Acevedo García, Marina

Académicos e Indígenas. Objeto de
estudio y discursos de las Ciencias
Sociales en Chiapas

Año: 2016
Editorial: Universidad Autónoma de Chiapas
ISBN: 978-607-8363-94-0
Páginas: 251





 

La persistencia de “lo indígena” como tema de estudio privilegiado en Chiapas:
¿qué se puede interpretar de dicha persistencia y qué es lo que resulta problemático en ella?

El libro “Académicos e Indígenas. Objeto de estudio y discursos de las Ciencias Sociales en Chiapas”, escrito por la Dra. Marina Acevedo Gar- cía, es un trabajo relevante para la reflexión sobre el quehacer de los in- vestigadores sociales y sobre su incidencia en la configuración de modos de ver el mundo social.

Al preguntarse concretamente por los objetos de estudio de los in- vestigadores sociales en Chiapas y por los discursos empleados para re- ferirse a tales objetos de estudio, Marina Acevedo pone de nuevo sobre la mesa la discusión sobre la persistencia de “lo indígena” como tema de estudio privilegiado en Chiapas. ¿Qué se puede interpretar de dicha persistencia y qué es lo que resulta problemático en ella?

Aunque la autora no abre con esta pregunta su libro, las reflexiones que ofrece a medida que avanza el texto van esclareciendo que su interés por la relación entre académicos e indígenas no reposa en un cuestionamiento directo de la realidad, sino en un cuestionamiento de los presupuestos de los que parten investigadores e investigadoras para hablar, analizar y plantear ideas sobre “lo indígena”.

En cierto sentido, se pregunta por la ausencia de una ruptura epis- temológica entre la mayoría de los académicos en Chiapas, dada la ten- dencia a asumir de antemano la categoría “indígena”, sin reflexionar acerca de lo que ésta condensa: su conformación histórica, la cambiante realidad de las personas que se autoidentifican a través de ella, los juegos de poder económico, político y cultural en los que dicha categoría está incluida, etcétera.

En otras palabras, y desde el punto de vista de la autora, si la in- terpreto bien, cuando los investigadoras e investigadoras hablan en sus discursos irreflexivamente sobre los indígenas, esquivan la tarea de ex- plicitar el hecho de que la palabra “indígena” es una construcción con- ceptual cuyo referente empírico es enormemente más complejo, diná- mico, cambiante y versátil de lo que las y los académicos parecen estar dispuestos a aceptar.

Por otra parte, hay que decirlo, el ejercicio de explicitar lo limitado que resultan en general las categorías “indígena”, “campesino”, “afro- descendiente”, que usamos para referirnos a nuestros interlocutores, no supone negar su existencia, ni mucho menos las posiciones desiguales desde las que llevan sus vidas. Por el contrario, este ejercicio supone exponer los límites y alcances de nuestros análisis y reflexionar sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento que producimos.

Me parece que, con este espíritu reflexivo, la Dra. Acevedo se propuso adentrarse en el mundo de la academia, en México y en particular en Chiapas, para entonces demostrar la persistencia de “lo indígena” como tema privilegiado entre los y las investigadoras que trabajan en Chiapas, pero también para analizar ciertos aspectos que propicia esta persistencia.

Influenciada en gran medida por los planteamientos de Bourdieu, acerca del homo academicus o el habitus de los académicos, la ciencia como campo social estructurado material y discursivamente y la ruptura epistemológica como estrategia de objetivación acorde con el quehacer del científico social, Acevedo analiza, por una parte, los discursos que investigadores e investigadoras manejan en sus textos científicos y, por otra parte, el campo social, las lógicas y los dispositivos a los que están sujetos los académicos sociales en Chiapas.

