ENTREVISTA

“¿Pero qué le vamos a hacer?”: Un testimonio desde la Selva Lacandona, Chiapas

Oswaldo Villalobos Cavazos[1]
Tim Trench[2]

Introducción

En este texto[3] se reproduce un relato de vida contado a los autores por Don Quirino Hernández Clara, campesino chiapaneco, colono y morador de la Selva Lacandona, con el propósito de documentar la lucha de una comunidad por hacerse de tierra y normalizar su situación agraria en el marco de los conflictos políticos y sociales ocurridos en la región en este lapso de tiempo; como veremos, esta lucha los lleva a descubrirse como sujetos de derechos, que en su devenir de organización —y ruptura— también terminan reconociéndose como ciudadanos. Don Quirino nació el 25 de febrero de 1951 en el ejido Laguna del Carmen Pataté, municipio de Ocosingo; a los 18 años, en 1969, Don Quirino fue uno de los fundadores de un poblado cercano a la Laguna Miramar, en el Valle de San Quintín, ahora conocido como Benito Juárez Miramar (BJM). Los pobladores de este lugar llevan más de 40 años luchando por su reconocimiento agrario y, de acuerdo con ellos, han sido años de “mucho sufrimiento”. No es casualidad que la patrona de Benito Juárez Miramar sea la Virgen de Dolores, cuya fiesta se celebra el viernes anterior a Viernes Santo rezando a los siete dolores de la Virgen María.

En otros testimonios de Don Quirino,[4] se pueden discernir tres “capítulos” distintos de “sufrimiento” en la trayectoria de sus familiares a través del siglo XX. El primero corresponde a los años en la Finca Santa Rita, donde el abuelo y el padre de Don Quirino se desempeñaban como trabajadores acasillados. Según Don Quirino, el finquero era “malísimo”, obligando a sus peones a trabajar de “sol a sol”. Don Quirino cuenta cómo su abuelo tenía que caminar a Comitán —aproximadamente 70 km— para traer “mercancía” de regreso a la finca. El primer intento de salir de la condición de peonaje se dio con la migración de alrededor 40 familias al poblado de Laguna del Carmen Pataté en los años 40 del siglo pasado. En este lugar la esperada libertad de los pobladores estuvo limitada por suelos pobres y falta de agua, lo que implicaba para las mujeres largas caminatas diarias para acarrearla. Con el reconocimiento oficial del poblado como ejido en 1954, las relaciones con el ex patrón se tornaron más tensas, ya que el nuevo ejido incluía tierras que habían formado parte de la finca. Don Quirino recuerda que cuando los ejidatarios bajaban sus animales al valle para tomar agua del río —área que todavía correspondía a la finca— se les agredía a tiros. Dada la limitada viabilidad agropecuaria del ejido y la dependencia alimentaria de su población, un grupo se animó a buscar nuevas tierras más adentro de la selva. Con esta nueva migración, comenzó el tercer capítulo de “sufrimiento”.

La historia que nos cuenta Don Quirino es de largas caminatas y extenuantes jornadas, de los desafíos de los primeros años y de los esfuerzos constantes para organizarse entre ellos y con otros grupos de colonos; después vendrían las divisiones y enfrentamientos. Es una historia de esperanzas y decepciones, de autodefensa y penalidades, un testimonio más acerca de adentrarse en la “mera” selva para buscar un nuevo comienzo y futuro.[5]

Don Quirino, de 63 años, es todavía un hombre fuerte, habla la lengua tzeltal y cuenta con una historia de lucha en diferentes organizaciones de la región. A pesar de estos años de reivindicación, BJM permanece en la categoría de poblado “irregular”, en cierta medida por ser parte de la Reserva de la Biosfera Montes Azules (Rebima), un área protegida decretada en 1978, casi una década después de la llegada de las familias tzeltales a esta región. Como veremos, este decreto ha impedido la regularización del poblado, por lo que la comunidad permanece en una especie de limbo agrario; y aunque no existen amenazas explícitas de desalojo de parte del gobierno, tampoco existe la voluntad política de resolver la situación ni las demandas de los solicitantes. A pesar de esto, BJM es un caso interesante en el cual el sujeto agrario colectivo, la “comunidad”, lo es en la práctica pero no en la ley.[6]

Nos parece pertinente publicar el testimonio de Don Quirino porque narra, aunque sea de forma implícita, cómo los diferentes procesos y acontecimientos regionales han contribuido a formar un sujeto histórico particular. Con “sujeto” nos referimos tanto a la capacidad de “hacer historia”, como a la evolución de la conciencia de ser un sujeto de derechos, en calidad de campesino, indígena y ciudadano mexicano. En la narración de Don Quirino, se aprecia cómo un grupo de gente, en un tiempo y lugar específico, se ha formado y evolucionado como sujetos políticos y sujetos de derechos a través de las diversas experiencias en torno a la emergente relación entre estos campesinos, el Estado y diferentes instancias de politización y movilización social.

Este relato se compone de una sola entrevista llevada a cabo en febrero de 2011 en Benito Juárez Miramar por los autores; fue grabada, transcrita en su totalidad y editada para hacer su lectura más fácil y amena. Se decidió mantener la forma de hablar y los modismos de Don Quirino para conservar la originalidad de su lenguaje y no cambiar el sentido de sus palabras. Debido a lo anterior y dado que el tzeltal es el idioma original de Don Quirino y el español su segunda lengua, se le pide al lector comprensión en la prevalencia de un lenguaje coloquial y usos lingüísticos propios de un indígena tzeltal. A manera de darle cierta estructura al relato, decidimos dividirlo en cinco secciones; éstas comienzan con un subtítulo que sugiere el contenido, seguido de la propia narración de Don Quirino, y finalizan con una breve explicación de los eventos regionales que enmarcan el relato.

