una sola ciudad, / en un solo País, / en un solo universo, / vivir en un solo mundo / es prisión”5. El autor de estos versos es Ndjock Ngana Yogo (1989: 18), migrante de Camerún que llegó a Italia en 1973. En la década de los setenta el país se descubrió también tierra de inmigración; la emigración no había terminado, aunque ya no era un fenómeno de masa (Pugliese, 2002). A continuación, se plantea una breve contextualización del fenomeno de la inmigración actual que ha tocado al continente europeo y, en particular, el territorio italiano.
Como vemos, el mundo actual está caracterizado por desequilibrios económicos y demográficos: el crecimiento cero de la población en Europa, la circulación constante de la información, el incremento de movimientos migratorios desde las zonas más empobrecidas hacia las zonas más ricas del planeta. La cantidad del flujo de migrantes es difícilmente cuantificable, pues una parte considerable de este fenómeno se desarrolla de forma clandestina (Sabbatucci & Vidotto, 2004: 363). Su carácter incontrolable ha provocado en las sociedades de llegada distintas reacciones. Por un lado, la izquierda y la iglesia católica han evidenciado los aspectos positivos: los migrantes no sólo aportan fuerza-trabajo para el desarrollo de Europa, ellos contribuyen con sus culturas en la construcción de una sociedad abierta y multicultural. Por el otro, “[...] el fenómeno migratorio ha suscitado respuestas de ansiedad y repulsión (con picos de verdadera xenofobia), dando cuerpo al antiguo miedo de Occidente de verse, físicamente, sumergido por oleadas de pueblos más numerosos y, demográficamente, más activos que ellos”6 (ídem: 363). Por consiguiente, Sabbatucci y Vidotto plantean que esta presunta amenaza ha producido la tendencia al redescubrimiento y a la defensa celosa de las identidades nacionales y religiosas (ibídem).
Antes de 1973, los migrantes en Italia se empleaban sobre todo en el sistema industrial fordista, luego del parteaguas, que ha marcado el principio de la fase postfordista, ellos empezaron a emplearse en el sector terciario, por ejemplo, en los servicios de cuidado a las personas y en el sector informal de la economía (Pugliese, 2010: 81-82).
En 1973 ocurrieron dos eventos: la primera crisis del petróleo y la inauguración de políticas restrictivas en Europa sobre la inmigración. En nuestros días, las regiones de procedencia de los grupos mayoritarios son los países de Europa del Este y la región del Maghreb. En fin, Pugliese delinea algunas características del fenómeno actual que lo diferencian de las emigraciones italianas del pasado:
La nueva inmigración que procede de países del Tercer Mundo se caracteriza, además de por una elevada presencia femenina, también por la incidencia a veces considerable de personas con título de estudio (piénsese en la primera inmigración filipina en Italia). Además, los inmigrantes no proceden únicamente de zonas rurales, sino, muy a menudo, de las grandes ciudades del Tercer Mundo”7 (2002:84).
En 2014 se celebró la Copa Mundial de fútbol en Brasil. En aquella ocasión, el equipo italiano salió prontamente de la competencia. Aquel año un jugador de ascendencia africana jugaba en el equipo nacional. Mario Balotelli nació en Italia de padres migrantes que procedían de Ghana, en seguida fue encomendado a una familia italiana por el Tribunal de Brescia. Balotelli debió de esperar hasta cumplir los dieciochos años para solicitar la ciudadanía italiana debido a que la familia italiana no lo había adoptado legalmente y, en Italia, la ciudadanía no se adquiere por jus soli, o sea, por el derecho del suelo que implicaría el lugar de nacimiento de la persona, sino por jus sanguinis, a saber, ser hijo o descendiente de ciudadanos italianos.
Ilustración 2: Mundial 2019 (izq.) y escrito anónimo (der.).
Fuente: https://it.wikipedia.org/wiki/Mario_Balotelli (izq.) y https://www.atripaldanews.it/2010/09/21/cosi-non-va-balotelli-non-sei-italiano-scritta-razzista-contro-il-calciatore/ (der.).
Al principio de los Mundiales, los medios de comunicación lo representaron como un héroe, una perla negra que nos habría llevado a la victoria por sus potencialidades físicas, hasta le pusieron un apodo, “Súper Mario” (Ilustración 2). Después de la derrota, rápidamente, el jugador se volvió un mito fracasado. Al salir de la competencia empezaron a llover acusaciones públicas en su contra. Videos, escritos murales y comentarios racistas circularon en las redes sociales.
