Pobreza, desigualdad y perfil sociodemográfico de los hogares rurales y agropecuarios en la región sur de México

Poverty, Inequality and Socio–demographic Profile of Rural and Farming Households in the Southern Region of Mexico

Nelson Florez Vaquiro*
DOI: https://doi.org/10.31644/ED.V8.N1.2021.A02

Resumen: Dentro de los estudios de pobreza y desigualdad cada vez es más importante el análisis de las condiciones económicas y sociodemográficas de los hogares rurales y agropecuarios. Utilizando datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) del 2018 (INEGI, 2018), se busca identificar los factores que inciden en los hogares agropecuarios (HA) y hogares no agropecuarios (HNA) de los contextos rurales de la región sur y nacional. Los resultados muestran que persisten altos niveles de pobreza y carencias sociales, pérdidas reales en los ingresos salariales y precarización de las condiciones laborales. Quienes más sufren estas condiciones son los HA de la región sur del país, en concreto los jefes de hogar, adultos, con bajos niveles de escolaridad y hablantes de lengua indígena, los cuales conviven con familias extensas y con mayores niveles de dependencia. Los HA, a pesar de recibir ingresos por negocios agropecuarios, se ven en la necesidad de diversificar las fuentes de ingresos del hogar, recurriendo a la multiactividad, los apoyos sociales y las remesas como estrategia de sobrevivencia.

Palabras clave: hogares rurales y agropecuarios, pobreza, desigualdad, perfil sociodemográfico, región sur.

Abstract: The analysis of economic and socio–demographic conditions of rural and farming households is becoming increasingly important in studies of poverty and inequality. Using data from the National Household Income and Expenditure Survey (Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, ENIGH) of 2018 (INEGI, 2018), this study seeks to identify the factors that impact farming (FH) and non–farming (NFH) households in rural contexts of the southern region of Mexico as well as on a national level. Results show persistently high levels of poverty and social deprivation, actual wage income losses, and precarious working conditions. FH in the southern region of the country, comprising adult heads of households with low education levels and indigenous language speakers, who live in extended family units and with high levels of dependency, appear to suffer most from these conditions. Despite income from agricultural activities, FH need to diversify their sources of household income, resorting to multiactivity, social support and remittances as survival strategies.

Keywords: rural and farming households, poverty, inequality, socio–demographic profile, southern region.

Introducción

En los años 80 del siglo XX se abandonó el modelo de industrialización por sustitución de importaciones y se emprendieron reformas estructurales que principalmente se enfocaron hacia la desregulación de los mercados, apertura comercial, estabilización y privatización de la empresas estatales, así como hacia la flexibilización del mercado laboral, proceso que se fortaleció con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994 (Aguilera y Castro, 2016; Hernández, Aparicio y Mancini, 2018).

A pesar de los múltiples beneficios que se prometían con el nuevo modelo de desarrollo implementado en el país, este no se ha traducido en los resultados esperados para la economía. Por el contrario, las primeras dos décadas del siglo XXI se han caracterizado por el bajo crecimiento económico (en México en los últimos años la tasa de crecimiento del PIB anual ha estado alrededor del 2.0%) y la falta de una política social y agrícola enfocada a fomentar el desarrollo y suplir las necesidades en función de las características de los contextos locales del país. Esto ha conllevado una caída importante de la renta, afectando el bienestar de los hogares, en especial de las comunidades indígenas, los campesinos, los pequeños productores y jornaleros agropecuarios, sumado a la disminución en términos reales de los ingresos laborales, el incremento de la precariedad laboral, el empleo informal y el debilitamiento de los movimientos sociales y sindicatos de trabajadores. Además, en los contextos rurales no se ha logrado reducir las desigualdades sociales, al contrario, estas se han acentuado.

En México, para el año 2015, tomando en cuenta la clasificación diseñada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística en la Encuesta Intercensal (INEGI, 2015), la población localizada en las áreas rurales menores de 2 500 habitantes (rurales) representaba cerca del 23% (27 millones de habitantes) y las menores de 15 000 habitantes (menos urbanizadas) el 38% (45.3 millones de habitantes). Por tanto, más de uno de cada tres habitantes del país reside en áreas menos urbanizadas, aspecto que nos muestra la importancia de reflexionar y visibilizar las condiciones de vida de la población y los hogares que se localizan en estos territorios.

Analizando los indicadores de evolución de la pobreza a nivel nacional, entre los años 2008 a 2018 en términos absolutos el número de personas en situación de pobreza pasó de 49.5 a 52.4 millones, mientras que en términos relativos se observa una leve reducción en este indicador al pasar de 44.4% a 41.9%, representando una disminución en promedio anual de 0.24 puntos porcentuales. En estos diez años se observan reducciones en las brechas de pobreza de las zonas urbanas y rurales, aunque en estas últimas sigue siendo mucho más amplia, 55.3% comparado con 37.6% en las zonas urbanas. De igual forma, a pesar de que se advierten leves reducciones en el sureste del país, es aquí donde persisten los mayores niveles de población en situación de pobreza a nivel nacional. En el sur de país se encuentran las entidades federativas con mayor porcentaje de población en situación de pobreza, entre los años 2008 a 2018 Chiapas pasó de 77.0% a 76.4%, en Guerrero de 68.4% a 66.5%, en Oaxaca de 61.8% a 66.4% y en Veracruz de 51.2% a 61.8% (CONEVAL, 2019).

Si bien en los contextos rurales la tendencia hacia el descenso de las actividades agrícolas es un fenómeno que guarda relación con la urbanización y el nivel de desarrollo de las regiones, es de resaltar el ritmo acelerado con el que esto se ha producido en México: en 1979 el 28.9% de la población económicamente activa (PEA) se ubicaba en el sector agropecuario, en el año 2000 la cifra se había reducido a 18.6% (Pacheco, 2010; García, 2012) y para el 2019 el 12.7% (6.6 millones de personas) de la PEA ocupada se encontraba en el sector agropecuario (INEGI, 2019). Para este último año uno de cada cuatro trabajadores en las áreas menos urbanizadas (menos de 15 mil hab.) se dedica a actividades agropecuarias y en las zonas rurales (menos de 2 500 hab.) esa relación es cercana a uno de cada dos, aspecto que nos habla de la importancia que mantiene el sector primario en la generación de trabajo en los contextos rurales y menos urbanizados.

En México los diversos ajustes estructurales en la economía en las últimas décadas han golpeado fuertemente las condiciones de vida de los pequeños y medianos productores agropecuarios, acentuando el proceso de decantación y la posterior descampesinización de las áreas rurales del país (Lenin, 1960; Salas y Zepeda, 2003; Cortés, Fernández y Mora, 2008).1

Diversos autores han manifestado que la pequeña producción agrícola es cada vez menor y más fragmentada, lo que estimula la asalarización de los campesinos, la reestructuración de la organización de los hogares, la ampliación y diversificación de las fuentes de ingresos por parte de las familias campesinas o el incremento del número de perceptores por hogar. Todo ello, producto de distintas tendencias, como son: el proceso de transición demográfica plasmado en un mayor número de personas en edad de trabajar, debido a la disminución de la mortalidad y la fecundidad —a pesar que esta última sigue siendo mayor en las zonas rurales—; un aumento de la movilidad social vía educación, la mayor inserción en los últimos años de las mujeres en el mercado de trabajo; la tercerización de la economía; la heterogeneidad estatal del proceso productivo; la multiactividad y pluriactividad agropecuaria, entre otros factores (Chayanov, 1974; Oliveira y García, 1990; Lara, 1998; Florez, 2005; Carton de Grammont, 2009; Yúnez–Naude y Taylor, 2008; Arias, 2008; Foster y Valdés, 2009; Rodríguez y Meneses, 2010; López, et al., 2012; Camarero y Pino, 2014; Blanco y Bardomás, 2015, Florez y Luna, 2018; Pacheco y Florez, 2020).

Ante este panorama, nos interesa ahondar sobre: ¿cuáles son factores, las características sociodemográficas y condiciones de pobreza, desigualdad e ingresos de los hogares agropecuarios (HA) y los hogares no agropecuarios (HNA) de la región sur de México?

