Narrar, contar, migrar. Apuntes sobre los jóvenes en la región pampeana bonaerense

Narrating, Telling and Migrating. Notes on Youngsters in Buenos Aires Pampas region

Verónica Hendel[*]

Resumen: Las transformaciones que han tenido lugar durante las últimas décadas presentan a las juventudes como actores sociales cada vez más participativos. Sin embargo, los jóvenes no siempre son considerados como sujetos activos por las políticas públicas de juventud. En el presente artículo nos proponemos trazar un recorrido provisorio que dé cuenta de algunas de las principales características de los jóvenes que habitan en ámbitos rurales de la región pampeana bonaerense. Para ello, nos focalizaremos en las trayectorias de vida de un grupo de ellos que asiste a una escuela técnica rural del Partido de San Andrés de Giles. De este modo, podremos analizar el impacto que las transformaciones recientes en el ámbito rural pampeano han tenido sobre sus formas de vida y subjetividades. Asimismo, abordaremos los modos en los cuales dan cuenta del lugar en donde viven y de sus modos de ver y de experimentar lo rural.

Palabras clave: juventudes, ámbito rural, saberes, transformaciones recientes.

Abstract: Transformations that have taken place during the last decades present youngsters as increasingly participatory social actors. However, young people are not always considered as active subjects by public youth policies. In this article we draw a provisional route that accounts for some of the main characteristics of young people living in rural areas of the Pampas region of Buenos Aires. For this, we will focus on life trajectories of a group who attends a rural technical school of San Andrés de Giles party. In this way, we will be able to analyze the impact that the recent transformations in the rural Pampas have had on their life forms and subjectivities. Likewise, we will approach the ways in which they give an account of the place where they live and of their ways of seeing and experiencing the rural.

Keywords: young people, rural area, knowledge, recent transformations.

Introducción

¿Y en la tele, qué te gusta mirar?

—Películas, porque los noticieros…, se murió, se murió, chocó, mataron, asesinaron. Voy al campo y ahí hay un monte de 2 hectáreas. Está cerrado y ahí vamos…

¿Al monte? O sea que tenés monte cerca.

—Uno al ladito de mi casa, pegado, cuando llegamos con mi hermano, había árboles, todo, ahora cuando vino el viento volteó al medio como veinte plantas. De este lado todo clarito y de aquel lado parecen las películas de terror. Todo oscuro, humedad, estaban las ovejas antes del otro lado del monte.

¿Y ahora?

—Se las llevaron para otro campo, hay una pileta y no sé qué (estudiante del CEPT, 14 años, San Andrés de Giles, 2013).

Y todos los que antes, familias enteras que han vivido, con 20, 30 hectáreas de campo, eh, hoy no hay nadie, es más, las casas, casas hermosas, este, y los montes, montes frutales donde nosotros compartíamos entre vecinos, ahora no ves nada, kilómetros de nada (docente de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

El presente artículo traza un recorrido por algunos aspectos de las formas de vida y las subjetividades de los[1] jóvenes que viven actualmente en el ámbito rural de la región pampeana bonaerense. ¿Qué es ser joven y vivir en el ámbito rural pampeano bonaerense hoy?, es la pregunta que nos guía. Para intentar dar respuesta, en forma provisoria, a este interrogante, retomaremos algunos aspectos del trabajo de campo de corte etnográfico (Rockwell, 2009) realizado en el marco de nuestra tesis doctoral.[2] Los jóvenes a los cuales aquí haremos referencia asisten o asistieron al Centro Educativo para la Producción Total, CEPT N° 2,[3] del Partido de San Andrés de Giles, única escuela técnica rural de la zona. Si bien, aparentemente, los jóvenes rurales de la región pampeana no han constituido un foco de gran interés para los estudios sobre juventudes a lo largo de las últimas décadas (Kessler, 2005),[4] algunas entrevistas realizadas a referentes institucionales de la Federación de Asociaciones de los Centros Educativos para la Producción Total, FACEPT,[5] y de otras instituciones y organizaciones sociales, dan cuenta de que ciertos rasgos generales de los jóvenes que asisten a CEPT N° 2 se asemejan a los de los jóvenes rurales de otros partidos de la provincia de Buenos Aires. De todos modos, esto ameritaría un estudio más detallado para poder detenerse no sólo en los aspectos comunes, sino también en aquellos que los distinguen o diferencian. De igual manera sería interesante, en un futuro, poder realizar estudios comparativos entre jóvenes rurales de la región pampeana con los de otras provincias argentinas, así como de otros países de América Latina.

La pregunta sobre el “ser joven” no es azarosa ni ingenua, dado que partimos de la premisa de que la noción de “juventud” es una construcción social, una producción que adquiere diferentes características según los contextos y los actores sociales involucrados, así como las relaciones de poder que les atraviesan. En este sentido, entendemos que la producción de la juventud, en tanto “juventud rural”, puede leerse no como un grupo unificado, sino resultado de un trabajo que involucra múltiples y complejas operaciones en las que se ponen en juego distintos tipos de saberes, como los educativos, comunitarios, políticos, administrativos, burocráticos, militantes; y un repertorio de acciones: educativas, comunitarias, de gestión, de diseño, implementación y evaluación de políticas públicas, etc., asociadas a una serie de autoridades legítimas —docentes y directivos, padres, dirigentes de asociaciones rurales locales y cooperativas, referentes juveniles, funcionarios, responsables de áreas estatales, trabajadores vinculados con la implementación de políticas públicas...— que poseen las condiciones para dar existencia social a esa categoría social.[6] En cuanto a la noción de “juventud rural” retomamos la obra de Gabriel Kessler (2006) para sostener que hay un “vacío teórico” sobre la definición de la categoría, que se enmarca en aquello que ciertos autores señalan como una llamativa falta de reflexión sobre el tema (Caggiani, 2002). Incluso algunos autores hablan de una “invisibilidad” de la categoría, tanto en términos académicos como en lo relacionado con el desarrollo de políticas públicas hacia el sector (Durston, 1997).

En cuanto a “lo rural”, cabe señalar que las definiciones utilizadas en la mayoría de los trabajos analizados por Kessler (2006, 2007), al construir el estado del arte relativo a la temática que aquí retomamos, suelen estar atravesadas por el enfoque de la “nueva ruralidad”; es decir, que se consideran rurales tanto a aquellos jóvenes residentes en el campo como a quienes residen en núcleos urbanizados de zonas predominantemente agrícolas, aunque sin que se especifique concretamente el umbral poblacional de los mismos (Kessler, 2007: 21). De esta manera, se reconoce el surgimiento de nuevos lazos entre los ámbitos urbanos y rurales, lo cual dificulta la identificación de lo rural exclusivamente con lo agropecuario. Esa visión influye en la definición de juventud rural, aportándole dinamismo y potencial reflexivo a la categoría. Este artículo, precisamente, apunta a analizar algunos aspectos de la juventud rural pampeana en un contexto de cambios y de redefinición de las experiencias de “lo urbano” y “lo rural”.