Colonización

“Nosotros salimos de allá de donde vivíamos antes, el ejido se llama Laguna del Carmen Pataté, cerca de Ocosingo. En ese tiempo estábamos en un lugar muy pedregoso, cerro pues; no teníamos derecho nosotros,[7] sólo tenía su parcela el finado mi papá, sólo los más ancianos de ese tiempo tenían su parcela. Entonces, un grupo empezamos a platicar ‘¿por qué no vamos a buscar un lugar donde podamos tener derecho también? Nosotros vamos a tener hijos y no tenemos siquiera parcela’. Además, allá no daba maíz porque […] son terrenos muy secos y no da nada, y luego no hay agua para hacer potrerito, no hay agua, no hay forma de hacer potrero. Por eso así empezamos a organizar, después ya luego hicimos grupito que, sí, vamos a buscar un lugar. Entonces yo y uno mi tío, ya murió, hace poco murieron, empezamos así echando traguito, siempre nosotros empezamos así platicando con la botellita, pero fue bueno la idea, pues, porque ahí hicimos plan y ahí empezamos a orientar: ‘qué, ¿quién va?’ ‘¡Yo voy!’, dice uno y ‘¡yo voy!’.

Salimos a las seis de la mañana de Pataté; seis, siete de la tarde estamos llegando a un ejido que se llama Avellanal, ahí llegamos a dormir. Al día siguiente arrancamos otra vez, clareandito, a las seis de la mañana estamos levantando, un día otra vez hasta llegar a Amador Hernández, ahí llevamos dos días. Y de ahí, el último ejido era Pichucalco, que está aquí cerca, ahí terminaba el camino, era el último ejido, era el último comunidad, era nuevo también; desde ahí pura selva, tupido. Ahí empezamos a arrancar el pique, pues, empezamos a hacer el pique, a puro machete. Desde que salimos de allá donde vivíamos, traíamos tostadas, pelotas de pozol, porque nosotros la costumbre era pozol; pero llegando a ese ejido compramos más pozolito, como somos conocidos con algunos, sabían, ‘los pobres no tienen terreno’, y nos daban pozol.

Hay un ejido con el que colindamos antes en Pataté, se llama colonia Cárdenas, ellos vinieron primero a vivir en Hidalgo, aquí cerca. Ellos nos daban razón que sí, ellos saben que hay terreno ‘dicen que es la laguna Miramar, pero que está en otro lado que nosotros estamos; pero si gustan ir a ver, pues solamente que busquen, pero dicen que hay buen terreno allá, sólo que no sé dónde mero queda, pero sí, hay una laguna allá’, decían. Ellos fueron los que nos dio la idea, pues, por eso empezamos a venir a buscar. Por eso desde Amador, en Pichucalco, empezamos a hacer el pique, pero buscando así, así al rumbo; así como ve usted tupido este cerro, lleno de monte, empezamos así. Un picador ahí va, marcando dónde vamos; donde nos entra la noche, ahí hacemos el campamento; bien limpio una rueda, porque miedo con el tigre,[8] había mucho tigre todavía. Ahí quedamos. El día siguiente arrancamos otra vez con el pique, a veces hace dos día, tres día, se nos gasta el pozolito o la tostada que traíamos, tenemos que regresar otra vez; ahí se queda, ahí queda el pique.

Bueno, entonces había un tal Francisco, un tal Quirino, José Ángel Hernández García, pero ya no están aquí, están en Ocosingo; todavía viven, pero están en Ocosingo. Lo que hace ese señor, cuando ya nos sentimos ya medio desorientados, porque siempre estamos con miedo y pues difícil el rumbo pues, pura montaña, no puedes ni siquiera ver en qué parte estás […] lo que hacía ese hombre, Francisco que le digo, él es muy chingón también, muy listo, se subía a los árboles, hasta la punta, ahí lo va a localizar el rumbo, dónde queda; así así, cada tramo así lo hacía, hasta que volteamos este cerro cuando dijo: ‘no, compañeros, ahora sí ya vi la laguna’, lo logró ver lejos, esta laguna se ve lejísimos ‘¿quieren subir algunos? Vengan, súbanse’. Tuvimos que subir también el que pudo, algunos que no pudieron, ahí vimos que la laguna apareció: ‘pues ésa es la laguna’, ‘ahora sí vamos a dirigir ahí’, ‘pues sí, está bien’.

Ya cada vez que venimos a Pataté, llegamos a informales, a hacer la reunión: ‘No, pues el lugar así está’. Un día que llegamos al agua empezamos a platicar a la gente: ‘¿Pero, cómo está? ¿Es agua que no se va a secar?’ Es que cuando empezamos a viajar aquí era un mes de abril, pero pasó ese tiempo, cuando logramos encontrar este arroyo ya era tiempo de lluvias otra vez, no había tanta seguridad que sea agua así, porque hasta afuera estaba crecido. Uno de mis compañeros dijeron: ‘¿quién trae anzuelo?’, ‘pues traemos nosotros’, ‘ah, bueno, pues ahorita lo sabemos si este arroyo va a vivir o a lo mejor es por la lluvia que está crecido’, no se sabe. Pero solamente una prueba, tiramos el cordel: ‘¿Qué tal que hay pescado? Y si hay pescado grande, a lo mejor seguro que esto es un arroyo o un río’, ‘¡sale!’, cuando empezamos con el cordel, ‘pero… ¡un macabil, mojarra! ¡no’mbre! en un ratito hacemos pescado, pero montón’. ¡Contento la gente! A asar pescado, a comer, ah, pero tranquilo. Pero así fue […] Ahí vimos que es arroyo que sí, pero bajó, a los dos días bajó, paró la lluvia y bajó, y ahí se vio que sí es arroyo”.

***

La apertura de la Selva Lacandona al reparto agrario surgió como una solución a la presión de grupos demandantes de tierra que no afectaría las propiedades de rancheros y hacendados en otras regiones del estado, los cuales tradicionalmente han tenido fuertes vínculos —familiares, la gran mayoría de veces— y gran influencia en el poder político chiapaneco (Legorreta, 2008). Adicionalmente, la inmigración estuvo motivada por una serie de circunstancias, entre las que destacan: las míseras condiciones de los trabajadores en las fincas, aún prevalecientes hasta bien entrado el siglo XX; la disminución en la demanda de mano de obra indígena, así como una despeonización o liberación de peones acasillados a partir de la incorporación de tecnología y la reconversión de producciones agrícolas a ganadería extensiva. Pero al dotar de tierras marginadas —que rápidamente se agotaron—, con el objetivo de no afectar las tierras de las fincas se propiciaron segundas o terceras oleadas migratorias que iban adentrándose más y más en la selva conforme ya no había tierra que repartir en ejidos, comunidades u otros asentamientos campesinos; como hemos visto, este fue el caso de Benito Juárez Miramar.