El objetivo de esta investigación es conocer las características y factores sociodemográficos de pobreza y desigualdad que se encuentran vinculados a las condiciones de vida de HA y los HNA; poniendo especial énfasis en las similitudes y diferencias entre los hogares rurales de la región sur y a nivel nacional. Como objetivo específico se realiza una caracterización de los niveles de pobreza, desigualdad, condiciones sociodemográficas y fuentes de ingresos entre los HA y HNA, comparando las zonas rurales de la región sur con el nivel nacional.

Ante un contexto de afianzamiento del proceso de globalización del capital de los últimos años, de heterogeneidad productiva y una mayor disminución de la generación de empleo en el sector agropecuario, se esperaría que los HA, y en especial de la región sur, se encuentren con mayores niveles de pobreza, carencias sociales y desigualdad en relación con los HNA. Ante esta situación, los HA posiblemente se han visto obligados a recurrir a prácticas como ampliar la oferta familiar de mano de obra, la migración, la multiactividad y la diversificación de sus fuentes de ingresos para lograr sobrevivir. En términos sociodemográficos, se esperaría que los HA sean predominantemente de jefatura masculina y adultos mayores, con bajos niveles de escolaridad, con familias extensas con un mayor nivel de dependencia.

En el primer apartado del presente artículo se muestra una breve revisión de antecedentes de estudios relacionados con la temática de esta investigación, posteriormente se presenta la metodología para la construcción de la tipología de los hogares y perspectiva de comparación regional en aras de resaltar las características y heterogeneidad existente en la región sur del país. En el tercer y cuarto apartado se exponen las características sociodemográficas y laborales en los hogares agropecuarios, en el quinto y sexto apartado se visualizan las condiciones de vida, pobreza y desigualdad en los contextos rurales comparando las diferencias a nivel nacional con la región sur del país. Posteriormente, se indican los factores demográficos, económicos y sociales que contribuyen a que un hogar presente mayor propensión a desarrollar actividades agropecuarias y, finalmente, se muestran las conclusiones y recomendaciones.

Antecedentes de investigación

Desde distintos enfoques teóricos y metodológicos, académicos e investigadores han tratado de definir el concepto de pobreza, ya sea en términos de bienestar mínimo (Nolan y Whelan, 1996); desde el enfoque de necesidades básicas, en el que la pobreza es la condición de inexistencia de recursos para cubrir un bienestar mínimo (Dolan y Gough, citados por Yaschine, 2018: 86); o mediante la propuesta de Sen (2006), el cual manifiesta que la pobreza y el bienestar deben analizarse en torno a las capacidades de los individuos.

En América Latina y en México en particular en las últimas décadas los análisis empíricos han tratado de dar cuenta de las condiciones de pobreza de la población desde un enfoque multidimensional de la misma. Desde el punto de vista de la relación ingresos y trabajo, estudios pioneros como el de Klein (1992) llamaron la atención sobre el rápido crecimiento en las zonas rurales de la población ocupada en actividades de los sectores secundarios y terciarios de la economía en América Latina. Cada vez más los ingresos rurales no agrícolas tienen un mayor peso en el ingreso total del hogar. De Janvry y Sadoulet (2001) y Carton de Grammont (2009) encuentran que para los años 1997 y 2004, los ingresos rurales no agrícolas representaban el 55.0% del ingreso total del hogar. Para 2014 la anterior proporción era del 60.0%, además, a pesar de que el trabajo era la principal fuente de ingresos, el 33.0% de los hogares rurales mexicanos no obtuvo ingresos por el uso de la fuerza de trabajo (Florez y Luna, 2018).

Los análisis de la relación hogares, pobreza y trabajo (Contreras, 2017; Pacheco, 2010; Velarde, 2010) han encontrado que el vínculo entre pobreza y mercado de trabajo es más fuerte en aquellos hogares que desarrollan actividades orientadas al autoconsumo, no remuneradas y predominantemente de giro familiar. Mayores niveles de carencia se relacionan con las condiciones de empleo de las actividades agrícolas: baja calificación, baja remuneración y menor generación de ingreso por unidad de tiempo. Los hallazgos de Velarde (2010) apuntaron a que laborar en el sector asalariado con contrato incrementa 7.5 veces la posibilidad de no ser pobre en comparación con la de los trabajadores agrícolas de subsistencia y los que no reciben un pago.

En relación con las estrategias que utilizan los hogares para mejorar sus ingresos, una de ellas es la migración de la mano de obra del entorno familiar y otra la búsqueda de apoyos sociales condicionados por parte del Estado. Yúnez–Naude y Taylor (2004), en su estudio de ocho comunidades rurales mexicanas, encuentran que el 13% del ingreso proviene de la migración. En este mismo sentido, Carton de Grammont (2009), a partir de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2004, estima que en los hogares rurales campesinos y en los hogares rurales no campesinos las remesas representan el 7% y 9%, respectivamente; de igual forma, los subsidios para los hogares campesinos suponen el 13% del ingreso total y para los hogares no campesinos son del 4%.

Por su parte, Cortés, Fernández y Mora (2008), a partir de la construcción de tipología de hogares agrícolas y su vínculo con la pobreza para los años 1992 y 2002, encuentran que los niveles de pobreza patrimonial son mayores en los hogares cuasi agrícolas (mayor diversificación de ingresos), seguido por los agrícolas y por último los no agrícolas. En este sentido, a pesar de lareducción de los niveles de pobreza en los años de estudio, en los hogares agrícolas es alrededor de 15 puntos porcentuales más elevada cuando se compara con los hogares no agrícolas. Además, exponen que en la zona norte del país el avance de la agricultura capitalista ha destruido laactividad agropecuaria campesina, haciendo imposible observar la decantación; mientras en la zona sur del país se observa una menor intensidad en el proceso de descampesinización, debido a que los hogares diversifican sus fuentes de ingreso, pero a la vez es allí donde la pobreza alcanza los más altos niveles (Cortés, Fernández y Mora, 2008: 80–81).

Metodología

Para esta investigación se utilizaron como fuente de información la ENIGH de 2018 realizada por el INEGI y el Módulo de Condiciones Sociales de 2018 realizado por CONEVAL, a partir de la ENIGH de 2018. Esta encuesta tiene por objetivo captar información del ingreso y gasto de los hogares mexicanos relacionados con el monto, la distribución y la procedencia de estos. También contiene información sobre las características sociodemográficas y de ocupación de los integrantes del hogar, así como las características relacionadas con la infraestructura de la vivienda y el equipamiento del hogar (INEGI, 2018).

El universo de análisis de este artículo fueron los hogares rurales y sus integrantes. Se consideró como hogar rural (o en una región menos urbanizada) a aquellos que se ubican en localidades con menos de 15 mil habitantes. De igual forma, en este análisis para cumplir con el objetivo propuesto de la investigación se realiza una comparación entre los hogares de las zonas rurales que reciben ingresos por negocios agropecuarios y aquellos hogares que no reciben este tipo de ingreso; además, se realiza una comparación entre las localidades rurales de los estados que componen la región sur del país, en relación de las localidades rurales a nivel nacional.

Tomando en cuenta distintas tipologías construidas para caracterizar y visibilizar la heterogeneidad agrícola (Florez, 2005; Cortés, Fernández y Mora, 2008; Carton de Grammont, 2009; Florez, 2015; Florez y Luna, 2018), en esta investigación se decidió, con base en el ingreso por negocios agropecuarios captado de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2018, clasificar a los hogares en alguna de las siguientes categorías:

  1. Hogares agropecuarios (HA): Hogares que solo reciben ingresos de negocios agropecuarios más la combinación de hogares que reciben ingresos por negocios agropecuarios y a la vez también reciben ingresos de otro tipo negocios no agropecuarios.

  2. Hogares no agropecuarios (HNA): Hogares que solo reciben ingresos por negocios no agropecuarios más hogares que no reciben ingresos por negocios.