Por otra parte, este escrito se basa en el trabajo de campo realizado en torno a un espacio-tiempo singular: la Provincia de Buenos Aires, en general, y el Partido de San Andrés de Giles —ubicado al noroeste de dicha provincia—, en particular, entre los años 2007 y 2013. La elección del recorte temporal responde a la información provista por los entrevistados quienes han señalado que es, precisamente, en torno al año 2007 que comienzan a percibirse grandes transformaciones en el ámbito rural en el contexto ya señalado, lo cual coincide con la agudización de ciertos procesos económicos internacionales de relevancia. La circunscripción espacial, en cambio, forma parte de una búsqueda por identificar y analizar los síntomas de ciertas transformaciones recientes, tomando como punto de partida el complejo entramado de las relaciones sociales que se entretejen en un distrito de la región pampeana bonaerense en el cual el carácter rural todavía es señalado como una de sus principales características. Allí es posible rastrear un conjunto de textualidades y prácticas que se despliegan y dan forma a ciertos modos de ser joven en el ámbito rural. Un espacio rural en crisis, en transformación, en cambio. Es en este contexto que la pregunta “¿Qué es ser joven y vivir en el ámbito rural pampeano hoy?”, cobra relevancia. En el marco de este artículo intentaremos esbozar algunas hipótesis preliminares que nos permitan aproximarnos al tema y contribuir al desarrollo de futuras investigaciones.

La elección de la Provincia de Buenos Aires,[7] primero, y del Partido de San Andrés de Giles, después, se encuentra vinculada al rol de importancia que dicha provincia ha desempeñado al interior de la región pampeana desde sus orígenes y también a nuestros lazos previos con el ámbito rural.[8] Por otra parte, cabe señalar que el caso de San Andrés de Giles representa un interés particular, ya que una de sus principales actividades agropecuarias, la producción tambera, ha sido profundamente afectada por uno de los fenómenos clave de las transformaciones recientes: la expansión del monocultivo de soja transgénica. Desde mediados de la década de 1990, la producción láctea ha sido fuertemente desplazada por dicho monocultivo dando lugar a un proceso de concentración productiva, desplazamiento de pequeños productores y éxodo de trabajadores rurales con un fuerte impacto sobre la forma de vida rural. En menos de 15 años, la cantidad de tambos en la zona ha descendido de 60 establecimientos a sólo 11, y las explotaciones de menos de 200 hectáreas, de 327 a 136 (INDEC, 2002; Hendel, 2009). Por otra parte, en esta región se ha dado un proceso paralelo de construcción de “casas de fin de semana” y “clubes de chacra” (Svampa, 2002; González Maraschio, 2010; Hendel, 2014), dinámica que no puede ser subestimada en el marco de las implicaciones que estas transformaciones han tenido sobre la vida de los jóvenes de la zona.

Sobre los estudios acerca de la juventud rural en Argentina y en América Latina

A lo largo del siglo XX la investigación social en América Latina ha demostrado escaso interés por las juventudes rurales (Kessler, 2007). Siguiendo a González Cangas (2003), podríamos atribuir parte de este desinterés al hecho de que los estudios agrarios tradicionales preveían que la modernización y la urbanización reducirían el espacio rural conduciendo a la mayoría de los jóvenes a la migración. Por otra parte, parece pertinente sostener que los estudios de juventud poseen un corte claramente urbanocéntrico que tiende a identificar la cultura juvenil como eminentemente urbana (Kessler, 2007). De todos modos, desde la década de 1980 la tendencia comenzó a revertirse, conformándose un campo de investigación en incipiente desarrollo.

En Argentina, es necesario tener presente que la mayoría de los estudios de caso corresponden a las provincias del noroeste y noreste del país,[9] lo cual particulariza la imagen de la juventud rural (Kessler, 2005). Otra limitación de los estudios sobre la temática que debemos tener en cuenta, es que el grueso de los trabajos argentinos y de la región en general se centra en pequeñas unidades campesinas con uso intensivo de trabajo familiar, donde la cuestión de la herencia de la tierra y la distribución del escaso recurso es el centro de las preocupaciones de los jóvenes. Si bien, como señala Kessler (2005), es innegable lo extendido de tales formaciones en América latina y en algunas zonas de Argentina, faltan trabajos sobre otros grupos de la estructura social agraria, tales como los asalariados rurales y los jóvenes de familias propietarias grandes y medianas o ligadas a sectores en fuerte expansión en la actualidad. En este sentido, de la escasa heterogeneidad social resulta la probable ausencia de problemáticas específicas relacionadas con los jóvenes de otros estratos rurales. Un sesgo más de los trabajos sobre la problemática que nos convoca y que consideramos pertinente señalar es que la casi totalidad tienen como contexto la reforma neoliberal de la década de 1990.

En este sentido, este escrito intenta realizar una contribución al campo de los estudios sobre juventudes rurales brindando un análisis exploratorio de la situación de los jóvenes que son hijos de contratistas, trabajadores rurales de nuevo tipo —caseros, parqueros, etc.— y pequeños productores familiares que han perdido sus propiedades y que habitan en el ámbito rural de la Provincia de Buenos Aires a comienzos del siglo XXI.

Narrar, contar y conocer: la participación de los jóvenes como aspecto central del proyecto CEPT

El proyecto de los Centros Educativos para la Producción Total (CEPT) constituye una experiencia reciente en la región pampeana. Creado en el contexto del retorno a la democracia, y a partir de una adaptación de la alternancia a la problemática rural bonaerense, el proyecto CEPT ha logrado sobrevivir a las profundas crisis y transformaciones que han caracterizado a la región durante las últimas dos décadas. Habiendo partido de las premisas de que la vida enseña y educa, y de que el trabajo y la producción constituyen espacios privilegiados de formación (Forni et al., 1998; Barsky et al., 2009), desde hace, al menos, una década, los protagonistas del proyecto CEPT se encuentran ante el desafío de repensar los fundamentos del mismo. En un contexto en el cual la mayoría de los jóvenes han dejado de ser hijos de pequeños productores agropecuarios para pasar a ser hijos de empleados,[10] el conocimiento que allí se produce y reproduce ha adquirido características singulares, se ha erigido en testimonio de los cambios ocurridos, y no deja de ser un punto de partida posible para pensar nuevos modos de experimentar lo rural que contemplen las necesidades y proyectos de los jóvenes rurales.