Apropiación del territorio

“Ya de ahí empezamos a solicitar.[9] Ya cuando pasó el tiempo hicimos la milpa, cuando ya hay maicito, que empezó a madurar la milpa, es cuando bajamos la familia; pero, ¡qué sufrimiento!, ¡lucha!, ¡castigo!, porque no hay camino, tuvieron que caminar la familia. Eso que caminábamos nosotros en un día, hacíamos dos días con la familia. Cuatro días […] como seis días llegamos, ¡bien cansado!, además carga; hemos sufrido bastante. Bueno, pues así fue. La solicitud que hicimos fue en 1969, en 1970 bajamos aquí a hacer ya la milpa. El primer año tumbamos este pedacito y allá por la pista, porque al siguiente año nada más hicimos la pista, porque era muy importante, no había camino, aquí estábamos completamente cerrados porque ¿dónde?[10] Bueno, en el 71 fue cuando posicionamos todo aquí ya. Pero entonces nuestro maicito, cuando todavía no había, teníamos que ir a traer hasta Amador.[11] Ya vimos bien el lugar, hicimos buen camino, abrimos, ya bestias pasaban, así empezamos a ayudarnos porque ya con caballo ya traemos el maicito.

Nadie quería entrar a la laguna, ¿quién iba a querer entrar? Miedo, pues, contaban, no sabemos, contaban que hay lagarto, pescado que puede comer la gente, se escucha muy increíble, pues. De ahí, ese mismo Francisco que le digo, que es muy cabrón, es muy listo de por sí, ¡le vale todo, pues!, hizo su cayuquito, él hizo su cayuquito, nunca lo había visto, pero así como es la gente que tiene que luchar porque no hay otra forma, pues él empezó a cruzar la laguna así, él sólo, así. Ya después lo fuimos siguiendo, pero con miedo, antes a la laguna le teníamos miedo pues, pero así poco a poco, en San Quintín empezamos a traer las cositas que nos hacían falta.

Gracias a Dios poco a poco se fue formando el ejido. Pero va usted a ver, ya estando aquí posesionados con la familia tuvimos suerte que cuando empezamos a hacer la solicitud en ese tiempo, la Reforma Agraria no nos dijo nada, lo que dijo fue ‘está bien ¿cómo se va a llamar el lugar? ¿Qué nombre lo tienen?’. Bueno, nosotros ya habíamos pensado que éste le íbamos a poner Río Azul, ejido Río Azul. Pero ya en la Reforma Agraria dijo que no, ‘no se va a hacer así, sino que vamos a buscar un nombre’, así que ya con ellos salió que se iba a llamar Benito Juárez, ellos le pusieron el nombre. Pero gracias a Dios nos dijeron que no, sino que estaba bien, ‘¿cuántos son?’, ‘tantos’, se hizo la solicitud y todo. Pero al ver después, el pinche gobierno nos iba a chingar otra vez, a los seis meses de estar aquí nos empezó a querer chingar, a querer desalojar, que no, que no se iba a poder así porque va a ser Zona Lacandona, según que es Zona Lacandona, no aparecía todavía Montes Azules, sino que es por Zona Lacandona. Y por eso hubo compañeros que fueron mero fundadores, tuvieron miedo, porque la amenaza que nos daba el gobierno de que nos iban a sacar, que si no era a la buena, a la mala nos teníamos que salir. ¿Pues qué hicieron entonces los pobres? Mis compañeros, un tal Juan Mendoza, mi tocayo Quirino, ese Francisco que le digo, bueno, empezaron a hablar: ‘no, mira’, dice, ‘no, mejor no voy a dar mi vida yo aquí, si es que no nos permite el gobierno quedarnos’.

Salieron unos cuantos, no quisieron quedarse, tuvieron miedo por la amenaza del gobierno. Pero otra vez nosotros como grupo, ese Francisco que le digo, él es cabrón de por sí, dijo: ‘¿yo adónde voy? ¡No tengo dinero para comprar tierra! Donde ya salimos de allá porque de por sí no tenemos parcela, ¡no hay!, entonces, ¿qué dicen, compañeros? Si están dispuestos vamos a dar la vida, el gobierno es gobierno, no creo que nos venga a castigar tanto, somos gente, somos mexicanos, y luego, ¿no tenemos derecho? Y si nos quieren matar pues que nos saquen de aquí muerto, pero vivos no vamos a salir, yo me quedo aquí, aquí voy a dar mi vida, pero menos que voy a tener miedo, no voy a tener miedo’. ‘Pues, yo igual’, ‘¡y yo igual!’. Y así se formó un grupo, sólo unos cuantos se salieron, así fue como volvimos a quedar”.

***

Los solicitantes de Benito Juárez Miramar lograron que se publicara la solicitud oficial de dotación en 1970 (Periódico Oficial del estado de Chiapas, 4/11/70), pero como hemos visto, su permanencia en la región estaba bajo amenaza por razones tanto ambientales como agrarias. Por ejemplo, en 1971, fueron avisados que la Secretaría de Agricultura y Ganadería estaba estudiando la posibilidad de definir zonas de reforestación y establecimiento de parques nacionales en la región, poniendo en riesgo su solicitud.[12] Dos años más tarde fueron notificados que “por instrucciones verbales del C. Presidente de la República” estaban suspendidos todos los trámites de expedientes agrarios del municipio de Ocosingo hasta que se terminara el deslinde de la Comunidad Zona Lacandona.[13] Y en 1978, se decretó la Reserva de la Biosfera Montes Azules (Rebima) (DOF, 11/1/78), sobreponiendo la reserva a las tierras de Benito Juárez —y decenas de otros poblados—, complicando todavía más su solicitud de tierra.

Este ambiente de inseguridad, en donde no avanzaba el trámite agrario, tuvo un efecto contradictorio; por un lado, provocó la migración de varios hombres de Benito Juárez hacia Ocosingo o al estado de Campeche y, por otro, las amenazas de parte del gobierno tuvieron impactos en la extensión de la actividad agrícola. Como veremos ahora, la comunidad se afilió a la organización Quiptic Ta Lecubtesel[14] para defender su derecho. Uno de los primeros consejos de esta organización —aunque no lo menciona Don Quirino en esta ocasión— fue el de expandir los trabajaderos de Benito Juárez Miramar, tumbando más “montaña”, para establecer con más claridad su derecho a la dotación de tierras.