En Roma, un anónimo, quien se firmó con la cruz céltica, símbolo de los grupos neofascistas, escribió: “Balotelli, tú no eres italiano”.
Entonces, el jugador decidió escribir una carta, públicada en las redes sociales:
Soy Mario Balotelli, tengo 23 años y no he elegido ser italiano. Lo quise fuertemente porque nací en ITALIA y siempre he vivido en ITALIA. Me comprometí fuertemente con este Mundial y estoy triste, enojado y desilusionado conmigo mismo. Sí, quizás podría haber hecho gol a Costa Rica, tienen razón, ¿y luego? ¿Cuál es el problema? Tal vez ¿Ésto es lo que todos quieren decir? La culpa no la descargo sólo en mí, porque Mario Balotelli dio todo por el equipo nacional y no se equivocó en nada (a nivel de carácter), por lo tanto, busquen otra excusa, porque Mario Balotelli tiene la conciencia tranquila y está listo para seguir adelante más fuerte que antes y con la cabeza alta. Orgulloso de haber dado todo por Su país. O quizás, como dicen ustedes, yo no soy italiano. Los africanos jamás se sacarían de encima a un hermano suyo. En esto nosotros los negros8, como ustedes nos llaman, estamos años luz por delante de ustedes. VERGÜENZA no es que alguien pueda errar un gol o correr menos o correr más, VERGONZOSAS SON ESTAS COSAS. ¡Italianos verdaderos!9 (La Repubblica Sport, 2014).
Ilustración 3: Fotomontaje.
Fuente: https://bari.repubblica.it/cronaca/2014/06/26/foto/balotelli_nei_campi_di_pomodoro_fb_insorge_per_il_fotomontaggio_razzista-90108970/1/#1
Las críticas no terminaron, sino aumentaron de intensidad y violencia. Empezaron a circular dos imágenes en las redes sociales, dos fotomontajes que representan a Balotelli como un inmigrante africano, es decir, un trabajador extracomunitario, Balotelli como jornalero del campo. En esta imagen (Ilustración 3), el campeón recoge los tomates, su cuerpo asume una postura de sumisión. Estos son los trabajos mal pagados que desempeñan los inmigrantes africanos irregulares en Italia, presencias fantasmales y sin derechos que contribuyen al desarrollo de la economía italiana y están luchando por su existencia.
¿Cómo leer este conflicto que surgió en las redes sociales? Para empezar, llama la atención que la primera arma utilizada para degradar al jugador fuera negarle la ciudadanía italiana, deshacerse de él, simbólicamente, del espacio público. De los más de once jugadores del equipo sólo su cuerpo “negro”, inconforme y fuera de lugar carga la “culpa” de la derrota nacional. La carta de Balotelli toca una cuestión central: el discurso racista en Italia. En particular, sobresale el tono de justificación que utiliza el jugador a la hora de escribir, él tiene la obligación ante la opinión pública de declarar su “italianidad” y defenderla con argumentos válidos: “Soy Mario Balotelli, tengo 23 años y no he elegido ser italiano. Lo quise fuertemente porqué nací en ITALIA y siempre he vivido en ITALIA” (La Repubblica Sport, 2014).
En segundo lugar, en el discurso sobresale la dicotomía entre una cultura “negra” apasionada, imaginada, cuya base sería la hermandad y una cultura occidental, ahora representada por la italiana, individualista. Balotelli expresa una necesidad de redescubrimiento y afiliación a una identidad colectiva propia del subalterno que podemos encontrar también en la diáspora afrocaribeña en Inglaterra, descrita por Stuart Hall, una necesidad “orientada por la esperanza secreta de descubrir más allá de la miseria de hoy en día, más allá del desprecio de uno mismo, de la resignación y de la abjuración, una era bella y espléndida cuya existencia nos rehabilita con respecto a nosotros mismos y a los demás” (Hall, 2014a: 386). También, Hall evidencia que esta fase de investigaciòn “apasionada” tiene su importancia:
En ningún momento debemos sobrestimar o abandonar la importancia del acto de redescubrimiento imaginativo en que se produce esta concepción de una identidad esencial redescubierta. Las “historias ocultas” han jugado un papel crítico en el surgimiento de muchos de los movimientos sociales más importantes de nuestros tiempos: feministas, anticolonialistas y antirracistas (ibídem).
