Reseña

Coloquio internacional

La etnografía y los desafíos del México contemporáneo. Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio

6-10 de octubre de 2014 Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México.

Coordinación académica: Mirza Mendoza, Nicolás Olivos y Leopoldo Trejo

 

Eduardo González[1]

1.
Este Coloquio Internacional fue un encuentro académico que reunió a investigadores de distintas áreas de la antropología y un magno evento gremial, una reunión de trabajo en donde se discutieron cuestiones propias de la profesión antropológica. También, se evidenciaron los modos de socialización básica al interior del gremio profesional, especialmente en el marco del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo de gobierno convocante y organizador. El coloquio se realizó en un ambiente conmemorativo en el que se celebraron 75 años de la creación del INAH, 50 años de la inauguración del Museo Nacional de Antropología —sede del coloquio— y 15 años del proyecto colectivo nacional de investigación “Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio”, mismo que da subtítulo a este evento y cuyo propósito declarado consiste en la promoción y consolidación, dentro del propio INAH, de “una política de investigación […] sobre diferentes aspectos relativos a los pueblos y regiones indígenas de México”. Se trata del primer gran proyecto etnográfico de la era neoliberal en México, ciertamente organizado a la sombra de los mega proyectos arqueológicos que han absorbido la mayor parte del presupuesto destinado a la antropología nacional. En este congreso se presentaron ocho conferencias magistrales y diez mesas temáticas en torno a cuestiones fundamentales para la antropología contemporánea: pluriculturalidad, territorialidad, cosmovisión, patrimonio biocultural, violencia, asuntos socio-ambientales, movimientos sociales locales y la formación de nuevos profesionales en antropología.

Por todo ello, este coloquio ya constituye un episodio interesante para los historiadores de la antropología y de su folclor y cultura académica en la medida en que hizo visibles elementos fundamentales de la antropología contemporánea como empresa investigativa, entre otros: por ejemplo, cómo se organiza actualmente un sector representativo del gremio antropológico; cómo se concibe la propia labor antropológica; cómo entiende la antropología su relación con el gobierno y su función dentro del Estado; cómo se relaciona con otras disciplinas científicas y con las academias extranjeras; cómo interpreta su propia historia disciplinar; cuáles son los temas novedosos de investigación; cómo conciben los antropólogos este momento histórico y cómo plantean una relación con la sociedad.

2.
El tema de la pluriculturalidad fue un concepto central en este coloquio. Se recordó la reforma del año 2001 al artículo 2º constitucional que reconoce la “constitución pluricultural” de la nación “sustentada originalmente en sus pueblos indígenas [descendientes] de poblaciones que habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización”. De este modo, tanto la realización del proyecto “Etnografía de las regiones…”, como del congreso mismo, deben entenderse en el marco de esta reforma política que además ha delineado el locus del trabajo etnográfico.

En esta tendencia de renovación terminológica y conceptual, “pueblos originarios” es otra noción emergente en la antropología contemporánea que designa genéricamente a la población indígena en México. Esta definición corresponde a las nuevas denominaciones adoptadas en toda la región de América del norte para designar a la población indígena. Este escenario pluricultural permitió una discusión general en torno a la noción de alteridad en el ámbito de las ciencias humanas y acerca de las “alternativas de humanidad” en México.

Se debatió también el tema de la cosmovisión, que ahora goza de un importante ímpetu en las reflexiones antropológicas, si bien su definición y uso metodológico permanecen por supuesto abiertos y en discusión. Por ejemplo, Catharine Good en su ponencia parece equiparar “cosmovisión” y “cultura” en el amplio sentido antropológico. Asimismo, Good hace un uso ambiguo del término: por un lado, plantea la cosmovisión como una descripción de componentes de la realidad indígena, es decir, la ontologiza, y por otro lado lo utiliza estrictamente como una categoría abarcadora.

El ámbito de la territorialidad es especialmente relevante para la etnografía contemporánea porque define el lugar mismo de la investigación. Fue interesante escuchar a los etnógrafos activos hablando de sus investigaciones de campo al margen de la noción de “comunidad”. Ahora se subraya la idea de que las regiones indígenas en México son interculturales por definición, en donde confluyen diversos idiomas y tradiciones, como la región El Gran Nayar. En esta temática podemos incluir la mesa dedicada al noreste mexicano o aridoamérica como un territorio de gran presencia indígena que no obstante ha permanecido, como objeto de investigación antropológico, a la sombra de la etnografía dominante mesoamericanista. El tema de la territorialidad no sólo sirvió para aludir a las categorías espaciales de investigación, también se reconocieron las concepciones espaciales de los pueblos indígenas, según se mostró, por ejemplo, en la interesante ponencia de Miguel Morayta, quien habló de los pueblos indígenas de Morelos situados en torno al volcán en términos de un “archipiélago cultural” que entraña una “geografía sagrada”, por supuesto ignorada por la geografía oficial de Inegi. Este interés por documentar e interpretar la existencia de una geografía autóctona resulta crucial en el intento por establecer cómo se articula espacialmente la diversidad cultural. En esta gran reflexión en torno a la territorialidad y su relación con la pluralidad cultural incluimos la ponencia de Valenzuela Arce acerca de la etnografía en la región fronteriza, así como la etnografía de los pueblos originarios “en metrópolis”.