Los Centros Educativos para la Producción Total son escuelas oficiales de gestión pública que trabajan en dos líneas fundamentales y convergentes: la educación de los jóvenes rurales y la capacitación de sus familias, y el desarrollo y crecimiento de las comunidades rurales. La primera se lleva a cabo a través de la pedagogía de la alternancia, y la segunda toma como marco de referencia el desarrollo local y se funda en la promoción de formas organizativas propias de cada comunidad para dar respuesta a sus necesidades. En el marco del proyecto, la educación es planteada como estrategia y no como fin en sí misma (Bacalini y Ferraris, 2002). El modelo de organización de CEPT se caracteriza por la autogestión y la participación de la familia y la comunidad. Reglamentado por la Resolución 11.111/89, este programa constituye una propuesta diferente a las preexistentes en el seno del sistema educativo por sus objetivos y su metodología, y porque se funda en la cogestión con el Estado en sus distintas instancias.

En este apartado, nos concentraremos en el análisis de dos de los instrumentos pedagógicos específicos de este proyecto: la indagación en la propia comunidad a través del “Plan de búsqueda”, y el registro de las producciones y actividades realizadas en el seno de la producción familiar a través del “Cuaderno de campo”. Algunos de estos instrumentos los analizaremos a partir de su difusión en artículos publicados en el periódico escolar El Fogón. Se trata de instrumentos pedagógicos transversales a todos los espacios curriculares, tanto de la Formación General como de la Científico Tecnológica y Técnico Específica.

Antes de comenzar con el análisis, nos gustaría señalar nuevamente que el proyecto de los CEPT fue concebido, desde sus inicios, como una alternativa a la escuela agrotécnica tradicional y, fundamentalmente, como una herramienta para transformar el ámbito rural, tratando de evitar que sus habitantes tuvieran que emigrar a los núcleos urbanos para poder cursar sus estudios, fomentando el trabajo cooperativo, la agricultura familiar, y la valorización de las culturas propias del lugar. Por todos estos motivos es que su subsistencia en un contexto de crisis de aquello que, precisamente, le dio sentido o razón de ser guarda tanta importancia en el marco del análisis de algunos de los principales modos de subjetivación que caracterizan a los jóvenes rurales.

Entre los instrumentos creados y utilizados por los CEPT para recuperar y valorar los saberes de las familias y comunidades rurales, los “planes de búsqueda” ocupan un lugar destacado. Son éstos los que, partiendo de los intereses de los y las adolescentes, los impulsan a realizar una investigación en la cual la familia desempeña un papel clave.[11]

En este sentido, a la movilidad, el éxodo hacia el pueblo y las dificultades asociadas a los nuevos roles laborales asumidos por los padres y madres del CEPT, se les suman las separaciones, los divorcios, las familias “desmembradas”, los padres y madres que han formado nuevas familias. Y esta realidad, junto a otras cuestiones que iremos analizando a lo largo de este apartado, repercute sobre los modos que adoptan los proyectos de CEPT, la producción y reproducción de saberes en el ámbito al cual estamos haciendo referencia y sobre las subjetividades de los y las jóvenes y su modo de experimentar el ámbito rural.

El desconocimiento de los propios familiares, la falta de tiempo con la familia, la pérdida de los lazos interfamiliares más profundos, la televisión,Internet y los jueguitos emergen en los discursos como causas de las dificultades actuales de los jóvenes para indagar en su propio pasado y formular preguntas que les resulten significativas.

Sin embargo, tanto los planes de búsqueda como el periódico escolar, y otros proyectos que son llevados a cabo, demuestran que, aun en la situación de crisis recién descrita, es posible seguir encontrando, investigando y difundiendo esos “otros saberes” que fueron transmitidos de generación en generación por las familias y comunidades del ámbito pampeano bonaerense. Saberes familiares y colectivos que estarían basados en la interconexión y la reciprocidad:

El Plan de Búsqueda es una investigación sobre la realidad en la que participa la familia. Desde 1er a 3er año los alumnos comienzan su investigación en el entorno familiar, luego con los vecinos, amigos y finalmente en las instituciones locales, organizaciones, productores de la zona, etc. Entre todos elegimos los temas a investigar durante el año, por eso es importante la participación y charlar los temas que nos interesen (alumnos de 1er Año y prof. Elba Wasinger, Periódico El Fogón, 2012).

“De la familia a la comunidad” podría resumir el proceso de investigación y de pensamiento planteado por la realización de los “planes de búsqueda”. Dos aspectos destacables de los mismos son, por un lado, el planteo del interés de los estudiantes como punto de partida y, por otro, las instancias colectivas de intercambio y de toma de decisiones. Los siguientes pasajes del artículo recién citado nos permitirán ilustrar mejor el tipo de saberes que son recogidos en el marco de este proyecto:

Transcribimos algunas líneas del Plan de Búsqueda realizado por las alumnas Fátima Gallegos, Tatiana Velazquez y Jakelin Aguilera sobre las producciones familiares que se realizaban en el tiempo de antes... “Las producciones que se realizaban en las familias era la chacra, donde se hacía maíz, sorgo, girasol, trigo y lino. En todas las casas se realizaba la huerta, había zapallitos, sandía, melón, habas, arvejas, verduras de hoja, papa, batata, ajo, cebolla, algunas de las cuales hoy no se hacen más y eran para consumo de la familia, intercambio con vecinos o trueque por alguna otra cosa. Las familias tenían gallinas, pollos, pavos, gansos, patos, para consumo, y algunas tenían vacas para ordeñar y además de la leche hacían queso. Las ovejas que tenían eran para carne, lana y el cuero para los aperos de los caballos, si no se vendía. Los cerdos eran para consumo, se carneaba una o dos veces al año, para hacer chorizo, salame, morcilla, queso de chancho, bondiola y otros productos que consumían durante todo el año. Mucha gente también tenía abejas, para consumo de la miel. Con respecto al trabajo, todos en la familia participaban, algunos a partir de los 8 años en adelante, había trabajo siempre y el horario no era fijo, sino de sol a sol. No había tecnología como hoy en día, la tracción de las máquinas era a caballo generalmente, solo algunos tenían maquinarias…” (alumnos de 1er Año y prof. Elba Wasinger, Periódico El Fogón, 2012).