Balotelli se incluye en el grupo humano que algunos italianos denominan “negros”, él puede verse con los ojos del racista por medio de la doble conciencia, aportación epistemológica introducida por W. E. B. Du Bois (1907). El jugador reconoce su negritud. A este propósito, es imposible no mencionar la frase de Frantz Fanon: “El pecado es negro como la virtud es blanca” (2009:131). Al final de la carta, el jugador construye un concepto interesante para definir a sus críticos más feroces: “italianos verdaderos”. ¿Qué significa ser italiano? ¿Quiénes son los “italianos verdaderos”? Desde el punto de vista del jugador, los “italianos verdaderos” son aquellos que ejercen una lógica instrumental hacía “los negros”, aquellos que se encierran en su supuesta “blancura”, también imaginada. “¡Cochino negro! O simplemente ¡Mira un negro!” escribía Frantz Fanon en Piel negra y máscaras blancas (2009). En la carta, Mario Balotelli repite su nombre como si fuera un rito taumatúrgico de la identidad, cumple un acto de apropiación de aquel nombre tan italiano que contrasta con su cuerpo “negro”.
Los dos fotomontajes muestran algunos regímenes de representación a los cuales están sometidos estos cuerpos irregulares o en vía de regularización; observamos en ellos una racialización del trabajo, la colonialidad del poder (Quijano, 2000): “los negros” aceptados en la sociedad de acogida, mejor dicho, tolerados, son los jornaleros africanos sin derechos que trabajan la tierra. Ellos desarrollan un papel productivo en la máquina-nación, son útiles para la economía a pesar de ser indocumentados. Si Balotelli hubiera corrido más, si hubiera hecho más goles, habría cumplido su función y nadie le hubiera quitado la ciudadanía italiana, nadie le hubiera tratado como se trata a un “negro”.
Una mano invisible y anónima se apropia de su cuerpo y lo recoloca ahí donde siempre había tenido que quedarse, en el último peldaño de la jerarquía racial y laboral de la sociedad italiana. Estas manos que son guiadas por un conocimiento sobre el “otro”, es decir, sobre la “diferencia” construida por una mirada racista, obedecen a la misma lógica del discurso pronunciado por Arthur James Balfour ante la Cámara de los Comunes en el año 1910, que legitimaba la presencia colonizadora inglesa en Egipto. En Orientalismo (2008), Said reflexiona sobre esta disertación colonial: Nosotros, los ingleses, los dominamos porque los conocemos y nuestra forma de conocer es la única válida, gracias a nuestro conocimiento legitimado ustedes existen. Said añade: “Conocer así un objeto es dominarlo, tener autoridad sobre él, y autoridad aquí significa, para «nosotros», negarle autonomía al país oriental, porque nosotros lo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal y como nosotros lo conocemos” (2008: 59).
Las manos “conocedoras” que crearon estos fotomontajes y las miradas que aprobaron su existencia y los aceptaron riéndose, se apropiaron de una persona, llevaron a cabo una cosificación, un acto colonial cuyo objetivo es ridiculizar el heroísmo perdido de un campeón y conducirlo a lo que, en realidad, es en Italia: un “negro”, inmigrante y extracomunitario.
Recientemente, Liliana Segre ha solicitado la constitución de una Comisión parlamentaria de orientación y control sobre los fenómenos de intolerancia, racismo, antisemitismo e instigación al odio y violencia. Muchos acontecimientos indican su urgencia, entre otros tantos, las centenas de amenazas de muerte que la senadora vitalicia, supérstite del campo de concentración de Auschwitz, recibe en las redes sociales. Situación que ha sido denunciada por el Observatorio de Antisemitismo, organismo de la Fundación Centro de Documentación Hebrea Contemporánea en Milán, cuyo papel es desarrollar una acción constante de monitoreo y estudio del fenómeno del antisemitismo en Italia. Mientras Liliana Segre presentaba esta propuesta de Ley en el Parlamento, Balotelli sufrió un nuevo ataque racista en el partido Verona-Brescia, acto que tuvo consecuencias legales.
En este punto, quisiera mencionar un acontecimiento cuyas peculiaridades pueden ayudarnos a analizar estrategias para superar la estereotipación. Hace un año, en el estadio San Siro, en Milán, se levantaron coros racistas en contra del futbolista de Nápoles, Kalidou Koulibaly. Por la gravedad del hecho, al día siguiente diversos órganos deportivos demostraron su solidaridad al deportista. En particular, el alcalde de Milán pidió una disculpa pública al jugador, en nombre de la ciudad, por haber sufrido un ataque de racismo. Kalidou Koulibaly, jugador de doble nacionalidad, francesa y senegalesa, respondió en las redes sociales con un mensaje: “¡Lo siento por la derrota y sobre todo por haber dejado a mis hermanos del equipo! Pero estoy orgulloso de mi color de piel. De ser francés, senegalés y napolitano: ser humano”10.