Sin embargo, al final la respuesta del gobierno a la solicitud de dotación fue negativa; en 1984, 14 años después de publicar su solicitud agraria, los pobladores de Benito Juárez recibieron como respuesta que no procedía la solicitud debido a que el asentamiento se encontraba dentro de un “parque natural”, decretado en el año 1974, situación que la población de Benito Juárez ignoraba. Resulta que el “parque” era propiedad del gobierno del estado de Chiapas, dicho “parque” había sido donado por un propietario privado en el mismo año 1974 y correspondía a un terreno de 4,313 hectáreas.[15]

Organización

“Pero resulta que en ese tiempo, como el gobierno quiso chingar a varias comunidades, pero no sé quién fue que empezó, se formó una organización, se organizó la gente, todos hicieron una organización que se llamó Quiptic Ta Lecubtesel, así se llamó la organización, se juntó toda la gente. Hasta ejidos ya viejos, ya con sus documentos y todo, los quiso chingar el gobierno, entró todo parejo. Empezamos a amarrarnos duro, en ese tiempo llegaban muchos licenciados, que a San Quintín, que a Zapata, que a Amador [Hernández], ¡donde quiera! Nos preguntaban que qué queremos, vamos a salir a la buena o a la mala, no se permite quedar aquí. ¡Ah!, pero se juntan miles de gente también, los pobres licenciados, a veces hubo un tiempo en que se amarró ahí, algunos que se ponían bravos también se amarró, y ahí, después ya pedían perdón: ‘no, que ya no voy a hacer’, hasta que se pone manso se suelta otra vez. Lo vio el gobierno que sí se fue en serio las comunidades, pero miles de gentes ya, porque se organizó todo lo que es el estado de Chiapas casi, se hizo una sola organización; hubo mucho valor y se respetó, al fin el gobierno tuvo que firmar y sellar de respetar esa organización; así fue como tuvimos chance de quedar aquí, pero los pobres que tuvieron miedo, salieron de por sí.

Bueno, entonces ya estando así quedamos, pero desgraciadamente el trámite ya no, para tramitar el derecho, pues, de todas maneras nos tapó en la Reforma Agraria, que no; meramente estamos así, pero así nada más, pero allá ya no nos atendían porque lo que nos dicen cuando llegamos, nos dicen que no: ‘no van a quedar ahí, ustedes’. Cada año nos amenazaban, si tumbamos montaña nos van a encarcelar, que esto que el otro. Pero no tuvimos miedos, vamos a tumbar, pero también vamos a respetar, vamos a tratar de tumbar, de trabajar, de hacer el potrero y vamos a reconocer nuestras 20 hectáreas, vamos a trabajar, no vamos a pasar la ley, sabemos que como campesinos debemos tener derecho a 20 hectáreas y vamos a decirle al gobierno que eso es lo que vamos a pelear, no vamos a tratar de destruir como quiera. Y así fue, empezamos a trabajar, a cada rato la amenaza del gobierno, pero ahí estamos trabajando, poco a poco. Había licenciados que son un poco buenos: ‘lo que vale es que trabajen, si tienen sus potreritos, pues a lo mejor así el gobierno no los va a sacar tan fácil, los van a ver con trabajo, porque si no tienen trabajo no les va a reconocer, entonces fácil los sacan’. Así decíamos: ‘hay que trabajar y si a la fuerza nos quieren sacar, que nos paguen todo el trabajo, así sí vamos a tener dinero para salir’.

Los zapatismos estaban escondidos antes, nadie sabía quiénes son zapatistas. Nosotros también estábamos con mucha seguridad, nadie lo podía platicar que somos zapatistas, que hay zapatistas; así empezó, todo muy escondido, entran y todo, pero escondido nada más. Me han dado cargo de consejo municipal, del autónomo pues, del zapatismo me dieron cargo ahí también, estuve de cargo cuatro años ahí, por eso me enteré más o menos cómo estaba. Cuando empezó los zapatistas, uno por uno iban reclutando la gente, los que estaban pues, los que tenían cargo. Y de ahí vino que hay que formar grupos de milicia, pues todos los que estábamos jóvenes en ese tiempo, todos entramos en la milicia. Ahí es cuando venían los mandos a entrenar cómo pelear, cómo… toda la táctica del pleito, con armas y cómo hay que usar las armas, cómo hay que asegurar. Toda la práctica, pues, tienen mucha práctica también los cabrones esos, ellos nos entrenaban. Y así fue poco a poco, el grupo de milicias con su sargento, cabo, pero […] ¡estuvo chingón!, para qué hablar, estuvo chingón porque se agarró mucha fuerza. Porque cuando la guerra del 94, hasta el gobierno se asustó, creo, porque lo vio muy serio la cosa, y había fuerza bastante y un chingo de milicia también, claro que no todos bien armados, algunos que no tenían armas, pero en cada comunidad había buena arma, y bien entrenado la gente. Pero después, el mando también se chingó, es como cualquier cosa, a veces empieza bien buena la cosa, después se echa a perder. Porque la idea que sabíamos nosotros antes, que todo el mundo estaba dispuesto de pelear en ese tiempo, porque nos decía el mando de que vamos a pelear para cambiar la situación. No vamos a querer ya gobiernos ricos, sino que nosotros vamos a gobernar, todo el poder de los ricos se los vamos a chingar, y vamos a morir por algo; todo lo que no nos da el gobierno lo vamos a pelear y lo vamos a quitar y nos lo va a tener que dar todo, por eso la gente decía, ‘está bien, hay que pelear’. Pero va usted a ver el cambio, cuando del 94, todavía estaba muy bueno, pero después de la guerra del 94, se les cambió sus idea otra vez los mandos, lo puso en resistencia a la gente, ahí es donde se encabronó la gente, miles de gentes. ¿Por qué voy a pelear, con qué diablos voy a pelear? Voy a dar mi vida, que no me da órdenes de no agarrar ni una hoja de lámina, no me da órdenes de no solicitar dinero del gobierno, no puedes agarrar nada, ¡nada! Bueno, entonces la gente se molestó un chingo. Varios que son mandos se molestaron, porque yo conozco muchos ahorita que son delegados de gobierno, que eran zapatismos, eran cabecillas, pero lo vieron que el mero mando dio esa orden mala, no les gustó, están trabajando con el gobierno ahorita. Pero ¿por qué?, porque se molestaron, y muchos campesinos como nosotros no nos gustó, y después tuvimos que salir, porque nos puso en resistencia. La idea era de pelear, pero conforme voy peleando, voy pidiendo y recibiendo, ésa es la idea. Pero, ¿qué hizo el mando?, de que no puedes solicitar casa de vivienda, no puedes agarrar una celda solar, ¡nada! Por esa misma razón la gente se molestó, bajó la fuerza del zapatismo. Entonces así se destruyó también la unidad del zapatismo, por eso nosotros así fue como salimos, pues”.