Nuestro interés en los “planes de búsqueda” radica en que pueden ser considerados, a su vez, como una expresión de las subjetividades de los jóvenes del ámbito rural que, retomando lo señalado más arriba, son percibidas por los adultos del siguiente modo:

Exactamente, yo me acuerdo que los planes de búsqueda que hacía yo hace 20 años, 25 años, son muy distintos a los que hacen hoy, ahora. Los chicos por ahí, el tema de la familia, cuando trabajas con la familia, nosotros sabíamos quién era nuestro abuelo, bisabuelo, tatarabuelo, a qué se dedicaban, cómo trabajaban en el campo, que tenían ovejas, que tenían vacas, que tenían chanchos, que sembraban maíz, que sembraban la guinea, sabíamos todo eso. Hoy los chicos no tienen ni idea por ahí, hasta no conocen a sus abuelos. Esa relación de familia se desvinculó mucho, mucho. Y como los abuelos se fueron a vivir al pueblo, se perdió ese contacto o esa relación. Es el tiempo, también; antes los chicos tenían más tiempo de estar con la familia y la[s] familia[s] vivían todas más unidas y les contaban esto, qué es lo que hacía la familia, en qué trabajaban. Porque no había tanta televisión, no había tanta computadora, hoy los chicos no le dan bolilla a esto sino buscan en los jueguitos, en la computadora, piensan en otra cosa. Qué es lo que nosotros tratamos de hacer desde el plan de búsqueda, tratar de meternos en la familia y que los chicos investiguen, averigüen qué hacían, todas estas cosas, la cultura que teníamos antes en el campo se fue perdiendo mucho. No digo, hay muchas familias que lo siguen teniendo, tengo a mis tíos que siguen viviendo en el campo y nosotros seguimos haciendo lo mismo, vamos al campo los fines de semana, contamos historias, cuentan historias, comemos todos juntos, trabajamos, se hace la yerra, se hace la vacunación, se trabaja con animales, encerrar, hacer jaulas, no sé, ir a trabajar a la huerta, lo hacemos los fines de semana. Pero, bueno, yo trato de esas cosas dárselas a mis hijos también, que van a escuelas de acá, del centro también (docente de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

En las narraciones de los directivos y docentes estas reflexiones se tornan recurrentes. La referencia a las dificultades actuales que encuentran para avanzar en la elaboración de los planes de búsqueda, como correlato de la crisis de un cierto modo de experimentar lo rural, constituye un punto de coincidencia. En todos los casos, los testimonios reflexionan acerca de la actualidad sobre un fondo —o a la luz— de un pasado distinto que vendría a ser el de “esa otra cultura rural” que caracterizaba a la zona hace veinte años, y que en uno de los artículos publicados en el periódico escolar es denominada, sugerentemente, como “el tiempo de antes”[12] . Sin embargo, el relato recién citado abre las puertas a una reflexión en torno a dos ejes: por un lado, el de esos otros saberes y otras prácticas que se encontrarían en crisis, pero que desde CEPT intentan recuperar, traer a escena, socializar; por otra parte, la presencia de una subjetividad con características nuevas entre los jóvenes rurales que asisten al CEPT, en la cual la difusión de ciertas tecnologías —como los celulares e Internet— y los nuevos modos que adoptan las relaciones familiares estarían influyendo fuertemente y promoviendo, en todo caso, la producción y reproducción de otros saberes, diferentes a los tradicionales de este ámbito rural.

—¿Se hablan o se ven con los chicos las semanas que no están acá?

—No, vivo muy lejos, no voy a venir hasta acá a visitar a todos.

—¿Y por celular, esas cosas?

—Sí, por celular, por “face”, todo, sí.

—Es capaz de estar en Facebook todo el día, yo entro a “face” y está conectada ella, vengo de comer está conectada ella.

—Estoy todo el día conectada en el Facebook, yo como, duermo, Facebook y de vuelta a comer (estudiantes de CEPT, 12 y 13 años, San Andrés de Giles, 2013).

—¿Cuánto hace que tienen celular más o menos?

—Como cuatro años.

—Yo ni me acuerdo. Pero sé que perdí un montón de celulares. Yo una vez lo perdí en un monte. No lo encontré nunca más, era nuevito, me dio una lástima. Y ahora este que tengo, lo tengo desde que empecé la escuela acá (estudiantes de CEPT, 14 años, San Andrés de Giles, 2013).

—¿En casa tienen televisión, Internet, esas cosas?

—En casa hay tele, DIRECTV, está la computadora, que nos regaló el patrón, dos veces se me apagó, se me rompió como cuatro veces.

—¿La computadora?

—La iba a regalar. Internet no, porque la íbamos a poner, después tuvimos DIRECTV, ahora si nos vamos… cambiamos de lugar un par de veces.

—Yo Internet no tengo, querían ponerlo pero no llegaba el alcance, algo así, por las plantas (estudiantes de CEPT, 14 años, San Andrés de Giles, 2013).

Si bien el uso de las redes sociales por parte de los jóvenes rurales no constituye el foco de este artículo, consideramos que se trata de una dimensión insoslayable que opera sobre la constitución de las subjetividades de los jóvenes rurales. Como se puede observar en el testimonio previo, las redes sociales y las nuevas tecnologías son consideradas por parte de los docentes y directivos de CEPT como uno de los motivos de la pérdida de ciertas formas de vida y de producción. Para otros, en cambio, es sinónimo de homogeneidad entre los jóvenes rurales y urbanos:

[...] Yo creo que hay un avance importante en lo que es la parte de comunicación. Los chicos manejan hoy, un chico que viene de la provincia, no importa de qué provincia, que tenemos, maneja el celular, maneja una red social, maneja la computadora, más, menos, pero como que tampoco le tienen temor a eso, eh, y es como que eso permite que los chicos sean, eh, más desenvueltos. La tecnología o las redes de comunicación, es como que en eso han avanzado bastante. Nosotros tenemos chicos que vienen, qué sé yo, de Corrientes, de Entre Ríos, digamos, en realidad no hay diferencia con un pibe de acá, de un chico rural de acá [...] (docente de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

Para muchos de los jóvenes, en cambio, el uso de celulares, computadoras y el acceso a las redes sociales supone una forma de empoderamiento, de construcción de lazos a la distancia y de superar cierto aislamiento propio de la vida en la región pampeana bonaerense. Si bien estas afirmaciones requieren de una investigación en mayor profundidad, entendemos que constituyen hipótesis que pueden aportar a futuras investigaciones acerca de estos jóvenes, sus formas de vida y subjetividades.