Si el color de la piel se convierte en un límite doloroso en el caso de Balotelli, si la procedencia racializada de los emigrantes italianos en el territorio nacional y en el extranjero se volvió un muro, las palabras de Kalidou Koulibaly indican la posibilidad concreta de atravesar el límite y derrotar los bordes del racismo: la identidad puede acoger más culturas, más lenguas y más lugares. Para Édouard Glissant, pensador de la isla Martinica, más que de una identidad única, necesitamos hablar de una identidad rizoma, es decir, una raíz que se se entreteje con otras raíces, por lo tanto, no es necesario medir la pretensión de absolutidad de cada una de ellas, más bien conocer cómo una raíz entra en contacto con las demás: “El día de hoy, una poética de la Relación me parece más evidente y más sugestiva de una poética del ser”11 (1998:26).
Con la viñeta del periódico The Mascot conocimos el proceso de estereotipación bajo el cual fueron sometidos los emigrantes italianos en Estados Unidos en el siglo XIX, experiencia de esencialización y reducción que vivió también Balotelli en la actualidad. ¿Qué tienen en común las dos experiencias? Los medios de comunicación, periódicos y las redes sociales produjeron discursos ideológicos sobre sujetos subalternizados. En el primer caso, los emigrantes eran considerados “olive-skinned people”, eran trabajadores no calificados en la sociedad de llegada. En el segundo caso, el fotomontaje representa al futbolista en el lugar de los inmigrantes africanos que trabajan, ellos también, como trabajadores no calificados y sin derechos. En ambas representaciones está presente una racialización del trabajo. Justamente, Stuart Hall afirma “La estereotipación tiende a ocurrir donde existen grandes desigualdades de poder” (2014b: 473). De ahí, se han analizado los dos regímenes de representación en el interior de la articulación histórica de los fenómenos migratorios para que se pudiera abrir el horizonte, evidenciando también la agencia de estas subjetividades diaspóricas. En el caso de Aida las herramientas de la antropología cultural, en particular, la entrevista etnográfica, permitieron que la señora se representara a sí misma, contando con su voz la experiencia personal de emigración intranacional.
Como vemos, las emigraciones italianas, internacionales e intranacionales, son un conocimiento experiencial de la diferencia, es decir, los italianos experimentaron prácticas racistas por su condición de subalternidad. La lectura atenta de la viñeta (1888), la entrevista etnográfica de Aida y el caso de Balotelli demuestran como, en la historia e identidad italiana, las emigraciones tienen un lugar de protagonistas que no podemos olvidar, puesto que está en juego el papel de la memoria histórica. Además, los fotomontajes realizados sobre Balotelli nos permitieron analizar sus regímenes de representación dentro del campo de los estudios poscoloniales en relación con los estudios culturales. De hecho, esta imagen evoca la imagología colonial presente también en Italia desde la conformación del Estado-Nación: la postura de sumisión del esclavo. En particular, estos tipos de representaciones circularon en el periodo fascista para incrementar el consenso popular sobre los proyectos coloniales del régimen. Actualmente, los nuevos esclavos son los sin papeles y, entre tantas otras personas, los peones de África y Asia que se emplean en el sector primario. El fotomontaje sobre Balotelli se refería a esta esclavitud. Sin embargo, los inmigrantes del campo se han organizado para que sus derechos sean reconocidos, ellos ya no son presencias fantasmales.
Son muchas las preguntas que la investigación deja para un seguimiento: ¿Quién construye las categorías de identidad y diferencia en tiempos y espacios múltiples? ¿Cómo podemos re-recrearlas por medio de prácticas y miradas abiertas ante la riqueza cultural, geográfica e histórica que vamos siendo? Hace falta, además, una profundización sobre las contraestrategias ante “la estereotipifición como práctica representacional” (Hall, 2014b:485).
Efectivamente, los regimenes de representación, siendo discursos ideológicos que consisten en la articulación de diferentes elementos en un conjunto o cadena (Hall, 2014c: 331), pueden ser cuestionados y transformados, de ahí Hall plantea: “Esta ‘ruptura de la cadena’, por supuesto, no se confina a la cabeza: se da mediante la práctica social y la lucha política” (Hall, 2014c: 332). En fin, el análisis de estas historias y sus representaciones quiso promover una conexión entre las emigraciones del pasado que experimentaron los italianos y las contemporáneas, de quienes llegan para vivir con nosotros, a saber, migraciones que van configurando y regenerando la historia e identidad italiana.