***

A partir del movimiento estudiantil de 1968 y en el marco de la efervescencia política de la época, comienzan a llegar a Chiapas “asesores”, con filiación de izquierda, provenientes del centro y norte del país, muchos de ellos invitados por la Iglesia católica —particularmente de la diócesis de San Cristóbal— para preparar el Congreso Indígena de 1974. La incidencia de estos asesores, de las propias Iglesias, y el hecho que las comunidades de la selva, en comparación con las comunidades de Los Altos, no estaban tan infiltradas por los aparatos estatales de control corporativo de la población rural, como la Confederación Nacional Campesina (CNC) y el propio PRI, propició la emergencia en el estado de organizaciones campesinas independientes.[16] En la selva habría que reconocer como detonantes de la movilización de esta población ya politizada, los decretos de la Comunidad Zona Lacandona y la Rebima, y la gran cantidad de conflictos agrarios que éstos generaron.

Así, las comunidades se organizaron y unieron tanto dentro de ellas mismas como con otras comunidades. Aunque en principio su objetivo era la lucha por el reconocimiento de sus derechos agrarios, con el tiempo ésta se expandió a la apropiación del proceso productivo, educativo y de autogestión. Este escenario de población politizada y de una acumulación de capas de arbitrariedades sobrepuestas resultó ser tierra fértil para la irrupción de un actor que, al considerar roto el pacto social con el Estado y perdida toda esperanza en una idea de desarrollo administrado eminentemente desde el gobierno, ve en la insurgencia y en el autogobierno una alternativa a una modernidad que no lo incluye. Así, el EZLN debe verse como una culminación temporal de un prolongado proceso de construcción de ciudadanía en la selva —así como en otras partes del estado—, producto de un largo camino de organización y politización que resultó principalmente de la lucha por la tierra, pero también del enfrentamiento con finqueros, caciques y contra las arbitrariedades del gobierno. No obstante, a raíz del levantamiento, la región fue objeto de atención y del “desarrollo contrainsurgente” (Bartra, 2007), que junto a la estrategia de resistencia del propio movimiento, llegó a dividir diversas comunidades en la región y debilitar el movimiento.

Ruptura

“Se molestaron bastante los mandos [del EZLN] cuando salimos. Aquí hubo mucho problema de esos cabrones zapatistas, porque cuando nosotros salimos quedó grupo todavía; y nosotros, como hemos tenido armas en común, hemos tenido balas, un chingo, ¿qué hizo el pinche mando que había aquí? Donde lo teníamos guardado, cuando fuimos a ver ¡ya no estaba!, ¡lo sacó!, y empezamos a pelear ¡Es dinero propio, ningún cabrón nos ha dado!, nosotros hemos luchado por esas armas, por las balas, estaba guardado. Pero fuimos a ver, ¡desaparecieron!, empezamos a investigar, hasta que lo vieron serio las cosas, que nosotros estamos ya listos para pelear entre nosotros, nos dijeron: ‘bueno, pues sí, nosotros las agarramos’. ‘Ahora sí van a pagar a la buena o a la mala’, dijimos, empezamos a pelear entre nosotros, nos tuvieron que pagar. Fue orden por el mando que se hizo esa cosa, y por eso empezaron a entrar aquí los cabrones capitán, los meros mandos, los que están allá en la montaña en ese tiempo, empezaron a entrar a aquí a amenazarnos. Pero, por eso me odió después los pinches mandos de zapatista; como yo me enteré bien de ese asunto, yo estuve cuatro años en ese cargo de consejo que me pusieron, me nombraron como consejo municipal, de autónomo que se dice, y yo lo hice también conscientemente, lo creí, y está bien, hablando claro la organización estaba bien, era para defender nuestros derechos… estaba bien.

Pero cuando empezaron a pelear, llegaron los mandos; me conocían bien todos los mandos […] ¡ah, pero como ellos mismos me enseñaron! Me dieron la ley en mi mano, cómo hay que ser una autoridad, no vamos a ser como hace el gobierno sino que nosotros vamos a ser alguien a que el pueblo mande, nuestro trabajo como consejo municipal es mandar obedeciendo, si pasas de ley serás castigado. Ya después no me querían sacar, porque lo vieron que llevaba yo bien la cosa con ellos; todo me dijeron, cómo está la ley de la revolución, y cómo se va a manejar la gente del pueblo y todo eso. Y por eso cuando me empezaron a chingar aquí, ahora sí me enfrenté con ellos, ya venían con la pistola así, en esa casona donde se hizo el baile, ahí mero nos reunimos al pleito […] llegaron pues los pinches mandos zapatistas, yo me enfrenté con él. Nos amenazaba, ‘tú eres el más cabrón que lo estás desorganizando la gente, lo estás encabronando’, me decía. ‘No, señor’, le digo, ‘no, compa’, de compa nos hablábamos, ‘no, compa’, le digo, ‘lo que estoy haciendo, estoy defendiendo mi derecho, además sépalo bien por qué salimos, nosotros no somos rajones, ¿usted me dice que soy rajón?, yo no soy rajón’, porque ¿sabe usted por qué salimos del zapatismo?

