Joseph Friedrich zu Racknitz. Jervis,
Simon Swynfen, trad. y ed.

A Rare Treatise on Interior Decoration and Architecture:
Joseph Friedrich zu Racknitz’s Presentation and History of the Taste of the Leading Nations

Año: 2019

Editorial: Getty Research Institute

978-1-60606-624-9)

Páginas: 349

 

 

 

 

Por José Luis Escalona Victoria *

Doi: https://doi.org/10.31644/ED.V9.N1.2022.R01

¿Cómo se hacían interpretaciones estéticas de lo mexicano antes de que existiera México como país? ¿Había o hay un estilo mexicano? Entre 1796 y 1798 se produjo y presentó al público, en cuatro volúmenes, un objeto ambiguo para los criterios actuales sobre ciencias y artes, incluso como obra literaria. Su elaboración estuvo a cargo de un hombre de “buen gusto” de la nobleza de Sajonia, un reino con población mayoritariamente protestante y propulsor de la libertad religiosa (aunque la familia paterna del autor tenía su origen en el este de Austria y había servido a varios emperadores católicos del Sacro Imperio Romano). Se trata de Joseph Friedrich Freiherr zu Racknitz (1744-1818), un noble librepensador, masón que se comparaba en ocasiones con Papageno, personaje de La Flauta Mágica, ópera de Mozart estrenada en Viena en 1791. Tras varios siglos en el olvido, la obra en cuestión, de edición muy limitada —únicamente 500 ejemplares—, se reeditó y tradujo al inglés muy recientemente, en 2019, a cargo de Simon Jervis. El mismo Jervis, en los capítulos preliminares, da cuenta de muchos detalles de la historia de este objeto ambiguo y de su autor, colaboradores, editores y lectores.

Racknitz practicaba el diseño de interiores, exteriores y escenografías, así como la arquitectura, la música, la mineralogía y la tecnología; también se dedicaba a coleccionar objetos diversos. Fue contemporáneo de figuras como Goethe —con quien tuvo encuentros en Dresde, hoy Alemania, y en Carlsbad, hoy Karlový Vary, República Checa— y Alexander von Humboldt —quien visitó alguna vez el gabinete de Racknitz en Dresde para conocer sus colecciones de minerales, insectos, conchas y modelos de máquinas—. Otro contemporáneo y conocido de Racknitz fue Carl Heinrich Titius, mineralogista y director del gabinete de historia natural de Sajonia.

Al igual que ellos, era miembro de diversas sociedades científicas y de artes, así como colaborador o suscriptor de publicaciones de amplia circulación, entre ellas Mustertafeln, de mineralogía, o Allgemeine Literature-Zeitung y Journal des Luxus und der Moden, revistas de literatura, arte, técnica, diseño, decoración y moda, en fin, de buen gusto.1 Con ellos compartía el interés en minerales, meteoritos, colores, formas y lugares exóticos, así como en lo que podría englobarse en ese entonces como la “historia natural”, aderezada con peculiares ideas estéticas y religiosas. Estudió arte con Giovani Battista Casanova, hermano menor del célebre aventurero, quien daba clases en la Academia de Arte de Dresde, y con Johann Heinrich Ramberg, pintor de la corte del elector de Hanover e ilustrador de una publicación de Racknitz sobre arte (especialmente sobre pintura y jardinerías inglesa y francesa). Exploró incluso la posibilidad de incursionar en el comercio de materiales y objetos de vidrio, metal y porcelana, así como muebles y vestido, guiado por ideas de lo bello, buscando exaltarlo a través de diseños basados tanto en la simplicidad como en la elegancia y en la armonía de elementos. Siguiendo algunas de esas ideas, diseñó y construyó su casa, edificada muy cerca de un lugar conocido como Palacio Japonés, que había sido construido por un familiar materno de Racknitz y comprado por el elector de Sajonia, Friedrich August I, en 1717, para alojar su vasta selección de porcelana oriental, y más tarde sus colecciones de antigüedades clásicas, monedas y medallas, así como una biblioteca, de la que Racknitz sería visitante frecuente. En 1790 fue nombrado por el elector Friedrich August III en el cargo de Mariscal de la casa del elector, y en 1800 directeur des plaisirs (responsable de la música para la capilla y de la ópera) y encargado de las cocinas. En medio de esas y otras tareas, en 1792, el elector le pidió un encargo muy particular: elaborar un esquema para la redecoración del palacio Moritzburg.