A partir de lo anterior, con el propósito de identificar un conjunto de factores que tienen relación o influencia con pertenecer a un hogar agropecuario, estos ejes han sido agrupados en tres dimensiones analíticas. La primera dimensión reúne algunas de las características sociodemográficas del jefe de hogar: el sexo, la edad, el nivel de escolaridad, la condición de hablante de lengua indígena. La segunda es la económica, que alude a las distintas fuentes de ingresos que se perciben en el hogar: remesas, apoyos, transferencias, ingresos por trabajo, etc. Por último, la dimensión de condiciones vida y las características del hogar: pobreza, desigualdad, relación de dependencia , entre otros.

También se analizaron los distintos tipos de hogares siguiendo el enfoque multidimensional para la medición de la pobreza, normado por la Ley General de Desarrollo Social y desarrollado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el cual considera que una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene, al menos, una carencia social —en alguno de los seis indicadores considerados: rezago educativo; acceso a servicios de salud; acceso a la seguridad social; calidad y espacios de la vivienda; servicios básicos en la vivienda; y acceso a la alimentación— y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias.

Para conocer el peso de las dimensiones y las variables analizadas, se recurrió a la técnica de regresión logística binomial, la cual sirve para conocer la probabilidad y representar el vínculo funcional entre una variable de respuesta binaria y un grupo de variables independientes. Este modelo estadístico expresa la propensión de que ocurra un evento en función de ciertas variables (cualitativas y cuantitativas), permitiendo formalizar las asociaciones y sobre todo precisar la influencia de un factor controlando el efecto de los demás (Montoya, 2017).

Para construir un panorama completo de la región sur, se indagó sobre distintas perspectivas y enfoques que se han propuesto, a partir de distintos indicadores y técnicas que buscan caracterizar los patrones de migración intrarregional, el estado de salud y el proceso de desarrollo urbano, socioeconómico y demográfico que ha experimentado el país en los últimos años (Unikel, 1978; Kunz, Cortina y Gonzáles, 1986; SEDESOL, 2000; Partida, 2006; Cortés, Fernandez y Mora, 2008; Contreras, 2016) (Ver Anexo I). En este artículo se privilegió la regionalización realizada por Unikel, la cual toma en cuenta el desarrollo urbano y sus implicaciones en las comunidades rurales. La región sur de este estudio corresponde a la Región VIII (Sur y Sureste), integrada por los estados de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán (Unikel, 1978).

Características sociodemográficas de los jefes de hogar

Para el año 2018 existían alrededor de 34.7 millones de hogares en el país, el 37% de ellos localizados en zonas menos urbanizadas (localidades de menos de 15 mil habitantes) y cerca de uno de cada cuatro hogares a nivel nacional ubicados en zonas rurales (menos de 2 500 hab.); en contraste, en la región sur del país, el 58.2% y 40.0% de los hogares se encontraban en áreas menos urbanizadas y rurales, respectivamente. Esto nos habla del gran peso que presenta en la región sur la distribución de la población en localidades de menos de 15 mil habitantes, en un gran territorio disperso y de difícil acceso.

Observando la Tabla 1 resalta la importancia de las actividades agrícolas, mayor en la medida en que la población se localiza en contextos rurales y menos urbanizados. A nivel nacional, tan solo el 9.7% de los hogares reciben ingresos por negocios agropecuarios; sin embargo, en las localidades con menos de 15 mil habitantes esa proporción es del 11%, incrementándose a uno de cada tres hogares en las localidades rurales. Estos datos contrastan con los de la región sur, donde en las localidades rurales el 56% de los hogares reciben ingresos provenientes de negocios agropecuarios. En la medida que un hogar es más urbano, las posibilidades de recibir ingresos por este tipo de rubro es más reducida.

Otro hecho que cabe resaltar es el proceso de decantación seguido del de descampesinización que se observa en las áreas del país menores de 2 500 habitantes. El primero de ellos, el de decantación, es más visible en la región sur, en donde estos hogares se ven obligados a recurrir a la búsqueda de ingresos provenientes de los negocios agro combinándolas con otros tipos de fuentes de ingresos no agrícolas para lograr sobrevivir (13.8% vs. 7.4% a nivel nacional). Es de resaltar el peso significativo que tienen los hogares que perciben ingresos agrícolas en la dinámica social y económica de las zonas rurales, tomando mayor importancia en la región sur (41.8%) en comparación con el total nacional (25.5%).

Basados en los anteriores resultados se decidió caracterizar y analizar los hogares que reciben ingresos por negocios agropecuarios (Hogares agropecuarios: reciben ingresos por negocios agropecuarios + hogares que reciben ingresos agropecuarios y a la vez de otros negocios) a nivel nacional2 y en la región sur de México, comparándolos con los HNA.

Tabla 1. Hogares que reciben ingresos por negocios agropecuarios, no agropecuarios y sin ingresos por negocios; según región y tamaño de localidad, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

En relación a las condiciones sociodemográficas, la jefatura de hogar femenina es muy baja, presentando los mismos niveles en las áreas menos urbanizadas3 a nivel nacional y en la región sur. Tradicionalmente, el trabajo productivo, las decisiones económicas y la jefatura familiar recaen principalmente en los hombres mientras que a las mujeres se les ha asignado el trabajo reproductivo del hogar (Ariza y Oliveira, 2001). Actualmente, esta marcada diferencia en la división sexual del trabajo es mucho más visible en los contextos rurales.

Las diferencias se presentan en función de las fuentes de ingresos. En los hogares que reciben ingresos por negocios agropecuarios (HA: Hogares agropecuarios) es menor la jefatura femenina, en contraste con los hogares que no reciben ingresos por negocios (HNA: Hogares no agropecuarios), observándose mayores contrastes en los hogares de la región sur (14.9% HA vs. 31.0% HNA).

En el año 2015 se estimó que había en el país más de 7.3 millones de población (mayor de tres años) hablante de lengua indígena, de la cual el 61% se encontraba viviendo en localidades rurales (INEGI, 2015). En nuestro caso, destaca la alta presencia de hablantes de lengua indígena como jefes de hogar. La proporción de jefes de hogar hablantes de lengua indígena es del 14%, y en la región sur del país es dos veces mayor. Entre los HA a nivel nacional es del 29% y en la región sur el 43% de los jefes de hogar son hablantes de lengua indígena, tendencia que se replica entre los HNA.

Tabla 2. Condiciones sociodemográficas del jefe de hogar, región sur y nacional, según tipo de hogar, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

Los jefes de hogar de las áreas rurales del país y la región sur se caracterizan por una estructura de edad envejecida, con un promedio cercano a los 50 años, siendo mayor el promedio a nivel nacional de los HA en comparación de los HA de la región sur. Por otro lado, los jefes de HA tanto a nivel nacional como en la región sur presentan unos promedios de escolaridad menores que los de HNA. En general, los jefes de hogar de la región sur tienen en promedio cinco años menos de escolaridad que los jefes de hogar a nivel nacional, aspecto que nos habla de las marcadas desigualdades sociales que implican estas diferencias, sumado al hecho de que uno de cada cinco jefes de HA manifiesta no tener ningún nivel de escolaridad (Tabla 2).

Un aspecto que se debe resaltar de la estructura familiar es el mayor promedio de miembros en los HA en relación con los HNA, sumado a una mayor relación de dependencia, aspecto que nos habla de que en los HA se combinan dos factores, alta presencia de personas adultas mayores y menores de edad. Esto contribuye a que la carga económica de sostenimiento de la familia sea sobre unos pocos miembros activos económicamente, sumado a las desigualdades expuestas anteriormente, genera mayores dificultades en la consecución de alimentos idóneos para mantener una buena y saludable nutrición.

Ingresos y fuerza de trabajo en los hogares menos urbanizados

Observando la Tabla 3, tanto a nivel nacional como en la zona sur del país, se puede apreciar que el 60% de los integrantes del hogar se encuentran ocupados en alguna actividad económica, cifra que se mantiene en los HA, sin embargo, es doce puntos porcentuales menor en los HNA. Los HA tienen un mayor promedio de miembros del hogar y un mayor nivel de dependencia, recurren a la mano de obra adulta y de menores de edad para lograr cubrir sus necesidades alimentarias y no alimentarias, resultado que se ve respaldado al observar que en promedio 2.2 miembros de estos hogares se encuentran ocupados. Es común la práctica de la multiactividad en los hogares agrícolas, ya sea desarrollando actividades del campo y actividades no agropecuarias como la construcción, el comercio informal o los servicios; aunque cada vez menor, persiste el uso de la fuerza de trabajo familiar —infantil y de adultos mayores— como una estrategia de sobrevivencia.