En ese tiempo éramos muy conscientes. Benito Juárez era famoso, estábamos afamado, que es una comunidad muy unida porque todos éramos zapatistas, muy cumplidos pues, muy cumplidos, nos había gustado pues. ¿Sabe usted por qué se dividió? Bueno, ahorita le doy gracias a Dios, ya lo veo cambiado también, pero en ese tiempo estábamos muy conscientes […] pero empezó por la borrachera. Vino una orden que todos los que son zapatistas, tanto milicianos como toda la base, pues, no va tomar trago, ¡nada, nada!, empezamos a ver duro, porque todas las comunidades toman; alguno que no toma, bueno porque Dios le ayuda, pero la mayoría tomamos trago, ¿para qué engañarse?, ¡tomamos! Cuando llega los mandos aquí preguntan si hemos dejado el trago, ‘sí, ya no tomamos’, nomás se van y toma la gente. Pero estaba bien así […] pero de tanto de tanto, sacó una orden muy estricto, pues, de que cuidado, ahora sí ya no se puede; y el cabrón […] había un comité aquí, es mi hermano, es mi mero hermano, con él me peleé bastante, pero lo chingué porque él no me pudo chingar, pues, y peleé bastante con mi hermano, entró en su cabeza todo lo que decía el mando de que cuidado con tomar. Hasta yo le hice preguntas: ‘compañero, ¿cómo cree usted que la gente le va a decir que no tome, habiendo fábrica de trago, de cerveza? Sí, aquí no tomo, pero allá voy y tomo’, yo le digo. ‘Claro, de veras es muy bueno él, que no toma; sí, yo sé que el trago es malo, pero el pinche vicio el que lo tiene no es tan fácil; puede dejarlo un día, dos días, quizás un mes, pero no se va a poder’, ‘pues la orden es orden’, ‘pues está bien que la orden sea orden pero no se va a hacer, yo sé, yo le digo claro que no se va a hacer, y el que lo dice que sí va a cumplir, no lo va a cumplir, seguro que no lo va a cumplir’, yo me paré.

Y como me decían cuando era yo consejo municipal, de autónomo, me dieron la orden, me educaron, pues, todo cuando chocaron conmigo les decía: ‘no, no capitán, gracias a ustedes abrieron mi ojo, me abrieron el oído, me dieron de saber ustedes mismo cómo debemos respetar al pueblo. ¿Quién me dijo que entre campesino no deberíamos de pelear? Debemos de pelear con el gobierno, no entre nosotros, y ¿quién me enseñó? Ustedes, ¿o no ustedes? Gracias que me abrieron el sentido, ¿y para que me vengas a chingar? ¡No me vas a poder chingar! Gracias a que me enseñaste, ahora sí lo que me dijiste es lo que te voy a hacer, porque el gobierno todavía nunca he enfrentado así peleando como ahorita con usted, y usted que eres el jefe de nuestra organización zapatista ¿me quieres chingar? Ahora sí no me vas a poder chingar, ¿armas tienes? Armas tenemos también. A como nos entrenaste para matarse con los soldados a lo mejor nos va a tocar nosotros mismos’. Y todo eso empezaba yo, por eso me odiaron los zapatistas, pues sí me enseñaron, así fue cómo se dividió otra vez los zapatistas, por eso aquí salimos, salimos la mayoría, quedó un grupo.

Después salió ese grupito también, pues. Nos empezó a querer chingar, que ellos querían mandar; pues nosotros no nos dejamos, empezamos a pelear, a chocar y a chocar, de tanto que no aguantaron hasta que salieron; ellos buscaron el pleito pero después no aguantaron. Porque claro les decíamos, ‘lo que quieran hacer, háganlo; lo que ustedes saben, sabemos también; lo que ustedes tienen, también tenemos, así es que no te vamos a tener ninguna clase de miedo’. Así le digo yo, mi hermano él es comité, pero se fue en Galilea, no aguantó aquí, y así le decía, ‘usted, eres mi hermano, eres mi mayor, pero sí te respeto y te he respetado porque nunca nos hemos golpeado; pero en este momento si no me respetas también, no te voy a respetar. Claro que tú eres el mayor de edad y estás más grande que yo, pero tú comes tu frijolito y tomas tu pozol, yo igual. No te tengo pero ningún cachito de miedo, somos hermanos […] tú has entrenado, también he entrenado, cualquier momento que quieras, estamos agarrándonos, a ver quién mata a quién’. Entonces así, así fue la bronca de esos zapatismos, pero así se fue terminando, porque vimos que no dio resultado. Porque ya puro choque en cada comunidad, y más por la resistencia que nos puso, vimos que no tiene porqué. Luchamos porque queríamos tener buena educación, queremos tener salud y todo […] nos cancelan, que no podemos tener maestro, no podemos tener doctor, no podemos agarrar nada, ¿para qué voy a pelear?”

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La ruptura entre los grupos ocurrió al final en el año 2003 y hubo una convivencia incómoda durante cinco años más. La mayor fuente de fricción era la existencia de dos asambleas y autoridades —agrarias— paralelas. La gente cuenta que la gestión del poblado a través de la asignación de “tequio”, o servicio comunitario, generaba cada vez más fricciones entre los dos grupos, porque aunque no fueran iguales en número, el tequio se dividía en partes iguales, lo cual implicaba más trabajo para el grupo minoritario, el EZLN. Poco tiempo después de esta ruptura, hubo un incendio en una ladera de la Laguna Miramar, correspondiente a un poblado aledaño a BJM; esto implicó la entrada de guardaparques de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) a las tierras del poblado para combatir el incendio que amenazaba con extenderse a la zona núcleo de la reserva. El objetivo en común —limitar la extensión del incendio— y la necesidad de mucha mano de obra —para cortar de forma urgente una brecha y detener el incendio— obligó el contacto entre Conanp y aquellos pobladores de Benito Juárez que habían salido del EZLN. La Conanp ofreció un pago de recursos del Programa de Empleo Temporal (PET) a los pobladores que apoyaban en el corte de la brecha, lo cual abrió la posibilidad de más contactos en el futuro y reorientó la mirada hacia las instituciones del gobierno después de más de 15 años en resistencia.

