Presentación

A casi cuatro décadas de la instauración del neoliberalismo, las consecuencias en el orden social y ambiental del planeta son alarmantes. Puesto en marcha en los años ochenta del siglo pasado como resultado de la reorganización del capitalismo internacional, en un momento de gran desarrollo tecnológico, actualmente son innegables las enormes brechas sociales producidas, la exclusión de buena parte de la humanidad de condiciones de vida dignas, el éxodo masivo de habitantes de las regiones más “pobres” del mundo —que huyen de las hambrunas, la violencia del crimen organizado y las guerras—, el deterioro o exterminio de muchos de los recursos naturales y la crisis socioambiental del orbe, entre otros.

Durante estos años, han sido muchos los estudios producidos sobre el tema, y muchas las voces que, desde distintos espacios, se han levantado en contra de las políticas neoliberales y sus oprobiosos efectos. México no es la excepción, aunque resulta indispensable seguir insistiendo. Es por ello que EntreDiversidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, del Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad Autónoma de Chiapas, se suma a la urgente necesidad de seguir promoviendo el debate en torno a tan apremiante drama social.

En este número 7 se discuten específicamente las condiciones que enfrentan los pequeños productores del agro en México y América Latina. En nuestro país, por ejemplo, los integrantes de este sector padecen cambios en el uso del suelo, disminución en la productividad de la tierra, y en ciertos casos la pérdida de la tierra misma ante una competencia desigual con la agroindustria. Sufren la depredación del medio ambiente, afectaciones a la salud, así como en los aspectos económicos, políticos, culturales y artísticos de sus comunidades y ejidos. Miles se ven obligados a migrar y, frecuentemente, a recibir bajos salarios en los lugares de destino. Pero éstas son solamente algunas de las consecuencias más importantes, la relevancia del tema va más allá de la solidaridad y defensa de las justas demandas del campesinado, ya que las condiciones en las que se encuentra han generado al mismo tiempo la pérdida de la seguridad y soberanía alimentaria del país.

Estamos convencidas(os) que reorientar la política agraria en México requiere de un debate serio donde confluyan voces y saberes diversos para el reconocimiento de la producción de pequeña escala en aspectos económicos, patrimoniales, ambientales y de seguridad alimentaria. Es de destacar que existe un número importante de experiencias organizativas y movimientos sociales que hacen frente a estos procesos y reivindican el derecho al manejo de sus tierras y otros recursos, incluido los ambientales y la recuperación de la autodeterminación en la producción de nuestros alimentos a nivel nacional, así como la búsqueda de vías alternativas frente a las políticas globales predominantes. Precisamente en este sentido van las contribuciones que aquí presentamos, además de analizar la situación de los pequeños productores ofrecen valiosas propuestas alternas fincadas en experiencias estimulantes.

En el trabajo que abre esta discusión, “La segunda revalorización del campesinado en México: de ‘pobres’ y población ‘redundante’ a sujetos productivos y de derecho”, Víctor Suárez Carrera hace un recuento de las políticas del Estado mexicano que en distintos momentos históricos han conducido al quebranto de lo que él llama “la primera revalorización de los campesinos”, la cual se refiere a las conquistas sociales logradas con la revolución de 1910. Reseña tres etapas del ciclo neoliberal que han generado la “desvalorización” y exclusión del campesinado a partir de 1982. No obstante, el aporte principal de este trabajo se encuentra en mostrar las capacidades productivas y organizacionales de este sector, que echan por tierra los argumentos de quienes sentaron las bases para la exclusión de los campesinos mexicanos y su transformación de “sujetos productivos y de derechos” en “pobres”. Suárez enumera varios proyectos exitosos de pequeños productores rurales de distintas partes del país, lo que demuestra que, pese a la embestida neoliberal, orquestada en México por el propio Estado y a nivel mundial por las formas actuales de acumulación del capitalismo, es posible trabajar en aras de una “segunda revalorización del campesinado” y de la recuperación de la soberanía alimentaria.

El siguiente artículo, “La pequeña agricultura campesina y familiar: construyendo una propuesta desde la sociedad”, se ubica en la misma perspectiva que el anterior. Héctor Robles Berlanga presenta datos y cifras que muestran, por un lado, los aportes de los pequeños productores agropecuarios; y por otro lado, la evidencia de que las políticas públicas de apoyo a la producción agropecuaria en México se concentran en las cinco entidades del norte del país y en los productores más fructíferos. Mientras que los municipios del centro y sur, en donde se encuentra la mayor parte de los ejidos, las comunidades y la población indígena, reciben principalmente recursos de asistencia social —Procampo (hoy Proagro), Oportunidades, 70 y más, etcétera.