Construido dos siglos antes por el elector Moritz de Sajonia, a unas millas al noroeste de Dresde, y usado como albergue para jornadas de cacería, Moritzburg es una amplia construcción cuadrangular con varias salas, filas de cuartos en cada flanco y cuatro torres en las esquinas. Racknitz vio en esa comisión la oportunidad de hacer ver el buen gusto, de educar en ello al público y de probar al mundo el grado que el reino había alcanzado en cuestiones de estética. Así, ideó un esquema sobre distintas expresiones del buen gusto, mostrándolas mediante diversas formas clásicas con trayectorias propias de diversas regiones del mundo. Consultando libros en bibliotecas de Dresde, Leipzig y Weimar, y consiguiendo obras a través de expertos comerciantes de libros, presentó una primera idea de redecoración del palacio Moritzburg al elector en una carta de 1793, tras la que recibió su apoyo para desarrollar su boceto. El plan era presentar en las estancias del palacio Moritzburg la historia general del gusto en el mundo, en varias naciones antiguas y modernas, todo a través de la decoración de cada habitación, en composiciones de muebles, pinturas, puertas, con materiales, texturas y colores específicos. Inició con un esquema de 16 salones, con pintura, muebles y otros detalles de decoración de interiores, así como de jardines. Para el diseño, además de los libros, consultó a artistas de Sajonia y expertos de otras partes del centro de Europa. No obstante, el plan se transformó conforme avanzaba el trabajo, y al final dio un giro inesperado: la remodelación del palacio nunca se hizo, pero el esquema cambió dando lugar a un catálogo de 24 composiciones que abarcaban una diversidad mayor de “gustos” del mundo que la del plan original.

El esquema presentado al elector incluía diseños inspirados en las naciones antiguas: egipcio, chino, etrusco, griego, romano, morisco, gótico, alemán antiguo, francés antiguo; abarcaba también los contemporáneos: inglés, uno influenciado por los descubrimientos de Herculano y Pompeya, y uno por el arabesco de Raphael; y finalmente otros de historias paralelas: persa, turco, mexicano y tahitiano. Después, fueron incluidas otras ocho variantes: una llamada “moderno supuestamente antiguo”, una siberiana, otra de Kamchatka (del este de Rusia), una de India del este, una judía o hebrea, la denominada “francés grotesco”, una proveniente del inglés antiguo y la persa, dividida en antigua y moderna. Cada “gusto” se presentaba con un par de placas o viñetas, una del diseño general y otra con detalles de muebles o de materiales, además de un texto que hacía referencia a particularidades de la historia de cada una de las “naciones” de las que se originaban los esbozos. El enfoque principal estaba puesto en el diseño de los cuartos, expuestos en viñetas elaboradas por los artistas que colaboraban con Racknitz. Igualmente, en la elaboración de las planchas para la reproducción de las viñetas e imágenes que acompañaban el texto Racknitz trabajó con varios artistas y editores sajones. El primer boceto de todo ello fue revisado por Georg Joachim Göschen (editor e impresor también de algunas obras de Goethe y del Journal des Luxus und der Moden), el cual se propuso hacer la edición. Se preparó en cuatro tomos, que serían vendidos paulatinamente entre 1796 y 1799 —uno cada año— en la Leipzg Eastern Fair, el más importante evento anual de editores.

El libro era promovido como una muestra del sentido estético que imperaba en el reino de Sajonia, que podría a su vez inspirar a otros diseñadores, arquitectos, constructores y artistas en diversas latitudes. Varios comentarios al esquema original —publicado en una revista— o a la obra —conforme aparecían los volúmenes— fueron publicados en revistas de la época, con distintos tonos críticos. Algunos eran elogiosos, sin dejar de mencionar la necesidad de mejora de ciertos detalles de los textos y de las placas —varias fueron reproducidas como adelanto en reseñas de la obra—, ya sea en la composición de las imágenes —su color y forma— o en su fidelidad al gusto que representaba. También estaban los que se dirigían a las categorías mismas, como la de “grotesco”, usado para el arabesco en uno de los textos de presentación del esquema, la de “alemán antiguo”, que podría ser llamado “tedesco”, o el uso o no de lo “gótico” para el mismo alemán antiguo. Otros cuestionan el uso del término “gusto” (del alemán geschmack) en lugar de manera, “manner” (en alemán) o “manier” (en francés), usados en otra literatura contemporánea del tema. Una cuestión por demás chocante era la posibilidad de que hubiera múltiples formas del gusto, de la belleza o lo bello, y no una sola universal —lo que llevó incluso a comentarios irónicos sobre la imposibilidad de que pudiera compararse el gusto europeo a otros del mundo— o incluso que pudieran ser compatibles la diversidad y la belleza. Algunos de los comentarios más irónicos fueron hechos por Goethe y Schiller.

En uno de los capítulos de la presentación, Jervis sugiere que esta obra constituye una especie de representación etnográfica del mundo desde un punto específico del mismo, en un momento muy particular de la historia del centro de Europa. No solo fue escrito en una época de guerras entre los reinos pruso, ruso y austriaco, y en los inicios de la revolución francesa, con todas sus secuelas de desplazamiento de fronteras y de arreglos políticos en todos los países. Era también el inicio de una nueva era de exploración del mundo, la del cálculo de la circunferencia de la tierra y de su campo gravitacional (Gauss), de los nuevos viajes de exploración (Humboldt); era además el tiempo de la recomposición de los imperios europeos de ultramar y de las nuevas rutas comerciales. La imagen del globo se producía en muchos flancos y uno de ellos es el que se muestra en esta obra: el mundo en un acto de, digamos, degustación, o una geografía de las formas estéticas. Se vincula también con el consumo de ciertas clases, como lo advierte Werner Sombart (2000 [1913]) en su análisis de la vida cortesana y el impulso al capitalismo (en su libro Lujo y capitalismo). La presencia en Europa de estilos arabesco, morisco, hebreo, chino —u oriental, en un sentido más general— estaba no solo en los materiales y en objetos como tapetes, porcelanas, telas y colorantes, sino también en la arquitectura y la jardinería, en la ópera y el teatro, o en el diseño de interiores como es el caso de Racknitz —un preámbulo del “orientalismo” del que nos hablaría después Edward Said (2002 [1978])—. Se trata de formas de jerarquizar el mundo, en este caso a través del arte, el sentido de lo elegante, el estilo, con ciertas categorías que irían tomando nuevas formas en las siguientes décadas.