Puesto que para la autora los textos científicos y el espacio de produc- ción académica son interdependientes, plantea el análisis de los discur- sos de los académicos prestando cuidadosa atención a los espacios insti- tucionales desde donde el conocimiento social se produce y adquiere el estatus científico. De tal modo, para seleccionar una muestra de textos académicos que estudiar mediante el análisis del discurso, la autora lleva a cabo un mapeo detallado de las distintas instituciones académicas que se encuentran en Chiapas, aquellas que se orientan a la producción de conocimiento social, ciertas normativas e instancias que determinan el estatus científico de las y los productores de los textos, etc. Así enton- ces, da cuenta del procedimiento que siguió para seleccionar 147 textos producidos desde la década del 90 hasta el presente, de los cuales 123 fueron escritos entre el año 2005 y 2012, aproximadamente.

Del análisis del discurso realizado por la Dra. Acevedo vale la pena destacar que, los objetos de estudio en 69 de los textos seleccionados, esto es, los problemas de investigación, son explícitamente en poblaciones que se asocian a la categoría “indígena”. El resto de objetos de estudio dentro de la muestra de textos se relacionan de una u otra manera con tales poblaciones: educación, movilización social, gobierno, economía y desarrollo. Ambos resultados no resultan sorprendentes si se tiene en cuenta la importante presencia demográfica de las poblaciones que se asocian a la categoría “indígena”, así como las cuestiones que por décadas han definido las formas de interacción entre aquellos que se autoidentifican como indígenas y los que no. Para mal, aunque también para bien, históricamente las inquietudes gubernamentales y ciudadanas han girado en torno a estos temas, en buena medida porque el sustrato esencialista de la relación con las poblaciones indígenas no ha sido reflexionado en profundidad.

Y lo que plantea Marina Acevedo con su investigación es que, justamente, la mayor parte de los académicos en Chiapas no han escapado a esta tendencia histórica, debido a que siguen fundando sus análisis en una visión esencialista de los indígenas.

Para sostener este argumento, la autora del libro que aquí se reseña habla de la continuidad en “los supuestos no explícitos —sobre los indios, la comunidad, la identidad y su integridad en la sociedad na- cional— que sustentan a los discursos” (p. 84) de los académicos con- temporáneos, con aquellos que realizaron “las primeras investigaciones modernas de antropología, en un momento clave en el cual los discur- sos académicos jugaron un papel en el campo de las representaciones políticas del Estado nacional” (p. 84).

Concretamente, Acevedo ahonda en tal planteamiento al identificar y analizar la manera como los autores de los textos seleccionados siguen utilizando la categoría “comunidad” y el modo como esta categoría es asumida sin cuestionamientos por la mayoría. Por ejemplo, la autora llama la atención sobre cómo en varios textos los académicos presentan a los indígenas y usan la palabra comunidad como si trataran a sujetos y entidades que poseen características inmutables a partir de las cuales se funda una identidad que conjuga creencias ancestrales, una relación “armónica” con la naturaleza y formas organizativas carentes de dife- rencias o conflictos. No obstante, también da cuenta de posturas críti- cas a través de las cuales varios investigadores han procurado reflexio- nar y trascender visiones utópicas, así como la tendencia a obviar los procesos históricos, las constantes dinámicas de cambio y los múltiples proyectos que suelen caracterizar, caracterizaron y caracterizarán a las poblaciones indígenas.

Así entonces, a través de la exposición de estas y otras posturas dentro del corpus de textos seleccionados, Acevedo da cuenta de los supuestos que siguen contribuyendo a la persistencia de “lo indígena” como tema privilegiado en Chiapas y se suma, de manera implícita más que explícita, a las perspectivas de algunos autores que han reflexionado críticamente sobre esta tendencia. Al respecto, cabe señalar que para los autores críticos de la categoría “comunidad indígena”, pero también para la autora del libro que aquí se reseña, aquello que resulta problemático de que se privilegie el estudio de “lo indígena” no son en sí las personas que se asocian a esta categoría, sino el hecho de esquivar una reflexión respecto a las representaciones, empáticas y adversas, a partir de las cuales se ha construido la relación con ellas. Aunque algunos de los autores cuyos textos son analizados en la investigación de la Dra. Acevedo podrían plantear que sí han reflexionado sobre el peso y los efectos de las representaciones en torno a “lo indígena”, me atrevería a decir que aquello a lo que apunta este libro es a la importancia de ofrecer reflexiones críticas que vayan más allá de las representaciones duales que han configurado “lo indígena”, tanto en el plano del sentido común, como en el campo de la producción científica.