En el 2008, la Junta de Buen Gobierno del Caracol más cercano ordenó la salida del grupo zapatista, con la oferta de reasentarlos en tierras recuperadas. Con el apoyo de personas de ejidos vecinos afiliados al EZLN, el grupo saliente desmanteló mucha infraestructura en la comunidad, incluyendo una clínica, la escuela primaria y sus propias casas. Así, la salida del grupo zapatista no fue pacífica e implicó rupturas entre las propias familias, entre padres e hijos, hermanos y hermanas, dejando cicatrices en el tejido social y ausencias importantes, como el principal diácono. Curiosamente, y con cierta justicia retrasada, las tierras en donde eventualmente se asentó el grupo zapatista correspondían a la vieja Finca Santa Rita, lugar de donde habían salido los abuelos de estas familias hace ya tres o cuatro generaciones en búsqueda de tierras propias.

Actualidad

“Desde que salimos [del EZLN] nos ha ido más o menos. Se ha cambiado un poco porque, es como le digo, no hemos logrado muchas cosas, pero cuando menos siempre ya podemos solicitar algo, pues; siempre el gobierno, aunque no cumple, siempre da su poquito también. Pero la verdad nosotros no hemos logrado casi nada. Porque cuando muy namás salieron los zapatismo, en ese tiempo pues [1994] el gobierno aflojó […] ya cuando nosotros salimos ya estaba duro otra vez el gobierno; de primero aflojaba todo, pero lo vio que después ya no.[17] Namás que vemos un poco bien porque estamos libre […] cuando éramos zapatismo ahí sí obligadamente tú haces esa cosa, quieras o no quieras te vas a hacer, te llaman cualquier hora de la noche, te vas a tal parte, ‘jálale, porque tienes que llegar puntual’, y así. Pero ahorita no, estamos libre ya […] hacemos trabajo, pero nuestro propio, ya no perdemos tanto tiempo ya.

Bueno, hablando claro, es como le digo […] como que nos mostró mucho cambio de nuestros derechos, de cómo podemos pelear […] bueno, hablando claro, con perdón de la palabra, los abuelos y todo […] fuimos muy ignorantes pues, no sabían ni siquiera pelear sus derechos; que yo tengo derechos, que esto que el otro, meramente así, así. Porque muy antes no había ninguna clase de proyecto, que digamos de cercos vivos, o de ganado, o de casa vivienda, nada nada. Ahorita más o menos nos despertamos porque sabemos que tenemos derechos. No como quiera nos vamos a dejar ya o nos van a amenazar, porque conociendo el derecho pues ya sabemos. Por esa razón yo veo que hubo mucho cambio. Pero de que haigamos logrado otra cosa, no, no; solamente nos dio más o menos diferencia de cómo vivir.

Y ellos, los que siguieron de zapatismo, van más jodido. Van más jodido, ¿por qué le digo así? Ya ves esos grupos que salieron de aquí, ahorita están sufriendo. Es más, tengo un hijo ahí que está, sí, salió un mi hijo, que se puso a pelear conmigo, pero se puso cabrón, nunca entró en la razón y se fue. Pero ahorita sí llora, y ahora apenas me llama, vino a hablar una vez […] Y lo que hace es pues llora ya. ‘Me perdí’, dice, ‘por no cumplir lo que me dijo usted, pero no quise aceptar, estoy sufriendo porque realmente no tenemos nada’. ¿Tierrita?, pues son como media hectárea, o menos. Hay que traer todo, todo el tiempo comprar maíz […] En cambio aquí, pues, aunque pobre estoy, pues tengo mi derecho, tengo buena agua, tengo agua entubada, tengo buen arroyo, ríos para nadar, bueno […] a la familia, muy tranquilo, varias hectáreas, tengo donde trabajar [...] Pero allá nada, no pueden sembrar ya las cosas; lo que se pueda, porque ya no. Ahora, ¿quieren probar algo?, tienen que comprar, porque no hay otra cosa, ¡no hay forma! Pero aquí, en el tiempo de mango, tiempo de fruta, ¡aquí se pudre! No, pues, aquí un chingo, pues, en su tiempo, pues. Ése fue el cambio, ellos están sufriendo, la mera verdad, ¿pero qué le vamos a hacer?”.

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Tras la ruptura con el EZLN, en BJM inicialmente se contempló a Conanp como el representante gubernamental más cercano, así como un poderoso aliado en la regularización de su situación agraria, razón por la cual, en cierto momento se vio en la adopción de la práctica y discurso ambiental, una herramienta auxiliar en su lucha por la tierra.[18] Actualmente, Benito Juárez Miramar continúa buscando cómo alcanzar su regularización agraria, con ayuda, precisamente, de aliados —académicos y funcionarios— que han encontrado en las reuniones del Consejo Asesor de Rebima, espacio creado por el gobierno y auspiciado por la Conanp para alentar la participación de los habitantes de la reserva. En otra dimensión, entre sus más recientes victorias se encuentran la llegada del tendido eléctrico a la comunidad, el control sobre la escuela primaria, la instalación de una telesecundaria y la presencia parcial de un médico. Además, desde el año 2006 la mayoría de las familias de BJM están inscritas en el programa gubernamental Oportunidades, lo que conlleva contactos regulares entre las mujeres del poblado con médicos, maestros y funcionarios —sin olvidar el ingreso bimensual—. Pero su “irregularidad agraria”, combinada con su ubicación dentro de un área protegida, sigue limitando su acceso a programas y proyectos de desarrollo y conservación, e inhibe la extensión de infraestructura. Actualmente, existe la posibilidad de abrir un camino de terracería hacia el poblado —en el presente hay que caminar 8 km para llegar—; sin poder acreditar la propiedad de la tierra que ocupa la gente de BJM, es improbable que Semarnat otorgue el permiso para que el municipio pueda ejecutar los fondos ya apartados para la primera fase del proyecto.

Por lo anterior, el intento de legalizar su situación agraria por la vía institucional todavía no da resultados. En el presente año, parece probable que la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) negará su solicitud de enajenación de terrenos nacionales a favor de BJM, debido a su ubicación dentro de un área protegida. Ahora sólo resta la vía jurídica, apelar a sus derechos agrarios “por antigüedad” —el poblado se estableció 9 años antes del decreto de Rebima— y a convenios internacionales relativos a pueblos indígenas y sus territorios; por lo tanto, la lucha sigue…

Bibliografía citada

Bartra, Armando, 2007, “Los municipios incómodos”, en Xóchitl Leyva y Araceli Burguete (coords.), La Remunicipalización de Chiapas: Lo político y la política en tiempos de contrainsurgencia, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa, México, D. F., pp. 329-344.