Por otro lado, los planes de búsqueda constituyen, también, un reflejo de aquellas prácticas agronómicas que se han difundido a lo largo de las últimas décadas, tornándose hegemónicas —la siembra directa, el uso de maquinaria más sofisticada, la difusión del monocultivo de soja, el uso de fertilizantes y pesticidas, entre otros—. En este sentido, y volviendo al escrito del “plan de búsqueda” que hace referencia al “tiempo de antes”, llama nuestra atención el uso del término “chacra” para hacer referencia al espacio en el cual la producción familiar tenía lugar, término que se encontró prácticamente ausente en el marco de las entrevistas. También es destacable el rol asignado a las familias en la producción y la mención específica a la ausencia de tecnología y de maquinaria moderna. Y esta reconstrucción y valoración de un modo de la experiencia de lo rural pasado, anterior, también nos plantea algunos interrogantes. En primer lugar, nos resulta interesante preguntarnos por el peso de estas experiencias pasadas en la reflexión de los docentes y directivos acerca de los modos en que los y las jóvenes experimentan actualmente el ámbito rural. En los discursos críticos acerca del presente rural que hemos podido recoger en el marco del trabajo de campo, hemos observado una tendencia a pensar el presente sobre el trasfondo de ese pasado, de esa experiencia que “ya no es”. Y, en este sentido, es posible vislumbrar una cierta “idealización” de ese “tiempo de antes” —que podríamos pensar a la luz de la noción de “imágenes huella” de Paul Ricoeur—. La pregunta que emerge, en este sentido, es si ese pasado tan potente no terminaría obturando la posibilidad de pensar en modos alternativos de la experiencia contemporánea de lo rural. Y, entonces, nos preguntamos si, tal vez, la recuperación de esos “saberes de antes” no podría ir de la mano de una resignificación de aspectos clave de las subjetividades jóvenes contemporáneas, tales como el uso de Internet y del celular, o la apelación a un desinterés por el pasado, en contraposición a una urgencia por habitar el presente, a un cierto “presentismo” (Arikha, 2013), que podría ser concebido como un llamado a repensar la experiencia contemporánea del ámbito rural, no sólo a partir de las experiencias pasadas —aspecto fundamental— sino, también, y especialmente, de las experiencias contemporáneas.

Ser joven en un contexto rural en transformación: movilidad y des/arraigo

Eh, pero en realidad hubo mucha migración, muchísima migración del campo a la ciudad. Acá Giles lo que ha crecido, en estos últimos años, en la zona periférica, digamos, es impresionante, es más, hoy todavía está en disputa un asentamiento que se hace en tierras del municipio, un asentamiento que tendrá un mes, ponele, de gente que fue y se asentó en el lugar. Que no tienen vivienda y, bueno, fue y las ocupó. Pero la migración hoy es muy alta. Y nosotros lo vemos también, ¿Por qué?, porque la matrícula que tenemos nosotros, este año tenemos 97 en total, pero la tenemos tan dispersa, que nosotros, fíjate que F., la chica que entrevistaste, es de Andonaegui, Partido de Zárate. Tenemos de Partido de Zárate, Carmen, San Antonio, Chacabuco, Mercedes, Luján, fíjate, abarcamos un radio muy amplio, me entendés. Porque si nosotros tenemos que tener exclusivamente chicos de nuestro distrito, es la mitad, es la mitad. Y tenemos chicos rurales netamente y chicos de localidades rurales también. Digamos, si fuéramos exclusivamente, a lo netamente rural, es menos de la mitad todavía que tenemos, queda muy poca gente en el campo (directivo de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

Ahora todo soja es, antes habían más vacas. Todo soja y hay dos chacareros, uno tiene 7.000 hectáreas, todo con cuchillo, el otro 5.000 hectáreas, medio raro, por ahí, entonces hay muy poca gente. Cuando era chiquito eran un montón, se fueron todos para Franklin que hay 12 kilómetros y a Tuyutí se fueron (estudiante de CEPT, 12 años, San Andrés de Giles, 2013).

“Ahora todo soja es”…”Cuando era chiquito eran un montón”. Muchos de los jóvenes que hoy habitan el ámbito rural pampeano bonaerense han crecido a la par de la expansión del monocultivo de soja transgénica y, en el caso de San Andrés de Giles, de la desaparición de una gran cantidad de tambos (Hendel, 2009, 2015). La mayoría de aquellos que hemos podido entrevistar, formal o informalmente, en el ámbito de CEPT N° 2 de San Andrés de Giles, logra dar cuenta de este fenómeno que creció con ellos y del cual han sido testigos. Las grandes extensiones de soja y colza se combinan en sus relatos con lo llano de la pampa. En palabras de un profesor de CEPT se trata de “kilómetros de nada”. Es decir, un desierto que da cuenta de una ausencia, la de quienes, en algunos casos, cultivaban esas tierras a través de la pequeña producción familiar. La descripción del paisaje pampeano contemporáneo como “kilómetros de nada” o como “desierto” nos remite a algunos de los modos en los cuales los jóvenes gilenses experimentan el ámbito pampeano contemporáneo. Contexto en el cual la agriculturización se ha constituido en una significativa dinámica espacial (Hendel, 2014).

Otro aspecto relevante de esa experiencia contemporánea de lo rural emerge de la relación entre los jóvenes y el devenir casero de sus padres.

—Yo, donde vivo, trabaja mi mamá ahí.

¿Qué hace?

—Corta el pasto, atiende a los animales.

Los patrones, ¿qué hacen?

—Los patrones son de Zárate y van por temporadas.

Ah, o sea, viven un tiempo.

—No, porque en realidad va una semana el dueño nada más. La señora sí, pero va con el hijo y se va. No se queda.

—¿Como de vacaciones?

—Sí, como… ¿cómo se dice?

De fin de semana.

—Sí, así. Van con amigos, todas esas cosas. Pero los fines de semana en realidad. Van con el auto y el domingo a la noche ya se van (estudiante de CEPT, 13 años, San Andrés de Giles, 2013).

Como ya mencionamos, el devenir casero de los padres de los estudiantes de CEPT es motivo de preocupación para la comunidad educativa y ha dado lugar a ciertas conceptualizaciones valiosas por parte de docentes y directivos. Si bien consideramos relevante “darle la palabra a los jóvenes”, entendemos que los adultos aportan elementos muy importantes para pensar en las características de la juventud rural en la región pampeana bonaerense contemporánea:

Porque esto es una escuela secundaria común, con toda la parte agropecuaria. Estee, pero hoy no hay hijos de pequeños productores, te lo decían ayer. Son poquitos y nada los que queda. La mayoría son hijos de [pausa] empleados. Ya sea parquero, puestero, tambero o lo que sea. Ese pibe termina de estudiar, y muy raro que, tiene que ganar muy buena plata, para poder vivir de… ¿qué va a ser?, ¿empleado del padre de 1.500, 2.000 pesos? No le sirve al pibe. Y necesita seguir capacitándose y demás (docente de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

—Sí, son nómades. Tienen rueditas.

Algunos profes me decían, “no tanto”.