Tabla 3. Condiciones sociodemográficas del jefe de hogar, región sur y nacional, según tipo de hogar, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

Esa mayor oferta familiar en el mercado de trabajo no se ve recompensada con mayores ingresos per cápita. Es conocido que la principal fuente de ingreso de los individuos y los hogares se deriva del trabajo, al ser este escaso y precario condiciona la posibilidad de obtener una calidad de vida adecuada. Como lo plantea CONEVAL (2010: 15): “Existe una fuerte relación entre el nivel de ingresos de las personas y su condición laboral, lo cual repercute en la pobreza y en la capacidad de las personas para acumular activos y acceder a bienes o satisfactores que les permitan mejores oportunidades de vida”.

A nivel nacional el ingreso per cápita de los HA ($1 988.5) corresponde solo al 75% y 59% del ingreso promedio per cápita de los hogares rurales del país ($2 678.9) y de los HNA ($3 369.3), respectivamente. Los resultados observados de los ingresos per cápita en los hogares localizados en la región sur del país no son nada alentadores, son menores a los promedios nacionales de las áreas rurales y entre los tipos de hogares se incrementan las desigualdades; el ingreso per cápita de los HA en la región sur representa el 68% del promedio del ingreso per cápita de los hogares de la región y el 52% de los HNA. El monto promedio del ingreso corriente mensual per cápita en los HA ni siquiera alcanza el valor del salario mínimo mensual vigente para el año 2018 ($88.36 diarios, información de la CONASAMI, 2018). Además, el ingreso promedio individual escasamente alcanza para cubrir la canasta alimentaria mensual y se encuentra por debajo del costo de la canasta alimentaria y no alimentaria4 .

En la zona sur del país dos de cada tres jefes de hogar, y uno de cada dos en las áreas rurales a nivel nacional, reciben apoyos de programas sociales y productivos por parte del Estado, como veíamos anteriormente, a pesar de estas transferencias estos hogares no logran a solventar sus necesidades básicas. Se observa una mayor dependencia de este tipo de transferencias en los HA, dado que un 72.5% de los jefes de hogar a nivel nacional y un 80.6% de los jefes de hogar en la zona sur reciben estos apoyos; siendo menor, pero no menos importante, para los HNA. Finalmente, resalta que el 10% de los HA a nivel nacional y el 7.2% de los HA de la región sur recibe ingresos por remesas.

Heterogeneidad en la pobreza, desigualdad y condiciones de vida

En este apartado expondremos la situación de los hogares a partir del enfoque multidimensional para la medición de la pobreza, el objetivo es conocer la situación de los hogares tomando en cuenta la condición de pobreza de la persona reconocida como jefa/e del hogar.

Tal y como lo exponen Hernández, Aparicio y Mancini (2018), el concepto de pobreza ha evolucionado en las últimas décadas, pasando de aceptar que el ingreso de las personas y los hogares no es la única fuente de información para identificar las carencias en las que se vive, reconociendo que la pobreza al ser un fenómeno multidimensional requiere un abordaje integral. Teniendo en cuenta la definición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2014), una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias. En términos porcentuales es mayor la población en pobreza en los contextos rurales de los estados del sur del país en relación con los hogares rurales a nivel nacional (80.3% vs. 51.9%), desigualdades que se mantienen en los HA en relación con los HNA (diferencias cercanas en 23 puntos porcentuales); es de resaltar que son los HA del sur del país quienes presentan los mayores niveles de pobreza (79.3%) (moderada y extrema) (Ver Esquema 1 y Tabla 4).

Esquema 1. Tipo de hogar, pobreza y privación social

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

La pobreza extrema se define cuando una persona tiene tres o más carencias sociales y además la totalidad de su ingreso no es suficiente para adquirir una canasta alimentaria5 . En nuestro caso, la pobreza extrema es cinco veces mayor en los estados del sur del país en relación al promedio nacional y tres veces mayor entre los HA del sur en comparación con los HA a nivel nacional, aspecto que pone de manifiesto las profundas desigualdades que presentan los HA (ver Tabla 4). Los porcentajes de jefes de hogar en situación de pobreza moderada, es decir, en situación de pobreza pero no extrema, se aprecian prácticamente muy similares a nivel nacional y en la región sur del país y entre los HA y los HNA. A pesar de los ingresos que reciben los HA por negocios agropecuarios y de las campañas de reconversión agrícola que han promovido los gobiernos en las últimas décadas, al parecer solo han logrado mantener estables las condiciones de pobreza. Como lo plantean Appendini y De Luca (2006), la sustitución de cultivos tradicionales por cultivos comerciales no ha estado acompañada de beneficios sociales y solo ha ocasionado una mayor vulnerabilidad de las hogares rurales y agropecuarios. Por otro lado, se encuentran en situación de vulnerabilidad por carencias sociales aquellas personas que presentan una o más carencias, pero cuyo ingreso es superior a la línea de bienestar6 . Como era de esperarse, la proporción es mayor en las zonas rurales a nivel nacional, alrededor de uno de cada tres jefes de hogar se encuentran en esta situación, siendo muy similar para los HNA en la región sur y a nivel nacional.

Se considera vulnerable por ingresos aquella población que no presenta carencias sociales pero cuyo ingreso es inferior o igual a la línea de bienestar. El 3.6% de los HNA a nivel nacional y el 1.9% de los HNA de la región sur se encontraban en dicha situación.

Se catalogan como no pobre y no vulnerable, en nuestro caso, los hogares (a través de la jefatura de hogar) cuyo ingreso es superior a la línea de bienestar y que no tienen ninguna de las carencias sociales que se utilizan en la medición de la pobreza. En dicha situación se encuentran el 9.9% de los hogares a nivel nacional y el 4.9% de los hogares de la región sur. De los HNA, a nivel nacional es del 12.3% y en la región sur del 8.2%. Los HA son los que menos se encuentran en esta condición, llamando la atención que solo el 1.1% de los HA de la región sur es no pobre y no vulnerable.

A partir de la metodología del CONEVAL (2014), tomando en cuenta los ingresos y el índice de privación social, los jefes de hogar pueden clasificarse como vulnerables por carencias sociales si presentan una o más de estas. A nivel nacional, alrededor del 87.2% de los hogares en las localidades rurales muestran al menos una carencia social. En este mismo sentido, uno de cada tres hogares a nivel nacional y dos de cada tres HA presenta tres o más carencias; en los hogares localizados en la región sur estas diferencias se incrementan de manera sustancial y en todos los casos es mayor para los HA. La principal carencia que presentan los HA es el acceso a la seguridad social7 (66.7% a nivel nacional vs. 76.7% HA nacional y 81.6% HA región sur), aspecto que se relaciona con la alta informalidad y precariedad en el empleo en las zonas menos urbanizadas y agropecuarias del país.

Le siguen en importancia la carencia por acceso a servicios básicos en la vivienda8 ; más del 50% de los jefes de HA en la región sur presenta rezago educativo9 , es decir, no cuentan con un nivel de educación obligatorio de acuerdo a su edad; cerca de uno de cada cuatro jefes de hogar a nivel nacional y uno de cada tres en la región sur presenta carencias en el acceso a la alimentación10 ; en menor medida se aprecian las carencias por calidad y espacios de la vivienda11 . Posiblemente el acceso y la propiedad de la tierra es la única ventaja que tienen los HA pobres y vulnerables, tal como lo muestran distintos estudios realizados en las comunidades mayas de la Península de Yucatán y la región sur del país. El autoconsumo y la producción tradicional de alimentos lo provee el capital natural, las actividades de traspatio, como la crianza de animales, los árboles frutales y cultivos de autoconsumo (hortalizas y plantas medicinales, entre otros), tradicionalmente ha sido de importancia en la agricultura de subsistencia y principal estrategia de vida familiar (Baños, 2002; Gutiérrez, Magaña y Zizumbo, 2019).