En contraste con lo que sucede en México, Robles destaca los casos de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile y Colombia, cuyos gobiernos han creado en las últimas décadas instituciones dedicadas a la investigación y/o desarrollo de la agricultura familiar. Los logros de estos países latinoamericanos dan fe de que son las políticas de apoyo a la producción y no las de asistencia social las que han incidido favorablemente en la disminución de los niveles de pobreza, y que los aportes de los pequeños productores en la producción de alimentos de estos países son muy significativos. Con base en lo anterior, el autor presenta una valiosa propuesta para México: el Programa de Agricultura en Pequeña Escala, cuyos ejes fundamentales están dirigidos a elevar la productividad: innovación tecnológica, organización económica para la producción, desarrollo de capacidades, comercialización y financiamiento.

El estudio de caso “Entre oportunidades y obstáculos. Lo que devela el proceso de inserción del queso Cotija en la economía formal”, de Esteban Barragán López, expone cómo los productos procesados artesanalmente en México, específicamente el queso Cotija en Michoacán, se ven orillados a moverse en la informalidad económica. Esto se debe a la imposibilidad de cumplir con las condiciones que exigen las instituciones en su descontextualizado afán de convertir en empresarios a los pequeños productores. Barragán explica las innumerables difi. cultades legales que enfrentan los productores del queso Cotija para comercializar el producto, a pesar de haber obtenido la “Marca Colectiva Cotija Región de Origen”. La experiencia que relata el estudio devela que las oportunidades de sobrevivencia de los productores de alimentos procesados artesanalmente son socavadas por las barreras que les impone un modelo económico unilineal que predomina en México desde hace cuatro décadas.

Se cierra esta sección con la colaboración de Héctor Fletes Ocón, Guadalupe Ocampo y Guillermo Valdiviezo, “Reestructuración de la agricultura e inseguridad alimentaria. Las iniciativas y retos de los pequeños productores en Chiapas”. Los autores analizan el incremento de la inseguridad alimentaria en México y en una región de Chiapas a raíz de la reestructuración económica y política del país. Exhiben las formas en que el TLCAN ha desplazado a los pequeños productores del campo y cómo ha favorecido las exportaciones de frutas y verduras por parte del sector agroindustrial relacionado con las corporaciones transnacionales Asimismo, dan cuenta de las respuestas que han tenido pequeños productores en la región chiapaneca de Comitán, ya sea adoptando o retando este proceso. Enfatizan la necesidad de reflexionar en torno al rediseño institucional que tenga como estrategia fundamental la seguridad y soberanía alimentarias en México, con base en los pequeños productores y en términos de equidad y sostenibilidad. También subrayan que en México existe una diversidad de agriculturas que es necesario revalorizar y estimular desde el Estado y así contrarrestar la inexistente visión bipolar de la gran agricultura de exportación y la agricultura de subsistencia.

En la sección abierta, Raúl Perezgrovas Garza presenta el artículo “Actividades productivas y vida cotidiana de jóvenes que permanecen en comunidades indígenas de Chiapas o que han migrado al medio urbano”, en el cual documenta la creciente tendencia migratoria de los jóvenes del medio rural hacia centros urbanos, ya sea por razones de empleo o estudio, pues sus aspiraciones no son las de dedicarse al trabajo agropecuario tradicional que desempeñan sus progenitores. Aquellos jóvenes que permanecen en sus lugares de origen también manifiestan deseos de mejorar sus ingresos y vestir mejor, pero tienen como obstáculo un deficiente manejo del español. Este trabajo es resultado de entrevistas con 21 personas, hablantes tsotsiles y tseltales, originarias de siete municipios indígenas de Los Altos de Chiapas. El autor concluye que esta propensión de los jóvenes indígenas a salir de sus comunidades se seguirá reproduciendo en tanto el trabajo agropecuario tradicional no genere un ingreso suficiente para el sostén de las familias.

La tercera sección incluye dos reseñas. La primera es de Ana María Parrilla y Aaron Pollack sobre Cuenta de la Caja Real de Chiapas 1540-1549, el trabajo más reciente de Tadashi Obara-Saeki. Los autores sostienen que las aportaciones que ofrece el texto a la historia colonial de Chiapas son varias, pero sobre todo las relacionadas con la demografía y cuestiones fiscales de un periodo muy poco estudiado. Destacan que contar con la versión paleografiada del documento que da vida a este libro es una enorme contribución para el estudio de la historia chiapaneca del siglo XVI.

La segunda reseña elaborada por Mónica Toussaint es sobre The invention of a colonial territory. Mapping and spatial knowledge in the 19th century, de Odile Hoffmann, un libro que trata la historia de Belice, tema olvidado por los académicos, que tiene un carácter particular por su devenir interno y los intereses externos. Belice cuenta con un poco más de tres décadas de vida independiente y una doble identidad por su ubicación como país centroamericano y caribeño.

Sonia Toledo Tello y Tania Carrasco Vargas
Coordinadoras del número