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* Doctoranda en Poscolonialismos y Ciudadanía Global, Centro de Estudios Sociales, Universidad de Coimbra, Portugal. Maestra en Ciencias Sociales y Humanidades por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México. Líneas de investigación: antropología cultural, poscolonialismos, literaturas comparadas, literatura italiana de las migraciones. Correo-e: francis.paolis@gmail.com.
Fecha de recepción: 21/02/2020. Fecha de aceptación: 30/04/2020. Fecha de publicación: 31/07/2020.
1 Trad. propia: “A condição pós-colonial deve, além disso, ser pensada em relação aos fenômenos de globalização, às novas lógicas econômicas que eles impõem e em relação aos movimentos diaspóricos que essas lógicas colocam em movimento” (Romeo, 2017: 14).
2 Trad. propia: “[…] bisognava dare un volto nuovo all’Italia e per farlo bisognava dare vita a una legge condivisa da tutti, tutte le forze che avevano preso parte alla Resistenza” (Romoli, 2010: 9)
3 Trad. propia: “Si trattava nella maggior parte dei casi di progetti migratori a lungo termine: molti dei migranti meridionali che si stabilirono nel Settentrione non fecero più ritorno nel loro luogo d’origine, se non per far visita ai parenti e trascorrervi brevi periodi di vacanza”. Villari (2011: 2)..
4 Trad. propia: “[…] molti degli stereotipi attribuiti ora agli immigrati (dalla primitività a mancanza di educazione, alla sporcizia, alla violenza e alla tendenza a delinquere) erano in quegli anni attribuiti ai meridionali” (Plugliese, 2010: 55).
5 Trad. propia: “Vivere una sola vita / in una sola città, / in un solo Paese, / in un solo universo, / vivere in un solo mondo / è prigione” (Ngana, 1989: 18).
6 Trad. propia: “[…] il fenomeno migratorio ha suscitato risposte di ansia e di ripulsa (con punte di vera e propria xenofobia), dando corpo all’antica paura dell’Occidente di vedersi fisicamente sommerso da ondate di popoli più numerosi e demograficamente più vitali” (Sabbatucci & Vidotto, 2004: 363).
7 Trad. propia: “La nuova immigrazione proveniente dai paesi del Terzo Mondo si caratterizza invece subito, oltre che per una più elevata presenza femminile, anche per l’incidenza a volte consistente di persone fornite di titolo di studio (si pensi alla prima immigrazione filippina in Italia). Inoltre gli immigrati non provengono in prevalenza dalle zone rurali, bensì spesso dalle grandi città del Terzo Mondo” (Pugliese, 2002: 84).
8 En italiano, la palabra “negro” es una ofensa y en la carta tiene esta función.
9 Trad. propia: “Sono Mario Balotelli ho 23 anni e non ho scelto di essere italiano. L’ho voluto fortemente perché sono nato in ITALIA e ho sempre vissuto in ITALIA. Ci tenevo fortemente a questo mondiale e sono triste arrabbiato deluso con me stesso. Si magari potevo fare gol con la Costa Rica avete ragione ma poi? Poi qual’è il problema? Forse quello che vorreste dire tutti è questo? La colpa non la faccio scaricare a me solo questa volta perché Mario Balotelli ha dato tutto per la nazionale e non ha sbagliato niente (a livello caratteriale) quindi cercate un’altra scusa perché Mario Balotelli ha la coscienza a posto ed è pronto ad andare avanti più forte di prima e con la testa alta. Fiero di aver dato tutto per il Suo paese. O forse, come dite voi, non sono Italiano. Gli africani non scaricherebbero mai un loro “ fratello”. MAI. In questo noi negri, come ci chiamate voi, siamo anni luce avanti. VERGOGNA non è chi può sbagliare un gol o correre di meno o di più. VERGOGNOSE SONO QUESTE COSE. Italiani veri! (La Repubblica Sport, 2014).
10 Trad. propia: “Mi dispiace per la sconfitta e soprattutto per aver lasciato i miei fratelli! Però sono orgoglioso del colore della mia pelle. Di essere francese, senegalese, napoletano: uomo”(Koulibaly, 2018).
11 Trad.propia: “Oggi una poetica della Relazione mi sembra più evidente e più avvincente di una poetica dell’essere” (Glissant, 1998: 26).