En el único indicador que los HA salen bien librados en comparación con los otros tipos de hogares es el acceso a los servicios de salud12 , posiblemente por la cobertura amplia que hasta la fecha tenía el seguro popular en la población en situación de pobreza. Sin embargo, como se observa en la Tabla 4, en los cinco indicadores de carencias sociales considerados los jefes de hogar de los HA son más vulnerables y con mayores rezagos.

Los hogares con un ingreso inferior a la línea de pobreza extrema por ingresos13 constituyeron el 23.8% en las áreas rurales, siendo mayor en los hogares de la región sur con un 37.8%, incrementándose en los HA Nacional al 40.7% y en once puntos porcentuales más en los HA de la región sur. Estas diferencias por región y tipos de hogar también se observan en los hogares con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos. Como se indica en la Tabla 4 la región sur y los HA son los que presentan mayores desigualdades, los más bajos niveles de bienestar dentro de la heterogeneidad de la injusticia de la pobreza rural y agropecuaria. Como lo expone Pacheco (2018), los ingresos por trabajo de los individuos y los hogares, el acceso a la seguridad social y a la salud son tres dimensiones que hacen parte del análisis de la pobreza multidimensional que se relacionan con las características y el tipo inserción laboral de la población ocupada en el mercado de trabajo, por ende impactan en las condiciones de vida de los trabajadores y la población en general.

Tabla 4. Pobreza y carencias sociales del jefe de hogar, región sur y nacional, según tipo de hogar, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

Desigualdad en la distribución del ingreso

En la Tabla 5 se muestra una descripción del comportamiento del ingreso de los hogares por tipos y regiones de análisis. En concreto, se expone cómo se distribuye el ingreso en deciles en los distintos tipos de hogares y regiones, presentando la participación relativa en el ingreso monetario de los deciles de los tipos de hogares, ordenados a partir del ingreso del jefe de hogar y coeficiente de Gini14 .

Podemos observar que en los hogares rurales existe una concentración en la pirámide social más baja, con marcadas heterogeneidades entre regiones y tipos de hogares, es así como predominan en los tres primeros deciles los hogares HA, seguido de los hogares de la región sur y, en menor medida, los HNA. Estos resultados se relacionan con los expuestos en el apartado anterior (pobreza y carencias sociales). Los HA, a pesar de estar formados por un número mayor de integrantes de múltiples generaciones y un mayor promedio de personas que reciben ingresos por trabajo, se ven obligados a diversificar sus fuentes de ingresos —como aquellas provenientes de las remesas y transferencias condicionadas del estado— debido a que no logran solventar sus necesidades básicas para su subsistencia.

Por otro lado, se observa una mayor proporción de hogares rurales a nivel nacional y de HNA en niveles de grupos domésticos más acomodados, es decir, un aumento de la participación relativa a partir del decil VII. Estos hogares tal vez logran solventar en mayor medida sus necesidades alimentarias y no alimentarias, posiblemente son hogares en los que sus miembros se encuentran desempeñándose como trabajadores asalariados o cuenta propia en el sector secundario o terciario de la economía, quizá con mejores ingresos y condiciones laborales que en el sector agropecuario. Brun, et al. (2012) encuentran en la región del Sotavento en Veracruz diferencias significativas en los rubros de las fuentes de ingresos de familias según quintiles; en los hogares más pobres (quintil 1) proviene del trabajo asalariado de los jornaleros, los ingresos de la producción agrícola y las transferencias públicas; mientras que en cuanto al quintil más rico, más de la mitad de sus ingresos proceden de la actividad productiva agrícola y, en segundo lugar, de las transferencias públicas: “Parecería que las familias rurales más acomodadas son eficientes cazadores de subsidios y que la regresividad de los programas públicos les facilita esta tarea” (2012: 138).

En relación al coeficiente de Gini, en las áreas rurales en los distintos tipos de hogar y regiones analizadas, se observan menores niveles de desigualdad en comparación con el Gini a nivel nacional de 0.468. La agrupación de ingresos en los primeros deciles de los HA de la región sur lleva a presentar menores niveles de concentración de la riqueza entre este tipo de hogares. Como hemos visto anteriormente, esto no obedece a sus buenas condiciones económicas y de vida, sino, por el contrario, a los pocos y precarios ingresos que obtienen, lo cual los hace muy similares entre sí, es decir, mayoritariamente en situación de pobreza. Resalta el mayor valor observado del Gini en los HA a nivel nacional en comparación a los otros tipos de hogares, posiblemente debido a la heterogeneidad productiva y regional del sector.

No hay que olvidar que el sur del país durante décadas fue olvidado de la inversión estatal. De hecho, aquí se encuentran las unidades productivas que mayoritariamente se enfocan en cultivos tradicionales, en pequeñas extensiones para el autoconsumo y/o venta a nivel local, mientras que en los estados del norte del país se han fomentado grandes inversiones en infraestructura, con grandes extensiones encadenadas a los procesos agroindustriales y con una mayor vocación exportadora (Florez, 2015). Como lo exponen Villafuerte (2007) y Aguilar (2016), los estados del sur de México, excepto las zonas turísticas, se han caracterizado por la ausencia de inversión del estado y de una clase empresarial que promueva la inversión en proyectos regionales, la creación de infraestructura y la generación de empresa y empleo.

Tabla 5. Deciles de ingreso y Gini del jefe de hogar, región sur y nacional, según tipo de hogar, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

Hogares agrícolas, factores asociados

A continuación, presentamos los resultados del modelo de regresión logística, el cual permite relacionar una variable dicotómica con un conjunto de variables explicativas y de control, agrupadas en tres dimensiones: la dimensión demográfica del jefe del hogar, la dimensión pobreza y características del hogar y la dimensión socioeconómica. Se interpretan los efectos que tienen las categorías de cada variable explicativa seleccionada (controlada por una categoría de referencia) en pertenecer a un hogar agropecuario (teniendo como categoría de referencia un hogar no agropecuario, HNA). En la Tabla 6 se presentan tres modelos, uno para la región sur, otro para el resto de regiones del país y el último a nivel nacional, todos ellos corresponden a las zonas menos urbanizadas o rurales.

En general, los resultados de los modelos coinciden con las tendencias del análisis descriptivo previo; en este caso nos preguntamos cuáles son los factores asociados con pertenecer a un hogar agropecuario y el peso y la dirección que tiene cada una de estas variables. Para establecer esta relación se incluyen las principales características demográficas del jefe del hogar como el sexo, la edad y la escolaridad, la pobreza, el número de integrantes del hogar, la relación de dependencia en el hogar y la dimensión económica relacionada con las distintas fuentes de ingresos de los hogares.

Analizando los resultados de los tres modelos, se infiere que el hecho de ser mujer, a medida que se incrementan los niveles de escolaridad, reduce las posibilidades de pertenecer a un HA; en este último caso el nivel de instrucción tiene un mayor peso en los estados que componen la región sur, aspecto que se relaciona con la fuerte masculinización del sector agropecuario y la mayor inserción de las mujeres en el sector terciario de la economía.

Ser jefe de hogar hablante de lengua indígena amplía las posibilidades de estar en un HA, y es tres veces mayor si se reside en la región sur. La edad del jefe es un factor que afecta de manera diferencial por región, reduciendo las opciones para la región sur y aumentando en el resto de regiones del país. Posiblemente, en la región sur del país a medida que se avanza en las edades económicamente activas y se tienen mayores niveles de educación no es atractivo quedarse en el campo desarrollando actividades agropecuarias. Además, probablemente por los bajos rendimientos económicos, la fuerte presencia del autoconsumo y las escasas opciones de mejorar la calidad de vida de las actividades agrícolas obliga a los más jóvenes a emplearse en actividades no agropecuarias, además de migrar a las grandes ciudades y metrópolis nacionales e internacionales.