3.
La violencia fue otro gran tema recurrente. En las discusiones se mostró que ésta no sólo es un factor que incide en el ejercicio de la antropología en términos de “las condiciones de inseguridad y violencia en el ejercicio de la investigación”. De un modo intuitivo, se sugirió además que la violencia incluso es constitutiva del propio objeto de reflexión antropológica, por lo que la antropología no sólo es hoy una profesión que se ejerce entre las balas sino que es por definición también una ciencia de la violencia. En este sentido, Aida Castilleja relata la confusión de un niño ante un “mascarado” en Michoacán: ¿es un delincuente o es un muchacho de la cuadrilla de changos del carnaval del pueblo? A estas consideraciones hay que añadir una más: la violencia también es constitutiva de la práctica antropológica en la medida en que las estrategias de seguridad adoptadas por los equipos de investigación han comenzado a ajustarse a esta condición de violencia.

En este sentido, el proyecto de investigación “Etnografía de las regiones…” tiene como desafío recordar que está generando una etnografía contemporánea de pueblos indígenas que viven en medio de la violencia y no sólo en el decretado “México pluricultural”. Me parece que esa violencia debe investigarse y mencionarse en las etnografías pues, de lo contrario, los historiadores futuros tendrán como fuentes de estudio atlas y monografías “esencializantes” de lo étnico y por lo tanto carentes de contexto. Precisamente, Néstor García Canclini inició su ponencia llamando la atención sobre una violencia aún no explicada y no investigada a propósito del reciente caso de desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, ocurrida apenas unos días antes de la celebración de este coloquio. De hecho, en esa semana del coloquio se realizó una gran jornada de movilización como acto de protesta y muestra de indignación. Para entonces carecíamos de una comprensión general de los acontecimientos, pero pronto habríamos de notar que las escuelas normales rurales suelen congregar a jóvenes indígenas de diversas regiones del país. Por ello, el caso Ayotzinapa debe verse también como de exterminio étnico y no sólo como efecto de la violencia generalizada o de la represión gubernamental de la disidencia política. Una buena parte de la sociedad civil ha responsabilizado al Estado de estos hechos —al conjunto de sus órdenes y niveles de gobierno—, es decir, a la misma entidad política de donde emana el compromiso institucional del INAH a favor de la pluralidad cultural que suponen los pueblos originarios. Ésta es la primera paradoja de la pluriculturalidad oficial del México contemporáneo.

4.
Los temas socioambientales ocuparon buena parte de este coloquio y de hecho parecen situar muy bien a la antropología en su propia coyuntura histórica. Esta nueva vertiente “verde” de la antropología se preocupa por el patrimonio biocultural, tema que permite conocer los diversos usos tradicionales y rituales de los recursos naturales, la concepciones específicas sobre esos recursos, así como las prácticas productivas vinculadas con “agrosistemas tradicionales”. En este sentido, la ponencia de Eckart Boege constituye la visión actualizada de una posible antropología biocultural. Justamente esa dimensión fundamental de la pluralidad cultural está siendo impactada severamente por los procesos y modelos “neo-extractivos” en donde las regulaciones gubernamentales han abierto un gran espacio para la explotación transnacional de recursos naturales y materias primas, la cuales suelen estar en territorios de los pueblos originarios. Aquí podemos encontrar la segunda paradoja de la pluriculturalidad oficial: se enaltece la pluralidad cultural mediante la investigación etnográfica y al mismo tiempo las políticas extractivas atentan en contra de los territorios indígenas. Precisamente el traslape de las cuestiones de la territorialidad y la reacción social ante los procesos extractivos conformó el marco de debate en torno a la conformación de movimientos sociales desde una perspectiva local.