Además de analizar los discursos que persisten en torno a “lo indígena”, la autora evalúa las condiciones materiales que sustentan a los académicos y que hacen posible la configuración de sus discursos. Para ello, describe y analiza el tipo de instituciones académicas en las cuales adelantan las investigaciones los y las autoras seleccionados, la incidencia de la formación antropológica en la mayoría de ellos y los sistemas de evaluación a los que se acogen.

Desde mi punto de vista, es a través de este ejercicio como ella trata de analizar el porqué la mayoría de académicos no realiza una reflexión profunda sobre las representaciones a través de las cuales se acercan a sus objetos de estudio. O, en otras palabras, por qué la mayoría de los investigadores no hacen una ruptura epistemológica, es decir, una reflexión sobre su propia manera de conocer y producir conocimiento.

Acevedo García llama la atención sobre el hecho de que “la ciencia en México y en particular en Chiapas ha[ya] transitado de un mode- lo con una fuerte carga ideológica a uno de tipo gerencial” (p. 173), aunque, y esto hay que subrayarlo, lo que se sigue encontrando es “la reproducción de la mitología de la modernidad mexicana, los indios continúan ocupando un lugar privilegiado en los estudios de las ciencias sociales porque para los científicos de este campo representan el origen, la identidad del mexicano, el pasado que encarna la promesa de un futuro más igualitario, democrático y libre de las consecuencias de la modernidad” (p. 174).

Para sostener este planteamiento, entre otras cosas, la autora señala el hecho de que las mismas convocatorias de investigación, ya sean ofertadas por Conacyt o Cocytech, tienden a condicionar los enfoques, las regiones, los problemas y las poblaciones con las que se espera se realicen las investigaciones. De modo que las mismas lógicas políticas y económicas del campo científico, lejos de favorecer una ruptura epistemológica, contribuyen a reproducir el abordaje de “lo indígena” a partir de representaciones esencialistas o bipolares, como ya se comentó. Aunque para la autora esto no excusa a los y las investigadoras, al parecer muchos de ellos se terminan asumiendo como sujetos condicionados por las instancias de las que dependen económicamente y de quienes obtienen su reconocimiento académico.

Realizada esta presentación general de los contenidos, evidencias y planteamientos de la autora, a continuación reflexiono sobre algunos de los aspectos que ponen de manifiesto los límites y los alcances de este trabajo.

Aunque resulta pertinente el análisis de la persistencia de la temática indígena entre los investigadores en Chiapas, es necesario preguntarse hasta qué punto o en qué medida el análisis discursivo de un conjunto específico de textos resulta suficiente para determinar la postura de un autor respecto a “lo indígena” y respecto a los argumentos utilizados para tomar a los indígenas como objeto privilegiado de estudio. Me parece que, en aras de compensar esta decisión metodológica, se apela al análisis de la estructura y las lógicas del campo científico, así como a las entrevistas que sostuvo con las investigadoras e inves- tigadores seleccionados. Sin embargo, al proceder de esta manera no necesariamente se logra adentrar en el proceso a través del cual él o la investigadora va configurando una perspectiva de análisis. En ciertos casos poniendo en el centro de su quehacer la ruptura epistemológica, en otros casos adoptando una postura reflexiva que no necesariamente lleva la ruptura epistemológica hasta sus últimas consecuencias, y en otros sin necesariamente saber qué es o qué implica.