En relación con la dimensión de condiciones de vida y estructura del hogar, ser jefe de hogar en situación de pobreza en relación de quienes no lo son amplía las posibilidades de pertenecer a un hogar agropecuario en los tres modelos presentados, la pobreza es un factor asociado a desempeñar actividades relacionadas con el sector primario de la economía. A medida que se incrementa un integrante más al hogar (pertenecer a hogares extensos) existe una mayor propensión de pertenecer a un hogar agropecuario.

Únicamente en la región sur es significativa la relación de dependencia; la cohabitación intergeneracional es un factor característico para pertenecer a un HA. En esta región se observa que en los HA existe un mayor número promedio de integrantes del hogar y una mayor presencia de niños y población envejecida en la composición de las familias, aspecto que guarda una fuerte relación con la inserción laboral en actividades agropecuarias, contribuyendo en muchos casos a la deserción escolar de los menores de edad.

Tabla 6. Factores asociados a pertenecer a un hogar agropecuario, según regiones en México, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de INEGI, 2018.

En relación a la dimensión socioeconómica, recibir ingresos por trabajo asalariado o por jubilación reduce de manera considerable el pertenecer a un hogar agropecuario, por el contrario, recibir ingresos de programas sociales, remesas o transferencias institucionales se asocia con la pertenencia a un HA. Estas dos últimas variables tienen un mayor peso en la región sur, donde se observa que de cada cien pesos que reciben los HA de la región sur, veinticinco provienen de transferencias y solo treinta y dos pesos proceden del trabajo. En el tercer modelo (nacional rural), adicionalmente se incluyó como variable de control la región, lo cual permite observar que residir en un estado de la región sur del país incrementa las posibilidades de pertenecer a un HA, en relación con los estados que componen las otras regiones del país.

Conclusiones

Conociendo la magnitud de la pobreza y grandes privaciones sociales que presenta la población rural, agropecuaria y de la región sur del país se hace necesario evaluar la estrategia social de combate a la pobreza implementada en México en las últimas décadas. A pesar de los esfuerzos realizados en el país en los últimos años por reducir la pobreza y la desigualdad, estos no se han traducido ni en desarrollo económico ni en bienestar social para la población, por tanto es urgente reflexionar en torno a los desafíos y replantear objetivos concretos de la política social y económica.

En este trabajo se evidencia la importancia que aún tienen las actividades agropecuarias en las zonas menos urbanizadas del país y en la región sur del país, a pesar del avance en los últimos años del modelo de desarrollo capitalista. En términos generales, resalta la mayor presencia de jefatura masculina y los bajos niveles de escolaridad en los HA, con marcadas diferencias en los HA de la región sur, como la mayor jefatura de hablantes de lengua indígena, un mayor promedio de miembros del hogar, una mayor relación de dependencia y el incremento promedio de integrantes del hogar en las actividades productivas.

Es de resaltar que el trabajo asalariado (agrícola y no agrícola) sigue siendo la principal fuente de ingreso de los hogares; sin embargo, ante los precarios salarios recibidos, los HA se ven obligados a diversificar las fuentes de los mismos para lograr mejorar sus condiciones de vida. Por tanto, vinculan al mercado de trabajo un mayor número de integrantes del hogar. Además, toman importancia los programas de transferencias del estado, las remesas (provenientes de otros miembros del hogar posiblemente insertos en el mercado de trabajo) y otro tipo de apoyos sociales. Son los HA y en mayor medida los de la región sur, sobre quienes prevalecen las mayores desventajas, niveles de pobreza, vulnerabilidad y carencias sociales.

Se hace necesario que las políticas públicas tengan como objetivo primordial disminuir las desigualdades sociales regionales, en especial en los estados de la región sur del país y grupos poblacionales en específico, los hogares con una gran dependencia de las actividades agrícolas de autoconsumo, la población de mujeres, jóvenes e indígenas. A su vez, es preciso diseñar estrategias para desestimular la migración de las zonas rurales y que el campo vuelva ser atractivo para las nuevas generaciones. Bajo crecimiento económico, pobreza y desigualdad en el país son tres factores que se superponen, actúan conjuntamente y resumen los mayores desafíos para el desarrollo de las zonas rurales, la región sur y del país en general.

Bibliografía citada

Aguilar, Teodoro (2016). “Desigualdad y Marginación en Chiapas”. Península, 9 (2), julio–diciembre. Mérida, Yucatán, México: Universidad Nacional Autónoma de México . También disponible en:http://www.revistas.unam.mx/index.php/peninsula/article/view/56699

Aguilera Fernández, Albany y Castro Lugo, David (2016). “La dinámica regional y el proceso de apertura comercial en México”,en Castro Lugo, David y Rodríguez Pérez, Reyna (comp.). Mercado laboral en México: situación y desafíos. México: Universidad Autónoma de Coahuila.

Appendini, Kirsten y De Luca, Marcelo (2006). Estrategias rurales en el nuevo contexto agrícola mexicano. Género y trabajo. Roma, Italia: Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura.

Arias, Patricia (2008). Reseña ¿Ruralidad sin agricultura? Kirsten Appendini y Gabriela Torres Mazuera (eds.) . Revista Pueblos y Fronteras Digital, [en línea], 5 (9), pp. 278–286. DOI: https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2010.9.167 (Consultado el 13 de noviembre de 2019).

Ariza, Marina y Oliveira, Orlandina de (2001). “Familias en transición y marcos conceptuales en redefinición”. Papeles de Población, 7 (28), pp. 9–39. Universidad Autónoma del Estado de México. También disponible en:https://www.redalyc.org/pdf/112/11202802.pdf

Baños Ramírez, Othón (2002). El hábitat maya rural de Yucatán: entre la tradición y la modernidad. Relaciones: Estudios de Historia y Sociedad, XXIII (92), pp. 160–180. También disponible en:https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709208&iCveNum=349

Blanco, Mariela y Bardomás, Silvia (2015). “Agrario y no agrario: ingresos de hogares rurales argentinos”. Revista Mexicana de Sociología, [en línea] 77 (1), pp. 95–127. DOI:http://revistamexicanadesociologia.unam.mx/index.php/rms/article/view/46619(Consultado el 21 de octubre de 2020).

Brun, Virginie et al. (2012). “Región de Sotavento, Veracruz: ¿en proceso de integración o marginación?”, en Saavedra, Fernando y Rello, Fernando (coords.). Integración y exclusión de los productores agrícolas. Un enfoque regional. México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, pp. 97–148.

Camarero Rioja, Luis y Pino Artacho, Julio (2014). “Cambios en las estructuras de los hogares rurales: Formas de adaptación y resiliencia”. Revista Internacional de Sociología, [en línea] 72 (2), pp. 377–401. DOI:https://doi.org/10.3989/ris.2012.12.27(Consultado el 21 de octubre de 2020).

Carton de Grammont, Hubert (2009). “La nueva estructura ocupacional en los hogares rurales mexicanos”, en Carton de Grammont, Hubert y Martínez Valle, Luciano (coords.). La pluriactividad en el campo latinoamericano, Quito, Ecuador: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, pp. 273–303.

Chayanov, Alexander (1974). La organización de la unidad económica campesina. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.

Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) (2018). Salarios Mínimos. Vigentes a partir del 1° de enero de 2018. [en línea]. Disponible en:https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/285013/TablaSalariosMinimos-01ene2018.pdf(Consultado el 3 de enero de 2019).

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2010). La pobreza por ingresos en México. [en línea]. Ciudad de México, México: CONEVAL. Disponible en:https://www.coneval.org.mx/rw/resource/coneval/info_public/PDF_PUBLICACIONES/POBREZA_INGRESOS_MEXICO_WEB.pdf(Consultado el 15 de enero de 2019).

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2014). Medición multidimensional de la pobreza en México. El trimestre Económico, [en línea], 81 (1), núm. 321, enero–marzo, pp. 5–42. Disponible en: https://www.eltrimestreeconomico.com.mx/index.php/te/article/view/151/342 (Consultado el 27 de marzo de 2019).