Por ejemplo, el “gusto mexicano” que se muestra en las placas correspondientes (pp. 310 y 311) y en el texto (pp. 184-198) —basado sobre todo en una traducción de Francisco Xavier Cavijero, La historia antigua de México, y en el libro de William Robertson, Historia de América— es una interesante composición de elementos, formas, colores y símbolos ideados a partir de documentos e imágenes, sin que el autor hubiera pisado nunca América. Un primer dato relevante es que es el único gusto americano incluido en esta obra, a pesar de considerarlo imperfecto. Su diseño contrasta con la iconografía del México que surgió tiempo después, con la independencia, y más adelante con el nacionalismo y las múltiples formas de modernización y de autentificación del pasado en el presente.2 Cabe destacar que hay otra fuente fundamental para el diseño de esta placa: un “manuscrito mexicano que pertenece a la biblioteca del electorado en Dresde” que, como señala Michael D. Coe (2012 [1992]), se trata de lo que décadas después sería nombrado el Códice Dresde, y que pasaría de ser una “antigüedad mexicana” a convertirse en un códice “maya”. No obstante, la categoría “maya” no se había forjado en el tiempo de Racknitz.

Estamos entonces en un punto de la historia en el cual algunas categorías previas se expresan con fluidez, como “gusto”, y otras se van forjando a partir de nuevos encuentros con el pasado, como “Herculano” y “Pompeya”; mientras que algunas más no han surgido del todo, como “maya”. Esta obra nos permite explorar justamente un momento en la historia de un giro epistemológico que se estaba produciendo, lentamente, en el tránsito de los siglos XVIII y XIX, y que de alguna manera es sustancial a la epistemología del presente, una que delinea las formas en que entendemos, catalogamos y clasificamos actualmente el mundo con tanta naturalidad, la misma que enmarca también las maneras en que discutimos sobre lo bello, lo auténtico, lo antiguo, lo moderno, lo representativo y lo falso. En cierto sentido, leer esta obra nos enseña que nuestro modo de categorizar y jerarquizar el mundo tiene historia, que además encierra otros entendimientos de la realidad que se quedaron en el camino al lado de los que prosperaron y trascendieron hasta el presente. Al mismo tiempo, esta obra nos muestra que las categorías, clasificaciones y jerarquías contienen cierta ambigüedad y, por ello, son más fluidas de lo que parecen. La exploración de estos textos/imágenes nos da la oportunidad de adentrarnos en otras formas de entender el mundo y nos permiten sorprendernos de lo que hallamos en esos encuentros, con sus múltiples formas de lo bello, filtradas por estos personajes inclasificables de la nobleza centroeuropea que participaban intensamente de los nuevos círculos de consumo de lujo y moda de la burguesía naciente.

Bibliografía citada

Coe, Michael D. (2012 [1992]). Breaking the Maya Code. 3a Edición. United States of America: Thames & Hudson.

Said, Edward (2002 [1978]). Orientalismo. Barcelona, España: Random House Mondadori.

Sombart, Werner (2000 [1913]). Lujo y capitalismo. México, D.F., México: Editorial Navarro.

Turner, Olivia Horsfall (2020). “World views – revisiting an 18th-century survey of global style”. Apollo. The International Art Magazine [en línea]. Disponible en: https://www.apollo-magazine.com/joseph-friedrich-zu-racknitz-book-review/ (Consultado el 21 de junio de 2021).

Notas

* Dr. en Antropología, profesor-investigador Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social Sureste, México. ORCiD: https://orcid.org/0000-0003-1783-0142. Correo-e: joseluisescalona@prodigy.net.mx; jescalona@ciesas.edu.mx.

Fecha de recepción: 05/08/2021. Fecha de aceptación: 24/10/2021. Fecha de publicación: 31/01/2022

1 Es entre las cortes, los intelectuales y la burguesía emergente en el occidente europeo en donde se debatía acerca de la definición de lo estético a la vez que se experimentaba la belleza a través del consumo y la producción de objetos de lujo.

2 Una imagen de esta placa se reproduce en un artículo de 2020 de Olivia Horsfald Turner: “World views – revisiting an 18th-century survey of global style”, se puede consultar en este vínculo: https://www.apollo-magazine.com/joseph-friedrich-zu-racknitz-book-review/