—Y por qué es depende de la visión de cada uno […] Yo ando mucho afuera y yo te digo que son nómades. Pero no por gusto propio, sino por necesidad. Este, no es el, es un pequeño porcentaje dentro de la matrícula que nosotros tenemos. Pero el papá de una piba que está acá, estaba en un tambo, se fue a otro, cambió en 3 años a 5 tambos y volvió al mismo.

—Eso implica un cambio de vivienda.

—Y conflictos familiares, implica mil cosas.

—Por eso decía, que me parecía interesante volver a la pregunta por el arraigo. Que está puesto como un objetivo, en el proyecto, el arraigo.

—Es que, a veces a vos te toca luchar contra un monstruo que no podés (directivo de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

Por otra parte, el término “nómade” es asociado, en algunas narraciones, a la noción de una “nueva ruralidad”[13] . La “nueva ruralidad” es un término que surgió en las entrevistas y fue utilizado por algunos para hacer referencia a dos fenómenos distintos pero vinculados entre sí; por un lado, para nombrar a aquellas personas que han adquirido pequeños lotes y cascos de estancia y se han construido casas de fin de semana; por otro, a los pequeños productores familiares devenidos caseros o puesteros.

—[…] Acá tenés todas pequeñas porciones de tierra, te vas para el lado de Tres Lomas, para el oeste, y tenés todas porciones de tierra grande, ¿entendés? Las ruralidades son todas diferentes. Y sí, y sí hay, yo siempre digo, y a veces suena feo, hay una nueva ruralidad, que va apareciendo, que son este tema de estos pibes.

Sí, eso es bien interesante.

Es una nueva ruralidad.

¿Qué sería para vos una nueva ruralidad?

Sí. Esto de moverse, de cambiar de trabajo, de no tener posibilidades de continuar su trabajo en el medio donde viven, trabajando donde viven. Estee, oportunidades nuevas. No, los pibes no se pueden quedar adonde están, muchos, otros sí (técnico de CEPT, San Andrés de Giles, 2013).

No quisiéramos dejar de mencionar otro modo contemporáneo de experimentar el ámbito rural pampeano de los jóvenes que consiste en la experiencia de quienes han sido expulsados del ámbito rural y habitan actualmente el ámbito urbano.[14] Modo que constituye, precisamente, el devenir que estamos analizando en nuestras investigaciones actuales.[15]

La noción de “nueva ruralidad” recién desarrollada hace alusión, por un lado, a la heterogeneidad de ruralidades —“Las ruralidades son todas diferentes”— o de modos de experimentar lo rural que caracterizan al ámbito pampeano bonaerense en la actualidad. Por otra parte, esa “nueva ruralidad” nos remite, también, al movimiento —“esto de moverse”—, a la falta de estabilidad laboral —“de cambiar de trabajo”—, a la necesidad de abandonar el lugar donde viven —“de no tener posibilidades de continuar su trabajo en el medio donde viven, trabajando donde viven”; “No, los pibes no se pueden quedar adonde están, muchos, otros sí”—. Es decir, al desarraigo en toda su complejidad; tanto en su dimensión espacial, signada por el movimiento, por la dificultad de echar raíces, como en su dimensión temporal, en este caso, experimentada como una imposibilidad de pensar el futuro, una dificultad para proyectarse allí donde se encuentran en la actualidad, podríamos decir, una temporalidad experimentada como un “puro presente”[16] .

Y aquella dimensión del término “arraigar” en la cual nos gustaría detenernos en esta oportunidad es aquella vinculada a “un afecto, una virtud, de un vicio, un uso o una costumbre” (Real Academia Española, 2015). “Afecto” y “costumbre” son dos términos que siguen latentes en las narraciones de quienes allí viven o vivieron, a pesar de la crisis que la experiencia contemporánea de lo rural plantea con respecto a la posibilidad de arraigarse a un lugar, a un campo o a una tierra determinada.

Me encanta el tambo. Aparte de la huerta el tambo me encanta. Es muy lindo. Cuando son tambos grandes es más lindo. Tiene una emoción (estudiante de CEPT, Azcuénaga, 2009).

No sé, porque yo viví en el pueblo cuando mis papás se separaron tres años y me re aburrí, aunque podés hacer de todo allá, pero es más aburrido. A mí siempre me gustó el campo. En el campo se escuchan los pájaros nada más, allá tenés que escuchar los ruidos, las ambulancias, los bomberos, te cansa (estudiantes de CEPT, 12 años, San Andrés de Giles, 2013).

Y aquello que emerge en estos discursos que hemos seleccionado es, precisamente, la investidura afectiva de una determinada experiencia del ámbito rural de los jóvenes que aparece vinculada, por un lado, al contacto con la naturaleza y la tranquilidad y, por otro, con el formar parte de determinadas actividades productivas, entre las cuales, cabe señalar, se destaca la producción lechera. Investidura que también aparece con fuerza en aquellas narraciones acerca de una experiencia rural pasada, experiencia que, en muchos casos, pareciera ser idealizada. Las expresiones “me gusta”, “me encanta”, “me vas a matar de angustia”, “a mí siempre me gustó”, hacen referencia a ese afecto, a esos sentimientos que el ámbito rural sigue despertando en sus pobladores o ex pobladores y, particularmente, en muchos de los jóvenes de CEPT N° 2.

A modo de cierre: la mirada de los jóvenes rurales sobre el presente y el futuro

—¿Hay algo del campo en el cual vivís que te gustaría que cambie?

—Que haya más gente, parece un desierto (estudiante de CEPT, 14 años, San Andrés de Giles, 2013).

—Pero hay algo que no me gusta, la huerta, en mi casa no la hago, la hace mi mamá. El otro día le tuve que ayudar, hice un cantero, después todo lo hizo mi mamá y el patrón, porque mi mamá estaba mal de la cintura el otro día y tuve que ayudarla a sacar los yuyos.

—¿Por qué no te gusta?

—Porque no me gusta, me tengo que ensuciar y todas esas cosas. Yo solamente hago las cosas de adentro, planchar, eso sí me encanta, pero allá…, en casa porque es chiquito, en cambio acá no me gusta limpiar. Acá me encanta lavar los platos, en casa que somos cuatro me tienen que estar insistiéndome cinco veces más o menos para que los lave (estudiantes de CEPT, 13 años, San Andrés de Giles, 2013).

—¿Qué quieren hacer después cuando sean más grandes?

—Ir a trabajar a un haras.

—Ah, ¿por qué en un haras? ¿Qué te gustaría hacer ahí?

—Ayudar a limpiar donde están los caballos, darles agua, darles de comer.

—¿Y puede ser eso o es difícil conseguir ese trabajo?