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2019). Comunicado de prensa No. 10. Dirección de Información y Comunicación Social. 5 de agosto de 2019. Disponible en:https://www.coneval.org.mx/SalaPrensa/Comunicadosprensa/Documents/2019/COMUNICADO_10_MEDICION_POBREZA_2008_2018.pdf(Consultado el 17 de enero de 2019).

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2020). Medición de la pobreza. Evolución de la canasta alimentaria. [en línea] Disponible en:https://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Paginas/Lineas-de-bienestar-y-canasta-basica.aspx(Consultado el 27 de abril de 2020).

Contreras Molotla, Felipe (2017). Dinámica laboral de los Hogares Rurales. Ciudad de México, México: Consejo Nacional de Población.

Cortés, Fernando, Tabaré Fernandez y Minor Mora (2008). “Evolución y características sociodemográficas de los hogares agrícolas, entre 1992 y 2002”, en Puyana, A. y Romero, J. (coords.). El sector agropecuario y el Tratado de Libre Comercion de América del Norte. Efectos económicos y Sociales. Ciudad de México, México: El Colegio de México, pp. 67–128.

Florez Vaquiro, Nelson (2005). Heterogeneidad del trabajo agrícola en México según la forma en que se organiza el proceso productivo: un estudio comparativo entre los años 1993 y 2003. Tesis para obtener el grado de Maestría en Población. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales–México.

Florez Vaquiro, Nelson (2015). Economía y Trabajo en el sector Agrícola de México. México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Florez Vaquiro, Nelson y Luna Contreras, Marisol (2018). “Hogares rurales y estrategias familiares de vida en México”. Revista Latinoamericana de Población, 12 (23), pp. 109–147. También disponible en:https://doi.org/10.31406/n23a6

Foster, William y Valdés, Alberto (2009). “Características Estructurales de los Hogares agrícolas chilenos: Una tipología de los hogares rurales y determinantes de ingreso en base a la encuesta CASEN 2003”. Estudios Públicos, núm. 133, pp. 110–150. También disponible en: https://www.cepchile.cl/cep/estudios–publicos/n–91–a–la–120/estudios–publicos–n–113–2009/caracteristicas–estructurales–de–los–hogares–agricolas–chilenos–una

Gutiérrez Calvajo, María Guadalupe, Miguel Ángel Magaña Magaña y Daniel Zizumbo Villareal (2019). “Estrategias de vida familiar y formas de adquisición de alimentos en las localidades mayas de Yucatán” . Península, 14 (1), Enero–Junio, pp.131–156. También disponible en: http://www.revistas.unam.mx/index.php/peninsula/article/view/68825

Hernández Licona, Gonzalo, Ricardo Aparicio Jiménez y Fiorella Mancini (2018). “Introducción”, en Hernández Licona, Gonzalo, Ricardo Aparicio Jiménez y Fiorella Mancini (coords.). Pobreza y Derechos Sociales en México. México: Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Instituto de Investigaciones Social, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 11–25.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2015). Encuesta Intercensal. [en línea]. Disponible en:https://www.inegi.org.mx/programas/intercensal/2015/(Consultado el 17 de diciembre de 2019).

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2018). Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH). [en línea]. Disponible en:https://www.inegi.org.mx/programas/enigh/nc/2018/#Microdatos(Consultado el 3 de junio de 2019).

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2019). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). [en línea]. Disponible en:https://www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas/#Microdatos(Consultado el 17 de mayo de 2019).

Janvry, Alain de y Sadoulet, Elisabeth (2001). “Income Strategies Among Rural Households in México: The Role Off–farm Activities”. World Development, 29 (3), pp. 467–480. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0305750X00001133 (Consultado el 20 de enero de 2019).

Klein, Emilio (1992). El empleo rural no agrícola en América Latina. Documento de Trabajo N° 364. Santiago de Chile, Chile: Programa Regional de Empleo para América Latina y El Caribe.

Kunz, Ignacio, Mario Cortina y Miguel Ángel González-Block (1986). “Regionalización socioeconómica, demográfica y de salud de la República Mexicana: un instrumento para la planeación e investigación en atención primaria a la salud”. Salud Pública de México, 28 (6), noviembre–diciembre, pp. 681–698. También disponible en:https://saludpublica.mx/index.php/spm/article/view/327

Lara, Sara María (1998). Nuevas experiencias productivas y nuevas formas de organización flexible del trabajo en la agricultura mexicana. Ciudad de México, México: Juan Pablos Editor–Procuraduría Agraria.

Lenin, Vladimir Ilyich (1960). Collected Works. Vol. 3. Moscú, Rusia: Progress Publishers.

López Santiago, Marco Andrés et al. (2012). “Análisis de economías rurales mediante el modelo de hogares agrícolas bajo un equilibrio general”. EconoQuantum, [en línea]10 (1), pp. 91–113. DOI:https://doi.org/10.18381/eq.v10i1.159(Consultado el 20 de febrero de 2019).

Montoya García, María Valeria (2017). “Condiciones de vida de los hogares trabajadores en las zonas urbanas de México durante la crisis de 2008–2010”, en Pacheco, E., Nájera, J. y García B. (eds.). Hogares y trabajadores en México en el siglo XXI. México: El Colegio de México, Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, pp. 227–274.

Nolan, Brian y Whelan, Christopher (1996). Resources, Deprivation and Poverty. Oxford, United Kingdom: Clarendon Press.

Oliveira, Orlandina de y García, Brígida (1990). “Expansión del trabajo femenino y transformación social en México: 1950–1987”. México en el umbral del milenio. Ciudad de México, México: El Colegio de México, pp. 345–374.También disponible en: https://doi.org/10.2307/j.ctv512rzj.14

Pacheco Gómez, Edith (2018). “Trabajo y pobreza multidimensional”, en Hernández Licona, Gonzalo, Ricardo Aparicio Jiménez y Fiorella Mancini (coords.). Pobreza y Derechos Sociales en México. México: Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Instituto de Investigaciones Social, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 303–349.

Pacheco Gómez, Edith y Florez, Nelson (2010). “Multiactivity Farm Work in the Less Urbanized Contexts of Mexico: 1993 and 2003”, Documento de Investigación, 1. Ciudad de México: El Colegio de México. Disponible en:http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/cedua–colmex/20170419024058/pdf_802.pdf(Consultado el 17 de diciembre de 2018).

Pacheco Gómez,  Edith y Florez, Nelson (2020). “Tendencias de la población rural en México: cambios demográficos y laborales”, en: Giorguli Saucedo, Silvia Elena y Sobrino, Jaime (eds). Dinámica demográfica de México en el siglo XXI. Tomo II. México: El Colegio de México, pp. 269–310.

Partida Bush, Virgilio (2006). Migración Interna en México: Una perspectiva multiregional. Tesis para obtener el grado de Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con especialidad en Sociología, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.

Rodríguez, Adrián y Meneses, Javier (2010). Condiciones socioeconómicas y laborales de los hogares rurales en doce países de América Latina. Santiago de Chile, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura, Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. También disponible en:https://www.researchgate.net/publication/228476525_Condiciones_socioeconomicas_y_laborales_de_los_hogares_rurales_en_doce_paises_de_America_Latina

Salas, Carlos y Zepeda, Eduardo (2003). “Empleo y salarios en el México contemporaneo”, en Garza Toledo, Enrique de y Salas, Carlos (coords.). La situación del trabajo en México 2003. México: IET, Universidad Autónoma Metropolitana, Solidarity Center, Plaza y Valdés.

Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL) (2000). México 2020. Un enfoque territorial del desarrollo; vertiente urbana: síntesis ejecutiva. [en línea]. Disponible en:http://www.inapam.gob.mx/work/models/SEDESOL/Resource/1867/1/images/mexico2020rr.pdf(Consultado el 3 de abril de 2019).

Sen, Amartya (2006). Conceptualizing and Measuring Poverty, in David B. Grusky & Ravi Kanbur (eds.). Poverty and Inequality. Standford, California, United States of America: Stanford University Press, pp.30–46.

Unikel, Luis (1978). El desarrollo Urbano de México: Diagnóstico e implicaciones futuras. Ciudad de México, México: El Colegio de México.