De Vos, Jan, 2002, Una tierra para sembrar sueños: Una historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000, Fondo de Cultura Económica, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, D. F.

De Vos, Jan (comp.), 2003, Viajes al desierto de la soledad: Un retrato hablado de la Selva Lacandona, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa, México, D. F.

Diario Oficial de la Federación (DOF), 1972, “Resolución sobre reconocimiento y titulación a favor del núcleo de población Zona Lacandona, municipio de Ocosingo, Chiapas, de una superficie de seiscientos catorce mil trescientas veintiuna hectáreas de terrenos comunales”, 6 de marzo, pp.10-13.

Diario Oficial de la Federación (DOF), 1978, “Decreto por el que se declara de interés público el establecimiento de la zona de protección forestal de la cuenca del río Tulijá, así como reserva integral de la biosfera Montes Azules, en el área comprendida dentro de los límites que se indican”, 12 de enero, pp. 6-8.

Harvey, Neil, 2000, La Rebelión de Chiapas: la lucha por la tierra y la democracia, Ediciones Era, México, D. F.

Legorreta Díaz, María del Carmen, 2008, Desafíos de la emancipación indígena: Organización señorial y modernización en Ocosingo, Chiapas 1930-1994, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F.

Notas

1 Maestro en ciencias en desarrollo rural regional de la Universidad Autónoma Chapingo. Actualmente consultor en desarrollo rural adscrito al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. Temas de especialización: diagnóstico, planeación, ejecución y evaluación de proyectos de desarrollo sustentable y políticas ambientales en ejidos y comunidades rurales. Correo electrónico: oswaldovillalobos@live.com

2 Doctor en antropología social de la Universidad de Manchester (Reino Unido), profesor-investigador de tiempo completo en la sede Chiapas de la Universidad Autónoma Chapingo. Temas de investigación: políticas ambientales de conservación, manejo comunitario de recursos naturales, historia y conflicto agrario, Selva Lacandona. Correo electrónico: tim_trench@yahoo.co.uk

3 Los autores agradecen a Sebastián Ramírez Arias, Anna Garza Caligaris y al comité editorial de la revista EntreDiversidades por los valiosos comentarios y observaciones a los borradores del presente texto.

4 Uno de los autores tiene una relación de varios años con el poblado a través de proyectos productivos, capacitaciones y asesorías agrarias, y ha realizado entrevistas a Don Quirino antes y después de la compartida aquí; esto ha ayudado a dar contexto al presente testimonio.

5 Varios autores han reproducido entrevistas con los colonizadores de la Selva Lacandona; ver, en particular, De Vos (2002, 2003).

6  En tal sentido, BJM cumple formalmente con la estructura organizativa de un ejido —asamblea, comisariado, consejo de vigilancia, tesorero y agente— y tiene un reparto de tierra interno de acuerdo con la normatividad agraria. La asamblea efectivamente funge como espacio de construcción de acuerdos para la organización productiva y social, así como para dirimir diferencias e instituir tareas comunes. Quizá precisamente por su situación agraria precaria, BJM intenta cumplir cabalmente el ideal agrario de gobierno y gestión colectiva.

7 Se refiere a que no habían sido dotados de tierra.

8 Por “tigre” se refiere al jaguar (Panthera onca).

9 Iniciar formalmente su trámite agrario.

10 Hasta hace algunos años, las avionetas eran el medio más rápido y eficiente por el cual las comunidades selváticas podían llegar a las ciudades más cercanas. En esta región se sigue usando la avioneta para viajes especiales o urgentes.

11 Se refiere a Amador Hernández, un ejido al norte de BJM donde tenían parientes.

12  Oficio del Secretario de la Comisión Agraria Mixta, Tuxtla Gutiérrez, 4 de octubre 1971.

13 Oficio del Presidente de la Comisión Agraria Mixta, Tuxtla Gutiérrez, 29 de octubre 1973. En 1972 un decreto presidencial “restituye” 614,321 hectáreas a 66 familias lacandonas para la creación de los bienes comunales “Zona Lacandona” (DOF, 6/3/72). Este decreto no tomó en cuenta la existencia de 38 colonias de indígenas tzeltales y choles asentadas previamente en esta zona, muchas de ellas con trámites agrarios ya adelantados, lo cual se vuelve un caldo de cultivo de politización, movilizaciones y enfrentamientos (ver Harvey, 2000; De Vos, 2002).

14  “Unidos por nuestra fuerza”, en tzeltal.

15 Oficio de la Dirección de Asuntos Agrarios, Tuxtla Gutiérrez, 24 de octubre de 1984. El propietario fue Jaime Bulnes y podemos suponer que la donación del terreno al gobierno del estado para que lo destinaran a la conservación refleja el último recurso que tenía el propietario, después de haber perdido la mayor parte de sus considerables tierras a manos de los nuevos ejidos en esta región de la selva (ver también De Vos, 2002: 206-207).

16 Tales como la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC) en Simojovel, la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ) en Venustiano Carranza y en la Selva Lacandona, la Quiptic Ta Lecubtesel, que se convertiría después en la ARIC Unión de Uniones, y la Unión de Ejidos de la Selva.

17 Muchas comunidades se vieron beneficiadas por lo que Armando Bartra llamó “desarrollismo contrainsurgente”; es decir, la gran cantidad de recursos para infraestructura y proyectos que se ejerció a partir del levantamiento del EZLN con la intención de “desactivar el sustento social del grupo armado a partir de la atención inmediata de los reclamos de las diversas organizaciones sociales no integradas al EZLN, intentando paralelamente desalentar y fraccionar la participación de los integrantes del movimiento rebelde” (Documento interno de Sedesol fechado en 1996; citado por Bartra, 2007: 332).

18 Tras la salida del zapatismo, y durante algún tiempo, la Conanp fue vista como una instancia de mediación en la regularización de su situación agraria. En otro momento de la entrevista Don Quirino menciona: “Yo cuando entré en contacto con la Conanp, me conocieron, y tuvimos una plática sobre Benito Juárez, que no cuenta con documentos, que estamos así, me echaron la mano y estamos viendo […] estoy amarrado con la Conanp porque le estoy pidiendo que me sigan apoyando para no salir de aquí. Yo también estoy peleando mis derechos”