—No.

—¿No es difícil?

—No

(estudiante de CEPT, 12 años, San Andrés de Giles, 2013).

A lo largo de este artículo desarrollamos un análisis exploratorio de las formas de vida y actividades productivas que dan forma a las subjetividades de los jóvenes rurales de la región pampeana bonaerense. Para ello adoptamos un recorte espacial y temporal específico, el Partido de San Andrés de Giles, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, entre los años 2007 y 2013.

En primer lugar, observamos que “ser joven” hoy en el contexto analizado implica haber sido testigo de un conjunto de transformaciones que han impactado fuertemente sobre las formas de vida y sobre las posibilidades de proyectarse en el ámbito rural. En este sentido, los “planes de búsqueda” aparecen como un espacio en el cual narrar esos cambios y narrarse a sí mismos como parte de ellos. Investigar y contar no son actividades sencillas e implican la difícil tarea de “pensar con los pies sobre la tierra”. Reflexionar sobre el pasado y el presente preguntándonos quiénes somos y hacia dónde queremos ir.

En este marco, y a partir de las narraciones de jóvenes, docentes, directivos y padres del Centro Educativo para la Producción Total, N°2, vimos emerger la movilidad como uno de los paradigmas de los modos en que los jóvenes rurales pampeanos experimentan el tiempo y el espacio. Las expresiones “son nómades”, “tienen rueditas”, “esto de moverse, de cambiar de trabajo”, “familias nómades”, son expresión de un conjunto de movilidades que impactan tanto sobre la conformación de las familias, como de las trayectorias socioeducativas de los jóvenes y las características de sus proyecciones a futuro. De este modo, hemos analizado el modo en el cual a lo largo de las últimas décadas la movilidad ha adquirido características particulares que los mismos jóvenes nos convocan a pensar. La noción de movilidad emerge de la mano de la noción de “nueva ruralidad” que hace referencia al movimiento implícito en la falta de estabilidad laboral —“de cambiar de trabajo”—, en la necesidad de abandonar el lugar donde viven —“de no tener posibilidades de continuar su trabajo en el medio donde viven, trabajando donde viven”— y en la imposibilidad de los jóvenes de proyectarse en ese lugar —“No, los pibes no se pueden quedar adonde están, muchos, otros sí”—. Y esta concepción compleja proponemos analizarla junto con ese término que ha estado históricamente vinculado a lo rural: el des-arraigo. Por otra parte, propusimos pensar este abordaje de la movilidad de los jóvenes rurales como dimensión clave de ese “ser joven” en el ámbito rural pampeano que va de la mano de una cierta experiencia del tiempo y del espacio. Así, observamos que los jóvenes tienden a desconocer su pasado familiar, a desear vivir en un campo con más gente y a valorar su forma de vida rural en contraste con otras experiencias que algunos de ellos han tenido en contextos urbanos. Estos jóvenes también han narrado cómo el ámbito rural ha cambiado porque las actividades productoras y las formas de esas actividades se han ido modificando. En este marco, emergieron las alusiones a lo rural como un ámbito desolado y vacío.

También hemos focalizado nuestra mirada en los modos que adopta la producción de saberes en el marco del CEPT N° 2 de San Andrés de Giles. Allí nos detuvimos, por un lado, en un conjunto de saberes y de prácticas, asociadas a la pequeña producción familiar —basados en la interconexión y la reciprocidad—, que se encuentran en crisis, pero que desde CEPT intentan recuperar, traer a escena, socializar; por otro lado, detectamos la presencia de subjetividades con características nuevas entre los jóvenes rurales que van a CEPT, en las cuales la difusión de ciertas tecnologías —como los celulares e Internet— y los nuevos modos que adoptan las relaciones familiares están influyendo fuertemente; promoviendo, en todo caso, la producción y reproducción de otros saberes, diferentes a los tradicionales de este ámbito rural. Saberes y prácticas que los adultos miran con desconfianza mientras que los jóvenes tienden a valorarlos como parte importante de su propia experiencia de lo rural.

En este sentido, también hemos podido analizar el modo en el cual los “planes de búsqueda” constituyen un reflejo de aquellas prácticas agronómicas que se han difundido a lo largo de las últimas décadas, tornándose hegemónicas —la siembra directa, el uso de maquinaria más sofisticada, la difusión del monocultivo de soja, el uso de fertilizantes y pesticidas, entre otros—. A lo largo de este recorrido analítico el Centro Educativo para la Producción Total ha emergido como un espacio social rural potente que se encuentra ante el gran desafío de convocar, interpelar y movilizar a los jóvenes rurales, sus familias y comunidades hacia la construcción colectiva de una ruralidad diversa donde todos puedan desarrollarse. Desafío no exento de conflicto y disputas que está llamado a brindar a los jóvenes rurales un papel protagónico.

Bibliografía citada

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Notas

* Dra. en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, investigadora asistente de Conicet en el Área de Estudios Interdisciplinarios de Educación Aborigen del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján —Argentina—. Temas de investigación: jóvenes que han migrado recientemente del ámbito rural al urbano, educación intercultural, y procesos de transmisión intergeneracional de saberes en la educación media en Provincia de Buenos Aires, Argentina.

Correo e.: vero_hendel@yahoo.com

Fecha de recepción: 24 10 17; Fecha de aceptación: 11 05 18.

1 Si bien utilizaremos el término “los” para hacer referencia a los jóvenes queremos aclarar que entre los entrevistados hay jóvenes de ambos sexos. Por una cuestión de espacio y de especificidad temática en este escrito no profundizaremos en un análisis desde una perspectiva de género/s.

2 Tesis doctoral “Síntomas de una ausencia. Acerca de la experiencia contemporánea de lo rural en la región pampeana bonaerense. El caso de San Andrés de Giles (2007-2013)”, Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires. En el marco de la misma se realizaron 40 entrevistas en profundidad, 15 de ellas a jóvenes estudiantes de CEPT N°2 de San Andrés de Giles.

3 El 2 de abril de 1989 comenzó a funcionar en el kilómetro 108 de San Andrés de Giles el Centro Educativo para la Producción Total N° 2. Se trataba, junto con CEPT N° 1 La Colonia, del partido Gral. Belgrano, de los primeros establecimientos de dicho tipo en Argentina. Sin embargo, cabe señalar que el proyecto CEPT se inscribió en la impronta de una experiencia previa que sufrió los avatares de la represión llevada a cabo por el terrorismo de Estado entre mediados de la década de 1970 y comienzos de los años 80: las Escuelas de la Familia Agrícola, EFA. En esta breve referencia al Centro Educativo para la Producción Total N°2, de San Andrés de Giles, quisiéramos señalar que no se trata de una escuela rural más (Barsky et al., 2009; Hendel, 2015).