Velarde Villalobos, Sergio Iván (2010). Heterogeneidad de los mercados de trabajo y pobreza en el ámbito rural y el semiurbano: La inserción laboral en actividades no agrícolas y la situación de pobreza de los trabajadores y sus hogares. Tesis para obtener el grado de Maestría en Población y Desarrollo. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales–Sede México, Ciudad de México. Disponible en:https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/10469/2818(Consultado el 27 de marzo de 2019).

Villafuerte Solís, Daniel (2007). “Lecciones del presente para una agenda desde el Sur de México”. Península, 2 (2), pp. 85–96. Mérida, Yucatán, México: Universidad Nacional Autónoma de México. También disponible en:http://revistas.unam.mx/index.php/peninsula/article/view/44343/40077

Yaschine Arrollo, Iliana (2018). “Desafíos metodológicos para la medición de la pobreza”, en Hernández Licona, Gonzalo, Ricardo Aparicio Jiménez y Fiorella Mancini (coords.). Pobreza y Derechos Sociales en México. México: Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Instituto de Investigaciones Social, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 83–133.

Yúnez–Naude, Antonio y Taylor, J. Edward (2004). “Los determinantes de las actividades y el ingreso no agrícola de los hogares rurales de México, con énfasis en la educación”, en Comisión Económica para América Latina y el Caribe, (ed.). Empleo e ingresos rurales no agrícolas en América Latina. Serie Seminarios y conferencias, 35. Santiago de Chile, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, pp. 231–244. También disponible en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/6710/1/S04253_es.pdf

 

Anexo I

Perspectivas y enfoques de construcción de regiones en México

Fuente: Elaboración propia.

Anexo II

Distribucción de los rubros del ingreso corriente monetario según tipo de hogar, zona sur y nacional según áreas rurales, 2018

Fuente: Elaboración propia, a partir de ENIGH 2018 de INEGI.

Notas

* Dr. en Economía, profesor–investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – México. Correo–e: nelsonflorez@flacso.edu.mx. ORCiD: https://orcid.org/0000–0001–8784–3497

Fecha de recepción: 19/06/2020. Fecha de aceptación: 13/12/2020. Fecha de publicación: 30/01/2021.

1  El proceso de decantación implica que los hogares agrícolas en condiciones económicas adversas recurren como primera opción a la diversificación de sus fuentes de ingresos antes de abandonar por completo las actividades agropecuarias (Chayanov, 1974).

2  En este caso los datos a nivel nacional incluyen todos los estados del país de las áreas menores de 15 mil habitantes.

3  A partir de este apartado se hace referencia de manera indistinta a las localidades rurales, así como a las menos urbanizadas.

4  Según CONEVAL (2020), el monto de la canasta alimentaria (línea de pobreza extrema por ingresos) para agosto de 2018 para las zonas urbanas fue $1 516.62 y para las rurales de $1 073.69. La canasta alimentaria y no alimentaria (línea de pobreza por ingresos) en las zonas urbanas fue de $3 001.17 y en las zonas rurales de $1 941.01.

5  Canasta alimentaria: conjunto de alimentos cuyo valor monetario sirve para construir la línea de bienestar mínimo.

6  Línea de Bienestar: valor monetario de una canasta de alimentos, bienes y servicios básicos.

7  Según CONEVAL (2014), se consideran los siguientes aspectos para la construcción del indicador: 1) Que la población económicamente activa (PEA) asalariada tenga todas y cada una de las siguientes prestaciones laborales: Servicio médico en el IMSS, ISSSTE, ISSSTE estatal o PEMEX; Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) o inscripción a una Administradora de Fondos para el Retiro (AFORE), e Incapacidad laboral con goce de sueldo. 2) Que la población trabajadora no asalariada o independiente tenga como prestación laboral o contratación voluntaria los siguientes dos beneficios: Servicios médicos en el IMSS, ISSSTE, ISSSTE estatal o PEMEX, y disponga de SAR o inscripción a una AFORE. 3) Que la persona reciba jubilación o pensión, independientemente de su edad. 4) Que las personas de 65 años y más sean beneficiarias de algún programa de adultos mayores de transferencias monetarias. 5) Que las siguientes personas con parentesco directo con algún familiar con acceso a la seguridad social tengan derecho a recibir servicios médicos: Jefe de hogar o cónyuge que no pertenezca a la PEA; Ascendentes: padre, madre o suegros del jefe de hogar o cónyuge que no pertenezcan a la PEA; Descendientes: hijos menores de dieciséis años, o hijos entre dieciséis y veinticinco años que estén estudiando. Las personas que gozan de alguna jubilación, pensión o que reciben servicios médicos en el IMSS, ISSSTE, ISSSTE estatal o PEMEX por parte de algún familiar, o como consecuencia de muerte de una persona asegurada o por contratación propia.

8  El indicador toma en consideración que la vivienda cuente con todos los servicios básicos con las siguientes características: 1) Agua entubada dentro de la vivienda o fuera de la vivienda pero dentro del terreno; 2) Drenaje conectado a la red pública o a una fosa séptica; 3) Electricidad obtenida del servicio público, de panel solar o de otra fuente, planta particular, y 4) Que el combustible para cocinar sea gas LP o gas natural, electricidad, y si es leña o carbón que la cocina cuente con chimenea. La vivienda se considera como no carente solo si se satisfacen de forma simultánea los cuatro criterios anteriores.

9  La Norma de Escolaridad Obligatoria del Estado Mexicano establece que la población con carencia por rezago educativo es aquella que cumpla alguno de los siguientes criterios: 1) Tiene de tres a quince años, no cuenta con la educación básica obligatoria y no asiste a un centro de educación formal. 2) Nació antes de 1982 y no cuenta con el nivel de educación obligatoria vigente en el momento en que debía haberla cursado (primaria completa). 3) Nació a partir de 1982 y no cuenta con el nivel de educación obligatoria (secundaria completa).

10  El indicador se construye a partir de la Escala Mexicana de Seguridad Alimentaria (EMSA) y toma en consideración los siguientes elementos: En los hogares donde solo residen adultos, se valora si en los últimos tres meses por falta de dinero o recursos algún integrante del hogar: 1) Tuvo una alimentación basada en muy poca variedad de alimentos; 2) Dejó de desayunar, comer o cenar; 3) Comió menos de lo que piensa debía comer; 4) Se quedó sin comida; 5) Sintió hambre pero no comió; 6) Comió una vez al día o dejó de comer todo un día.

11  El indicador toma en consideración que la vivienda cuente con materiales de construcción y espacios con las siguientes características: 1) Piso firme de cemento o con recubrimiento (laminado, mosaico, madera); 2) El material de techos sea losa de concreto o viguetas con bovedilla, madera, terrado con viguería, lámina metálica, de asbesto, palma, teja, o de calidad superior; 3) El material de muros sea tabique, ladrillo, block, piedra, concreto, madera, adobe, o de calidad superior, y 4) Que el número de personas por cuarto —contando la cocina pero excluyendo pasillos y baños— (hacinamiento) sea menor a 2.5. La vivienda se considera como no carente solo si se satisfacen de forma simultánea los cuatro criterios anteriores.

12  El indicador toma en consideración que las personas cuenten con adscripción o derecho a recibir servicios médicos de alguna de las siguientes instituciones: Seguro Popular, Servicios médicos del IMSS, Servicios médicos del ISSSTE o ISSSTE estatal, Servicios médicos de Pemex, Ejército, Marina u otra institución pública o privada. Por tanto, la persona se considera como no carente solo si cuenta con adscripción o derecho a recibir servicios de salud de alguna institución antes mencionada.

13  La medición de pobreza utiliza dos líneas de ingreso: Línea de Pobreza Extrema por Ingresos, que equivale al valor de la canasta alimentaria por persona al mes; y la Línea de Pobreza por Ingresos, que equivale al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes.

14  El índice o coeficiente de Gini es una medida estadística que resume el grado de desigualdad de una distribución. El índice toma el valor de 0 si está equitativamente distribuida, y toma el valor de 1 si existe una total concentración del ingreso. A mayor desigualdad, mayor concentración del ingreso.