5.
Finalmente, entre los temas contemporáneos se discutió la formación de nuevos investigadores. Se dedicó una mesa a este asunto titulada “Experiencias en la formación de jóvenes investigadores”. El título de la mesa, como se ve, era lo suficientemente amplio como para incluir cuestiones diversas; no obstante, todos los ponentes de esta mesa decidieron abordar críticamente las condiciones laborales de los jóvenes antropólogos que comienzan a forjar su carrera profesional, lo cual suscitó una interesante discusión con el público encuadrada por la divergencia y la tensión intergeneracional al interior del gremio antropológico. Desde el público asistente se cuestionó la “queja” de los ponentes ante la precarización laboral y se planteó la importancia de anteponer a ello el “capital simbólico” adquirido en forma de títulos académicos y publicaciones. Christian Ghasarian habló de la etnología en el ámbito profesional en la era post-industrial. Este dossier muestra la pertinencia y actualidad de aquella reflexión cuestionada.

6.
En este congreso fue posible observar un conjunto de problemáticas que permanecieron latentes: la nueva “medialidad” del conocimiento etnográfico, la divulgación del conocimiento antropológico, la relación de la antropología con la sociedad amplia, la relación de responsabilidad y “compromiso” con los pueblos indígenas que se estudian, así como la formulación de políticas públicas antropológicamente orientadas. Estos temas constituyen un entramado de desafíos para la investigación antropológica contemporánea y de hecho la nueva configuración espacial del estudio antropológico ha motivado una reconsideración en torno a los formatos del conocimiento etnográfico. En el caso del proyecto “Etnografía de las regiones indígenas” se ha utilizado una fascinante fórmula editorial propia de la tradición geográfica centroeuropea pero familiar dentro la tradición mexicana de antropología: los atlas y las monografías. En este marco, se habló también de otras formas de difusión del conocimiento etnográfico —talleres, foros, ferias, juntas comunitarias, exposiciones temporales y nuevas estrategias museísticas—. Se discutió que esta nueva “medialidad” tiene como propósito reorientar la investigación etnográfica, adaptar las estrategias de sistematización y presentar resultados de investigación a públicos diversos. Se planteó también el interés de hacer llegar ese conocimiento a la sociedad amplia y en particular a las sociedades indígenas; la idea de “regresar” algo de lo que se obtiene en el trabajo de campo se planteó en los términos siempre problemáticos de “reciprocidad y devolución del conocimiento”, sobre todo de un conocimiento que pueda ser de alguna utilidad para las propias comunidades. La ponencia de George Marcus se inscribe en esta tendencia en donde puede intervenir el arte participativo, si bien esta propuesta se ha generado en una realidad altamente contrastante con la mexicana.

7.
Entre los temas contemporáneos se coló en el programa del coloquio un asunto clásico de la antropología en una mesa de título elocuente: “¿En qué quedó Mesoamérica?”. En esta mesa se criticó severamente la noción de “Mesoamérica”, la cual, no obstante, aún es recordada como el logro teórico distintivo de la antropología de México. En el debate se evidenció, en primer lugar, el carácter polisémico del concepto “Mesoamérica”: noción al mismo tiempo política, arqueológica, etnológica, etnográfica y geográfica. Tanto el arqueólogo Ignacio Rodríguez como el etnólogo Jesús Jáuregui subrayaron concretamente lo que podemos llamar la “productividad política” de este concepto, es decir, su capacidad para generar ideología del pasado común y sentimiento nacionalista con fines gubernamentales, en contraste con su poca o nula productividad científica. Más aún, para Jáuregui la noción “Mesoamérica” constituye un “obstáculo epistemológico” para la antropología y considera que la antropología mesoamericanista es por definición la antropología oficialista. En este panorama se plantea la discusión no en términos de la operacionalización o la re-definición del concepto “Mesoamérica”, sino acerca de “un complejo o conglomerado civilizatorio”, para decirlo con Carlos García Mora, entendido como un fenómeno histórico que distribuye ciertos rasgos culturales a lo largo de sus fronteras postuladas. En su intervención desde el público, Diego Prieto subrayó la importancia de estudiar “la articulación de un conjunto de impulsos civilizatorios que tienen elementos en común”. El desafío consiste, entonces, en caracterizar una macro-región del continente americano en donde se han identificado, desde el siglo XVI, rasgos culturales persistentes con el ánimo de comprender la unidad y la variabilidad cultural de los pueblos nativos del continente americano. Pero este desafío as ahora más complejo, puesto que a inicios del siglo XXI los pueblos originarios de esta parte de América —es decir, sus culturas, sus sociedades, su distribución espacial, sus idiomas— se han transformado significativamente. Independientemente del rumbo que tome este debate, las críticas a la idea de “Mesoamérica” han logrado ya por lo menos dos cosas interesantes: por un lado, ha sido subrayado el importante hecho de que “Mesoamérica” debe ser vista también como un intento por organizar espacialmente el conocimiento de los pueblos americanos con fines administrativo-gubernamentales, desde su primera utilización en el contexto colonial, hasta las décadas de 1940 y 1950. Por otro lado, abre la posibilidad de investigar la historia de esta noción, o de esta región, según sea el caso.