4 Especificamos la referencia a los jóvenes rurales “de la región pampeana” dado que, como veremos en el siguiente apartado, la mayoría de los estudios sobre jóvenes rurales en Argentina son el producto de investigaciones realizadas en el noroeste y noreste del país.

5 Federación de Asociaciones de los Centros Educativos para la Producción Total que aglutina a todos los CEPT de la provincia de Buenos Aires: “La FACEPT es una organización autogestiva y cogestiva de segundo grado integrada por Asociaciones de Centros Educativos para la Producción Total. Cada una de ellas está constituida por agricultores familiares —pequeños productores, trabajadores rurales y representantes de organizaciones del medio—. Cada una de las Asociaciones cuenta con un plantel de profesionales docentes que trabajan para el desarrollo de las comunidades rurales, promoviendo la pedagogía de la alternancia. Esta organización vincula a más de 60 distritos y cuenta con una Unidad Programática desde donde se capacita a las comunidades rurales de la provincia de Buenos Aires y a los equipos profesionales de los CEPT en la promoción de su organización, la implementación de estrategias de desarrollo local, la investigación y la elaboración de materiales didácticos”, disponible en http://www.facept.org.ar/

6 Para la elaboración de esta conceptualización nos hemos basado, y apropiado libremente, de la definición de “juventudes participativas” elaborada por Melina Vázquez en Juventudes, políticas públicas y participación: un estudio de las producciones socioestatales de juventud en la Argentina reciente (Vázquez, 2015: 76-77), y en ciertos conceptos desarrollados por Pablo Vommaro (2011) en “El proceso de movilización social en los sesenta desde el protagonismo juvenil: las experiencias del Movimiento Rural de la Acción Católica y las Ligas Agrarias en la Argentina”.

7 La Provincia de Buenos Aires, ubicada en la región pampeana de la República Argentina tiene una superficie de 307.571 km2 y, en 27 de octubre de 2010, su población superaba 15,6 millones de habitantes, es decir que se trata de la provincia más poblada de Argentina. Situada en la región centro-este del país, limita al norte con las provincias Entre Ríos y Santa Fe, al oeste con las de Córdoba, La Pampa y Río Negro, al sur y al este con el Mar argentino del Océano Atlántico, y al nordeste con el Río de la Plata.

8 “Hablar del lugar central que tuvo la provincia de Buenos Aires en la historia y en la historiografía argentinas es, de alguna manera, hablar de lo obvio. Su lugar prominente y protagónico en todos los eventos decisivos de nuestra historia nacional, al igual que el que conserva en todos los relatos que se han escrito sobre nuestro pasado, casi no necesita nuevas fundamentaciones” (Palacio, 2012: 6).

9 A modo ilustrativo cabe mencionar los trabajos de Marcela Román (2003) y María Luz Roa(2012).

10 Cabe aclarar que ciertos testimonios indican que la matrícula de los CEPT estuvo, históricamente, conformada por hijos de empleados rurales. Sin embargo, no parece haber sido así en el caso de San Andrés de Giles. De todos modos, nos parece relevante citar el siguiente pasaje que brinda un estado de la situación de los CEPT a comienzos del siglo XXI: “Es necesario tener presente que la gran mayoría de los alumnos que asisten a los CEPT son de procedencia rural, en donde el 90% son hijos de empleados rurales y el restante 10% de pequeños productores. Esto explicaría las particularidades de la variación de la matrícula, dada la importancia de la migración en la población rural, no solo a las ciudades, sino también en el mismo medio rural, que se debe, entre otras cuestiones, a que no son propietarios de la tierra y a las propias características del trabajo rural […]” (Barsky et al., 2009: 75).

11 Esto se ve reflejado en las guías de preguntas de los planes de búsqueda.

12 Alumnos de 1er Año y prof. Elba Wasinger, “La historia de nuestras familias”, Periódico El Fogón, 2012.

13 El término “nueva ruralidad” ha sido utilizado ampliamente en el ámbito académico a lo largo de los últimos años. González Maraschio señala lo siguiente en relación con dicha noción: “La línea teórica denominada ‘nueva ruralidad’, de larga data en Europa, comenzó a integrarse en los estudios latinoamericanos a partir de la década de 1990, y se caracteriza por otorgar un lugar central a la condición multifuncional que adquieren algunos ámbitos rurales, en tanto se encuentran cada vez más integrados a los urbanos. En efecto, la tradicional definición de lo rural por oposición a lo urbano comienza a desestabilizarse a medida que diferentes procesos socioeconómicos y culturales reconfiguran estos espacios y sus relaciones, evidenciando lo perimido de las visiones dicotómicas y la obsolescencia de los criterios demográficos. La ‘nueva ruralidad’ intenta dar cuenta de las nuevas actividades productivas así como también de una serie de procesos que incluyen nuevos usos, nuevas estrategias productivas, nuevos actores, en suma, una nueva organización de los territorios rurales. Un nutrido cuerpo teórico desarrollado por investigadores europeos y latinoamericanos, incluye desde pormenorizadas caracterizaciones sociológicas hasta análisis referidos a casos puntuales de desarrollo rural-local” (González Maraschio, 2008: 2). Sin embargo, el uso de dicho término que aquí citamos ha emergido en el contexto del trabajo de campo y, si bien está influenciado por las corrientes recién citadas, posee un sentido específico que no quisiéramos modificar.

14 “Desde la década del 1980 predominan los movimientos urbanos, desde ciudades pequeñas a centros urbanos de mayor envergadura. No obstante las zonas rurales continúan expulsando población […]” (Departamento de Estudios Demográficos. Dirección de Estadísticas Sociales. Dirección Provincial de Estadística. Migraciones internas en la Provincia de Buenos Aires, disponible en www.ec.gba.gov.ar/estadistica/pdf/migraciones.pdf.

15 En la actualidad, estamos reconstruyendo las trayectorias socioeducativas de jóvenes que viven en el conurbano bonaerense, específicamente el barrio Ejército de los Andes del Partido de Tres de Febrero —conocido popularmente como “Fuerte Apache”— y que han migrado desde otras provincias y/ países cercanos o son hijos o nietos de familias inmigradas.

16 En este sentido, entonces, reivindicamos aquella afirmación realizada por Michel de Certeau acerca de que “un espacio existe cuando uno tiene en cuenta los vectores de dirección, las velocidades y las variables temporales”. El espacio, desde esta perspectiva, “está compuesto por intersecciones de elementos móviles. Es, en un sentido, accionado por el ensamble de movimientos que se despliegan en su interior” (de Certeau, 1984: 118).