En este sentido, vale la pena preguntarse por la relación entre autoría e investigación. ¿El texto de un autor es en todos los sentidos repre- sentativo de su perspectiva de investigación? O bien, ¿los supuestos y representaciones que se encuentran en un texto pueden ser considerados como “la postura” del investigador respecto a aspectos que pueden o no ser el centro de su argumentación? Indudablemente el estudio de la Dra. Acevedo apunta a tendencias evidentes entre los y las investigadoras en Chiapas, sin embargo, considero que un análisis de las representaciones que asumen de antemano los académicos en sus investigaciones podría ir más allá de lo que éstos consignan en sus textos. Es decir, si pensamos en términos de Bourdieu, acerca del habitus que nos caracteriza, resul- ta fundamental profundizar en el análisis de nuestras trayectorias de vida, lo cual pasa no solamente por prestar atención a las instituciones educativas en las que nos formamos o los cambios de disciplina que realizamos, sino también los vínculos que establecemos con otros acadé- micos, los momentos en los que se dan o no ciertos vínculos, o bien las expectativas e incertidumbres que se configuran respecto a situaciones concretas que se producen a nuestro alrededor. En este sentido, conside- ro que el trabajo de Marina Acevedo representa un aliciente para nuevas y más investigaciones acerca del campo académico, de los actores que son parte de él, la manera en que éste se ha configurado, ampliado y complejizado a lo largo de los años en el estado de Chiapas, las relacio- nes de poder que lo atraviesan y los objetos de interés que lo dinamizan.

Investigaciones como esta que planteo podrían ofrecernos análisis más detallados acerca de cómo “lo indígena” ha sido interpretado y asu- mido por un variado conglomerado de académicos que en la actualidad realizan investigación social, como aquellos que proceden de disciplinas como la biología o la ecología. De hecho, considero que varios de los hallazgos de la autora respecto a la relación entre el indígena y el uso de los recursos naturales podrían ser examinados con mayor detalle para comprender, por ejemplo, las transiciones que han experimentado los imaginarios de “lo indígena” a medida que biólogos y ecólogos fueron entrando en escena, a veces interactuando con agrónomos o ingenieros forestales, o bien ocupando su lugar para entonces incidir directamente en la definición de políticas de desarrollo rural y desarrollo sostenible.

Desde este punto de vista, otra de las preguntas que me suscita la investigación de la Dra. Marina Acevedo es hasta qué punto resulta conveniente evaluar la producción científica fundamentalmente a partir del parámetro ruptura epistemológica. Es decir, si al analizar los textos seleccionados centramos la mirada solamente en si los autores realizan una reflexión sobre sus objetos de estudio y sobre la construcción que hacen de éstos, ¿hasta qué punto estamos explorando analíticamente el quehacer científico en toda su extensión? Desde esta perspectiva, cabe preguntarse ¿por qué los autores seleccionados habrían de hacer una ruptura epistemológica respecto a sus objetos de investigación, cuando varios de ellos no necesariamente tienen claro lo que esto implica? La respuesta a esta pregunta apunta concretamente al hecho de que al analizar el campo académico también debemos tener en cuenta que su configuración se produce a través de dinámicas que pueden parecernos en principio incoherentes, sesgadas, subjetivas, arbitrarias, etc. Sin embargo, todo ello apunta al hecho de que la producción científica se da también a partir de la configuración de “comunidades epistémicas”, en donde ciertas representaciones o discursos adquieren tal valor estratégico que dejan de ser cuestionados. Dicha tendencia debería ser considerada no sólo para entender la persistencia de “lo indígena” en los estudios chiapanecos, sino además para analizar con una mirada etnográfica cómo se dan los influjos entre académicos y productores de políticas públicas, gran parte de ellas dirigida a las poblaciones que se asocian con la categoría “indígena”.

Para concluir, sólo me resta invitar a una atenta lectura de la investigación de la Dra. Marina Acevedo García con el fin de seguir encontrando vías metodológicas y reflexivas que nos permitan explorar ampliamente las dinámicas complejas y contradictorias de la producción científica, así como sus efectos e influjos sobre aquello que privilegiamos al sentarnos a platicar de las “realidades emergentes en Chiapas”.

Ingreet Juliet Cano Castellanos
Investigadora Huésped CIESAS Sureste