8.
El coloquio no incluyó en su programa una mesa sobre historia de la antropología y la etnografía en México. La conciencia histórica del gremio emergió ocasionalmente con el propósito de apuntalar un argumento. Carlos Zolla, por ejemplo, discutió la obra de Gonzalo Aguirre Beltrán y lo relativo a las regiones interculturales, y Laura Valladares elaboró una interesante tipología de cuatro momentos en la relación de la antropología con los pueblos indígenas. Por su parte, Claudio Lomnitz recuperó una estampa del pasado antropológico, “el proyecto de Gamio”, para proponer un polémico argumento en torno a la antropología en México. Quizás en una mesa dedicada al devenir histórico de la etnografía se habría podido poner en perspectiva el nuevo impulso etnográfico oficial y establecer comparaciones con otros momentos de la etnografía de los pueblos indígenas de México. Desde esta perspectiva histórica y comparativa se habría podido discutir, tal vez, acerca de las vinculaciones históricamente específicas de la etnografía con otras variables fundamentales como las condiciones del trabajo de campo, las políticas institucionales y la definición misma de los pueblos indígenas. En cualquier caso, la falta de una mesa sobre historia de la antropología evidenció la desdeñosa relación de los antropólogos con su propia historia disciplinar, la cual suele reducirse a la conmemoración de sus proezas institucionales —en este caso el INAH y el Museo— con la notable excepción de un libro fundamental de la antropología de México, publicado en 1987 y coordinado por Carlos García Mora: La antropología en México. Panorama histórico. Este libro es también un logro institucional que, sin embargo, suele barrerse bajo la alfombra roja. ¿Por qué? La única mención acerca de este esfuerzo editorial la debemos a Claudio Lomnitz, pero no en su ponencia, sino a pregunta expresa del etnólogo Hugo Aceves. Lomnitz se limitó a mencionar las dimensiones físicas de La antropología en México…: es una obra “faraónica”, es “too much”. A manera de contraste, vale la pena mencionar que durante su ponencia George Marcus conmemoró los 25 años de Writing Culture, libro muy conocido entre los antropólogos en México y publicado en 1986. Más aún, tanto Marcus como Sahlins recurrieron constantemente a su propia tradición académica mediante citas de autores, libros e ideas antropológicas. ¿Qué explica la alta estima de los antropólogos estadounidenses por su historia disciplinar? ¿Qué explica la poca estima de los antropólogos en México por su historia disciplinar?

9.
Marshall Sahlins vinculó los aspectos centrales de este congreso: territorio, cosmovisión y pluralidad cultural, en su interesante ponencia “La majestad foránea de los mexicas”, que versó en torno a la existencia de gobierno por un extranjero vinculado con gobernantes nativos a través del parentesco, lo cual conforma una “totalidad reproductiva” que incluye “zonas tribales” y “regímenes galácticos”. Sahlins habló de dos “temas polinesios” que tal vez puedan caracterizar también algunas sociedades nativas americanas: la admiración y respeto por los extranjeros y la obligación de reciprocar. Mediante la noción de “tradiciones prototípicas del rey foráneo”, Sahlins sugirió la existencia de una “sociedad periférica sobre el legendario núcleo de la cultura de una polis galáctica”. El lenguaje de Sahlins resulta tentador: es probable que esa larga tradición de respeto y admiración por las jerarquías extranjeras explique en buena medida las tendencias neo-colonizadoras contemporáneas expresadas, por ejemplo, en los mencionados modelos neo-extractivos, en la discriminación permanente hacia los pueblos americanos originarios o en la cartelera predominantemente extranjera de conferencias magistrales en este coloquio. Tal vez Sahlins nos ofreció una ambiciosa herramienta antropológica —o por lo menos el lenguaje— para caracterizar a los pueblos originarios de América como parte de una zona tribal periférica sometida a un doble dominio extranjero el cual, junto con la violencia, es un elemento constitutivo en las culturas indígenas de México.

10.
Hubo dos ausencias relevantes que vale la pena mencionar para el futuro de la disciplina: la etnografía de la ciencia como un nuevo impulso hacia la reflexividad y la autocrítica antropológica, y también la etnografía en Internet —llamada “netnografía”— a manera de herramienta de investigación y espacio virtual de exploración etnográfica.

Notas

1 Doctorado, Posgrado en antropología (FFyL-IIA, UNAM), historia e historiografía de la antropología en México. Correo electrónico: cienciasenlahistoria@gmail.com

Fecha de recepción: 12-03-2015; Fecha de aceptación: 20-03-2015.